Àngel Casas: "Es más divertido que Catalunya sea folladora que cristiana"

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Àngel Casas, en casa suya, en Sant Just Desvern

BarcelonaÀngel Casas ha conseguido "salir del infierno" una vez más. Una concatenación de problemas de salud lo obligaron a entrar y salir del hospital entre enero de 2020 y el verano de 2021. Al trasplante de un riñón se añadieron seis infartos y una calcifilaxis que acabó con la amputación de las dos piernas del periodista y escritor barcelonés. "Pensaba tener una jubilación tranquila y los problemas vinieron justo después", dice desde su casa, en Sant Just Desvern, con un nuevo libro acabado de salir del horno, L'agonia de Bakunin (Universo, 2022). Lo presenta este lunes en el Teatro Romea (18.30 h) en un acto presentado por Antoni Bassas y en el que Ferran Rañé y Montse Guallar leerán fragmentos. En el libro, el humor y la crítica social se entrelazan con una agilidad que Casas ya había mostrado en libros como Fred als peus (Quaderns Crema, 2002) y Carta d'una desassossegada (i altres relats) (Quaderns Crema, 2019). Justo cuando empezaba la promoción de la nueva compilación de relatos, el autor tuvo que volver a ingresar en el hospital.

Después de todo lo que has pasado, es obligado preguntarte cómo te encuentras.

— Estoy mejor. Hace un mes y medio cogí el covid, pero lo pasé suave. Cuando publiqué L'agonia de Bakunin salí a hacer dos entrevistas y aquel anochecer, cuando volví a casa, me hacía mucho daño aquí arriba [se señala el nacimiento de la pierna]. Fuimos al hospital y tenía una infección... Hace años que me duran los problemas de salud. Empezaron justo después de dejar Betevé. Lo primero que pasé fue un cáncer muy cerca del páncreas, en 2014. No sé cómo lo hago, pero de momento he sobrevivido a todo.

Entre una cosa y otra has ido escribiendo. Desde 2019 has publicado cuatro libros.

— No paro, porque disfruto haciéndolo. Ahora he vuelto a los poemas, estoy escribiendo una compilación que se llamará La poca fe.

Esta poca fe está muy presente en tu narrativa. Tienes una mirada crítica y escéptica.

— Me ha acompañado toda la vida. Necesito que las verdades que se predican se demuestren. Resulta que Dios hizo a Eva a partir de una costilla de Adán. Es un poco extraño, ¿no? Ellos dos crearon a toda la humanidad, según la Biblia. Esto quiere decir que, para reproducirse, los hijos follaban con la madre y con las hermanas. En el Corán, Mahoma sube al cielo con un caballo con alas y acompañado del arcángel San Gabriel. Son cosas que se hacen difíciles de digerir [ríe].

En L'agonia de Bakunin lanzas unas cuantas invectivas contra la burguesía y contra la clase política. En uno de los relatos hablas de un meublé frecuentado por políticos de la antigua Convergencia.

— Salen ellos porque son los que disfrutaron del 3% durante mucho tiempo. Pero no tengo una especial animadversión contra los convergentes; si hubiera mandado otro partido seguro que también saldrían. No me gustan los políticos, en general, porque son bastante inútiles.

L'agonia de Bakunin sale ahora, pero lo escribiste en 2019. Ninguno de los relatos está centrado en el Procés. Creo que daría juego en tus manos.

— Quiza sí. Lo tengo pendiente. Daría una mirada crítica. Creo que se han equivocado mucho. Nuestros políticos conocían poco la mesa donde jugaban. Confiaban en Europa y en encontrar interlocutores más habilidosos en España, pero chocaron con una pared de hormigón.

Me gustaría mucho leer un cuento tuyo ambientado en el 1 de octubre de 2017.

— El día de la votación me encontré con Jaume Plensa –somos vecinos– de camino al colegio electoral. No hubo ninguna hostia: aquel día nadie se acordó de Sant Just. Voté con un desconvencimiento total. El día 1 de octubre se castigó y humilló a la gente. No me parece justo. Los catalanes estamos demasiado acostumbrados a perder. Algún día tendríamos que aprender a ganar de verdad.

En el relato de los meublés un personaje dice: "Catalunya será folladora o no será".

— Fue una ocurrencia [ríe]. Los dueños de aquel meublé –digo el Hostal del Fanalet Vermell– son bastante catalanistas. La habitación donde pasa la historia está llena de cuadros de la escuela garrochina. A muchos de los personajes que salen en el relato los he saludado o incluso los conozco. Sigo aquello que dice Javier Cercas: cuando coges la realidad y la trasladas al mundo de la ficción, entonces todo lo que explicas es ficción. Esto te da permiso para deformar tanto como quieras. Es más divertido que Catalunya sea folladora que cristiana [ríe].

La herencia del cristianismo está bastante presente en el libro. Hay un cuento, sursumcorda.com, sobre una web de citas entre curas y monjas.

— Está basado en un caso real. Después del escándalo de Boston, en el que se demostró que un cura había abusado de más de 130 criaturas, un exmosén publicó un libro de éxito, que motivó foros donde participaban otros miembros de la Iglesia y donde se debatía el celibato. Fue así que se me ocurrió la página web donde acuden los dos protagonistas del relato. Siempre habrá pederastas, pero los abusos sexuales de los curas serían mucho menores si se hubieran podido casar.

Tu mismo estudiaste en los maristas.

— Primero en los maristas de Sants. Más tarde en los salesianos de la calle Rocafort. Lo más cercano a la pederastia que viví fue en los salesianos. Los alumnos más mayores, los de 15 o 16 años, nos teníamos que confesar con el director. Entrábamos uno por uno allí dentro. Él se sentaba en una butaca de mimbre, con las piernas abiertas. Te arrodillabas delante de él, te confesabas y al final te abrazaba y te decía que serías un chico muy bueno. Diría que sus intenciones no eran demasiadas limpias...

Naciste en 1946. Esto pasaba a principios de los 60.

— Mi generación fue jodida. Nuestros policías no eran los que nos machacaban con la porra, sino los que nos hacían cantar el Cara al sol en la escuela. Nos querían hacer fascistas, apostólicos y romanos.

Pero tú seguiste otro camino.

— Sí, enseguida vi que todo aquello era ridículo.

Fuiste uno de los pioneros del periodismo musical del país. En el documental Canet Rock (1976) le decías a Pau Riba: "¿Crees que has ayudado a la cultura catalana?". Y te dijo que sí, "destruyéndola". ¿Tú has tenido una vocación más constructiva?

— He tenido vocación de ayudar a la cultura catalana desde el periodismo y también con los libros. Escribo con sentido del humor, pero toco temas potentes como el celibato y la corrupción catalana. La realidad que me interesa es la de aquí. Es el lugar donde vivo y lo quiero. Pero está hecha una chapuza. Vázquez Montalbán tenía razón cuando decía "contra Franco vivíamos mejor". Teníamos un objetivo único, entonces. Las soluciones que últimamente hemos encontrado son impresentables.

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