Éxito, amor y Parkinson: Michael J. Fox no quiere que sintamos lástima por él
Apple TV++ estrena un documental sobre el actor que repasa su vida y muestra las dificultades con las que se encuentra
BarcelonaAl prinicpio de La vida de Michael J. Fox, que el 12 de mayo se estrena en Apple TV+, el director, Davis Guggenheim, le comenta al protagonista del documental: "Todo el mundo sabe que tienes Parkinson, pero es cuando te ven andar que se asustan". La afirmación se acompaña de unas imágenes actuales de Michael J. Fox andando por la calle con un equilibrio muy precario, acompañado de un terapeuta que lo guía, vigila que no se caiga y lo ayuda a levantarse cuando, inevitablemente, tropieza y cae. "La gente se preocupa cuando ando, pero me da igual –dice Fox–. No me afecta que sientan lástima por mí. No soy patético, todavía hago cosas. Soy un hijo de puta duro".
A Michael J. Fox (Edmonton, 1961) le diagnosticaron Parkinson a los 29 años. Estaba rodando la comedia Doc Hollywood cuando, después de una noche de fiesta con Woody Harrelson, se despertó con una resaca horrible y, al tapar la luz del sol con la mano, se fijó en el temblor del dedo pequeño. El médico que le diagnosticó el Parkinson fue contundente: "Este partido lo acabarás perdiendo, no lo puedes ganar". Y, aun así, Fox luchó contra la enfermedad con uñas y dientes. Primero desde la negación, ocultando la situación a todo el mundo excepto su mujer. Pero cuando asumió la enfermedad y la hizo pública, el actor se convirtió en un ejemplo de tenacidad y optimismo: siguió actuando –incorporó su enfermedad en personajes de series como The good wife y The Michael J. Fox show– y creó una fundación que ha recaudado más de 1.000 millones de euros para la investigación sobre el Parkinson.
Pero el Fox del documental de Apple TV+ ya no es el actor de Hollywood al que el Parkinson no derrotó. De hecho, ya ni siquiera actúa: la enfermedad afecta a su capacidad motora hasta el punto de que hacer expresiones faciales y hablar supone un esfuerzo. "Cuando se me acaba el efecto de la dopamina que tomo, se me congelan la cara y el cuerpo", explica Fox. En 2018 lo operaron para extraerle un tumor benigno de la médula y tuvo que reaprender a andar. También tuvieron que ponerle 19 clavos en el brazo después de que se cayera y se lo fracturara. Y cuando aparece con la mejilla morada en una de las entrevistas del documental explica que chocó de cara contra el suelo por culpa de un tropiezo y lo habían tenido que operar para ponerlo todo en su lugar. Con el Parkinson, bromea, la gravedad es un problema muy real.
Una vida intensa
Pero Michael J. Fox no quiere que sintamos lástima por él, al contrario. El documental es, sobre todo, un viaje a través de una vida intensa en el que Guggenheim, director de Una verdad incómoda (2006), mezcla la narración del propio actor –extraída de sus memorias– con recreaciones filmadas con actores, material de archivo y un mosaico de escenas de su filmografía que, en un ingenioso ejercicio de montaje, se mezclan con su biografía. Así descubrimos que, ironías de la vida, de pequeño era un niño que "no paraba quieto" y para quien el movimiento constante era su "forma de expresión", o que siempre fue el niño más bajito de la clase –parecía cuatro o cinco años más joven– y que esto se convirtió en su arma para introducirse en Hollywood: presentarse a castings para personajes mucho más jóvenes que él.
Los inicios, aun así, no fueron fáciles. Su padre lo lleva a Los Angeles en coche, lo acompaña a tres castings y se vuelve a casa. Con 18 años, Fox consigue papeles en series, pero los cheques son escasos y no cubren los gastos. "Ronald McDonald era mi único nutricionista", recuerda. Se acaba vendiendo los muebles de su minúsculo apartamento para subsistir y, cuando está a punto de tirar la toalla, lo fichan en la nueva sitcom Family ties (Enredos de familia cuando se programó en España) a pesar del veto del jefe de programación de la cadena, que no veía "su cara en una fiambrera". Cuando la serie es un éxito y Fox se convierte en la estrella del show, el jefe de programación recibió una fiambrera con la cara del actor dedicada por él.
Pero la fama de verdad le llega en 1985, cuando Regreso al futuro se convierte en blockbuster del verano. El rodaje fue un infierno porque Fox lo tuvo que combinar con el de Family ties: de día rodaban la sitcom y al atardecer se marchaba deprisa y corriendo al rodaje de la película; al amanecer lo volvían a llevar a casa, dormía dos o tres horas y empezaba una nueva jornada. Estuvo así tres meses y medio. "A veces no sabía en qué rodaje estaba", recuerda Fox, que aun así se convirtió en "el príncipe de Hollywood", el ídolo adolescente de moda con dos películas liderando la taquilla: Regreso al futuro y la comedia fantástica Teen wolf.
El propio Fox reconoce en el documental que el éxito le subió a la cabeza y se volvió "un poco imbécil". Pero tuvo la suerte de conocer a Tracy Pollan, su mujer y madre de sus cuatro hijos, una nueva actriz de Family ties que enseguida le bajó los humos. Fox se pasa el documental alabando la inteligencia y determinación de una mujer que, aparte de la enfermedad de su marido, tuvo que lidiar primero con sus ausencias, porque Fox era adicto al trabajo, y después con su alcoholismo, ya que a raíz del diagnóstico de Parkinson el actor se refugió en la bebida. No es raro que cuando el terapeuta que lo ayuda a caminar le pregunta por cortesía "¿Cómo está Tracy?", él responda con una mezcla de asombro y agradecimiento: "Aún casada conmigo".
El propio Fox reconoce en el documental que el éxito se le subió a la cabeza y se volvió "una poco imbécil". Pero tuvo la suerte de conocer a Tracy Pollan, su mujer y madre de sus cuatro hijos, una nueva actriz de Family ties
Si La vida de Michael J. Fox evita caer en las trampas sentimentales de las historias de autosuperación es, en buena parte, gracias al sentido del humor ácido que conserva el actor, que encara su situación con una mezcla de coraje, lucidez y realismo. A los 61 años, sabe que no tendrá más oportunidades para explicar su historia. "Si dentro de 20 años todavía estoy aquí, estaré curado o confitado", le dice a Guggenheim, que conduce las entrevistas con un humor nada complaciente –e incluso con un punto de provocación– que ayuda a huir del sentimentalismo y la compasión. En el fondo, transmiten más angustia las imágenes del Fox de los 90, continuamente mirando el reloj o cogiendo cosas con la mano para disimular el temblor por el Parkinson. El Fox actual mira de cara a la enfermedad y no se esconde. Después de demostrar que la vida no se acababa con el Parkinson, ahora toca mostrar que, tal como le había advertido aquel médico, la enfermedad acabará ganando el partido. Mientras tanto, él seguirá luchando.