Christina Rosenvinge: "Parecía imposible que me ofrecieran un papel protagonista después de los 50"

BarcelonaConsagrada como una de las cantantes más personales y libras del pop español, el currículum cinematográfico de Christina Rosenvinge (Madrid, 1964) se limitaba hasta ahora a papeles secundarios en dos películas de los años 90, Todo es mentira y La pistola de mi hermano, donde asegura que no hacía más que interpretarse a ella misma. Esto cambia con el personal biopic sobre la escritora danesa Karen Blixen que llega este viernes a los cines. Karen, debut en la dirección de María Pérez Sanz, es una aproximación íntima y descarnada a la autora de Memorias de África en la que Rosenvinge se revela como una actriz atrevida y majestuosa, tanto, que sorprende que el cine español no haya explotado más su talento durante estos años.

¿El cine no entraba en tus planes a estas alturas de tu carrera?

— Yo vengo del punk y soy cien por cien autodidacta, no tengo educación musical formal. Incluso el piano lo aprendí a tocar sola. En cambio, sí estudié con una buena profesora de interpretación. Y a pesar de que la escena me atraía mucho, la música cobró protagonismo en mi vida muy pronto. En 1991, cuando venía de Álex y Cristina y estaba a punto de grabar mi primer disco en solitario, Julio Medem me ofreció una película, Vacas, y le dije que no. Yo ya escribía mis canciones y la música era mi vida. Además, con la música tenía el control del proyecto y no dependía de los otros. Después hice un par de papeles pequeños, pero la manera en la que hago música es muy absorbente y no deja espacio para mucho más. Además, coincidió con una generación extraordinaria de actrices y no surgieron muchas oportunidades.

¿Te quedó una espina clavada?

— Sí, pero ya hacía mucho que había renunciado al cine. Parecía imposible que me ofrecieran un papel protagonista después de los 50. El cine no funciona así. Y de repente apareció María [Pérez Sanz] con esta historia. El proyecto era suicida: adaptar aquí una de las novelas más famosas del siglo XX, de una escritora que en Dinamarca es como Cervantes... Y yo quizás paso por danesa, pero no hablo danés y tengo una relación conflictiva con mis orígenes que es larga de explicar. Para rematar la jugada, ya existía una película, la de Sydney Pollack, y la actriz es Meryl Streep. Además, la idea era sacarle toda la épica a Memorias de África y reducirlo todo a un pequeño drama intimista y doméstico. Un suicidio, ya te digo.

Y aun así, te sedujo.

— Sí, porque era un proyecto independiente con una cineasta nueva. Si hubiera sido cualquier otra persona no lo habría hecho porque en la primera versión del guion no se veía la película que finalmente fue. Pero lo que sí vi es que María es una capitana: sabía dónde quería ir y por qué me quería a mí. Valía la pena embarcarme en este barco.

La directora de Karen dice que quería ver en la pantalla a Karen Blixen, pero también a Christina Rosenvinge.

— Hay muchos nexos extraños entre las dos. Por ejemplo, mi abuelo era amigo del hermano de Blixen. Puede parecer una gran casualidad, pero es que Dinamarca es un país pequeño: si tiras del hilo, todo el mundo es primo. Y las dos venimos de una clase social muy concreta. Esto me daba una referencia de cómo hablaba, cómo se comportaba e incluso cómo desayunaba. La vajilla que hay en casa de Karen Blixen es la misma que tengo en mi casa. Y el fantasma del fracaso y el miedo a decepcionar a la familia que ella sentía no son cosas que me resulten muy extrañas.

¿Cómo preparaste el personaje?

— Leí todos sus libros que no me había leído todavía y releí los que más me gustaban, sobre todo aquel en el que se basa más la película, Sombras en la hierba, que revisa los hechos de Memorias de África treinta años después de publicarse y reduce toda la historia a la relación con su criado, Farah, que es muy actual. Al fin y al cabo, Karen Blixen era una colona en África y ahora estamos viviendo la resaca del colonialismo. No son episodios aislados, Europa tiene que asumir su pasado colonial. En este sentido, la película es muy pertinente.

Tu manera de interpretar a Blixen es muy naturalista, casi sin artificios.

— Sí. Muchas veces, cuando repetíamos las escenas, María nos echaba la bronca: "¡Estáis actuando! -decía-. ¡No actuéis!" [Ríe]. Nos obligaba a reducir el trabajo gestual a la mínima expresión.

Después de tantos años a cargo de tus proyectos artísticos, ¿cómo ha sido ponerte en manos de una directora?

— Maravilloso, como una liberación. En la música también estoy trabajando mucho por encargo, ahora. Estoy haciendo una canción para la serie de Bob Pop y escribiendo canciones para otros intérpretes. Me he exprimido mucho a mí misma durante muchos años y en este momento me interesa poner mi experiencia al servicio de los otros para que ellos encuentren lo que buscan. Es un reto maravilloso y asumo totalmente el papel de subordinada.

¿Y la actuación? ¿Tienes ganas de repetir en el cine?

— Sí, me gustaría. Actuar no es tan diferente de cantar. Partes de lo mismo: del control de la voz y del cuerpo. Y el máximo respecto al texto. O al menos así es como yo lo entiendo.

De hecho, en Karen también firmas la música. Es interesante cómo haces resonar el falso paisaje africano [la película está filmada en Extremadura] en la banda sonora sin jugar con ritmos ni texturas musicales de África.

— Es que no quería hacer una especie de cover africano. Hice una pequeña investigación sobre la música que se escuchaba en Nairobi en esa época, pero es muy difícil saber cuál era. África es una mezcla enorme de mil ambientes y culturas. Así que me fijé en un detalle: Karen Blixen, con toda su inocencia, se llevó a África su gramófono pero no escuchó nunca ningún disco porque en casa no tenía electricidad. La canción que escribí parte de una melodía que ya tenía desde hacía meses con un aire retro, al estilo Cole Porter. Y cuando María me propuso hacer la música le dije: "No solo la haré sino que ya tengo la canción". Y habla de cómo, si pudieras volver atrás en la vida, volverías a cometer todos los errores, porque son los que te han encaminado a tu destino.