Definitivamente ya nadie se toma a los superhéroes en serio
La franquicia superheroica 'Venom' llega a una tercera entrega volcada en la creación de gags que a menudo resultan forzados
- Dirección: Kelly Marcel. Guión: Kelly Marcel
- 109 minutos
- Estados Unidos (2024)
- Con Tom Hardy, Juno Temple, Chiwetel Ejiofor y Rhys Iphans
Una de mis expresiones preferidas de la jerga audiovisual es jump the shark (sí, “saltar el tiburón”, como suena), una referencia a una escena particularmente lamentable de la serie Viviendo a tope que ha pasado a definir el momento en que una obra creativa decae irremediablemente. Quizás por el hecho de que el primer filme ya resultaba una aberración surgida en el momento de máxima saturación del cine superheroico, la franquicia de Venom llegó a este punto de forma prematura, con una segunda entrega que abrazaba el registro bufonesco que tradicionalmente quedaba reservado para los episodios terminales de una saga (pensamos, por ejemplo, en Superman IV), aunque en las mentes de sus responsables seguramente el referente era la desvergüenza canallesca de Deadpool.
Venom: el último baile sigue esta pauta, reencontrando al periodista caído en desgracia Eddie Brock y el alienígena que habita su cuerpo, y devolviéndolos a su dimensión tras la visita al multiverso de Marvel. En esta ocasión el peligro es detonado por el maléfico creador de los simbiontes aliens, que pretende salir de su confinamiento cósmico y arrasar con el universo entero. La amenaza es bastante seria, pero el filme parece más interesado en los dardos que se dedican Tom Hardy y su viscoso parásito, y en organizar gags que, en el mejor de los casos, bordean el slapstick digital, pero que a menudo se enfangan en situaciones tan forzadas como la coreografía de Venom al ritmo de una versión acelerada de Dancing queen.
Podríamos pensar que éste es “el último baile” al que hace referencia el título, pero en realidad se trata de un anuncio del cariz crepuscular del relato, que en sus últimos minutos impone de manera inexplicable una carga emotiva por arrancar las lágrimas de los fans, como si el salvaje y ultraviolento Venom fuera un entrañable primo de ET.. Bien pensado, esta ocurrencia sí tiene cierta gracia, aunque sea involuntariamente.