Crítica de cine

'Segundo premio': el rock'n'roll, la historia de amor de nuestra juventud

Mucho más que un filme generacional, la película de Isaki Lacuesta y Pol Rodríguez sobre Los Planetas redefine el 'biopic' musical desde una perspectiva más íntima

3 min
Una imagen de la película 'Segundo premio'.
  • Dirección: Isaki Lacuesta y Pol Rodríguez
  • Guion: Isaki Lacuesta y Fernando Navarro
  • 109 minutos. España y Francia (2024)
  • Con Daniel Ibáñez, Cristalino, Stéphanie Magnin y Mafo

Con 24 hour party people, Michael Winterbottom firmó El hombre que mató a Liberty Valance de los documentales musicales, una película sobre la escena postpunk de Manchester en la que el artífice y narrador de la historia, Robert Wilson, dejaba claro que, en algunos momentos de su relato, el mito se anteponía a la Historia. Los títulos iniciales de Segundo premio, donde con un juego de palabras se cuestiona si este es o no es un filme sobre Los Planetas, la banda granadina que marcó el rock español del cambio de siglo, recuerdan explícitamente el print the legend del filme de Winterbottom. Una perspectiva que, por otra parte, no es extraña en la obra de Isaki Lacuesta, que aquí cofirma la dirección con Pol Rodríguez. Lacuesta inició su carrera en el largometraje con Cravan vs. Cravan (2002), un espléndido falso documental sobre el mítico boxeador poeta que ponía de manifiesto una concepción del cine en la que se diluía la separación categórica entre ficción y documental.

Segundo premio se centra en un momento clave de la historia de Los Planetas, cuando, en pleno auge de su carrera, la bajista May (Stéphanie Magnin) abandona la banda, y el grupo se reorganiza para sumergirse en la grabación de su tercer álbum, Una semana en el motor de un autobús (1998). La película se plantea, por tanto, en una etapa concreta de crisis y transformación en la que los protagonistas deben calibrar la distancia entre lo que habían soñado ser y sus aspiraciones de futuro reales, en un momento en el que los músicos independientes eran absorbidos por la gran industria.

A partir de ahí, el filme combina las voces y los puntos de vista a veces contradictorios de cuatro de los integrantes del grupo: May, el cantante (Daniel Ibáñez), el guitarrista Florent (Cristalino) y el batería Eric (Mafo), recién incorporado. Las múltiples perspectivas, la opción abierta desde el principio a incorporar elementos más propios de la leyenda de Los Planetas que de su historia, los temas interpretados por los actores (músicos también todos ellos) y no por la banda real, y el uso recurrente de fugas oníricas e imágenes simbólicas como la que abre el filme (los escarabajos sobre una superficie planetaria sin identificar que late con vida propia) alejan la propuesta de las rutinas prosaicas de los biopics musicales de vocación exhaustiva, mimética y wikipedista. En Segundo premio, los recursos cinematográficos se ponen al servicio de transmitir una verdad sobre la significación emocional y cultural de Los Planetas que no necesariamente debe ajustarse a la realidad de los hechos.

Segundo premio también supone una continuación de otra constante en el cine de Lacuesta, que ya siguió la huella de músicos andaluces en su tierra en La leyenda del tiempo (2006) y Entre dos aguas (2018). El filme inscribe a Los Planetas en una tradición musical cultivada en Granada que no se reduce al flamenco y que pasa de forma inevitable por el Omega de Enrique Morente y Lagartija Nick. La ciudad cobra sentido como territorio a la vez real y mítico en la creación del universo artístico y emocional por el que se mueven los músicos.

Una experiencia más íntima y relacional

La película toma también una cierta distancia respecto al período retratado, aquellos años 90 ya de otra era. No se trata tanto de la mirada nostálgica hacia la época idealizada de nuestra juventud (un poco, también), como de la conciencia de que estamos ante el recuerdo de una forma casi extinguida de entender el rock'n'roll, cuando todavía se consideraba la música como un estilo de vida que desempeñaba un papel vertebrador de la cultura juvenil. El filme esquiva los tópicos del rock vinculados al estrellato, aunque la ambición de triunfar y las contradicciones que esto supone es uno de los fantasmas que recorre el metraje. Porque, desde la perspectiva del presente, Segundo premio replantea la experiencia del rock'n'roll desde una visión más íntima y relacional, y no tanto por su impacto en el público.

May, que a menudo actúa como contrapunto sensato del punto de vista de sus colegas, explica hasta qué punto la música ha servido a menudo de intermediario para que los hombres comuniquen lo que no se atreven a expresarse en directo. El uso de las canciones intercaladas a lo largo del metraje actúa, de hecho, como vehículo para que el cantante exprese aquellas verdades que no dice en voz alta. La imagen recorriendo que cierra el filme, con los tres protagonistas tumbados abrazados con la ciudad al fondo, constata que, al fin y al cabo, esta es una historia de amor a través del rock. La historia de amor de Los Planetas, y la nuestra con la banda.

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