La obra cumbre de la escultora Cristina Iglesias en la bahía de La Concha

La artista vasca inaugura una obra monumental que imita al mar dentro de las entrañas de la isla de Santa Clara

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Cristina Iglesias con su obra 'Hondalea'

San SebastiánLa escultora Cristina Iglesias (San Sebastián, 1956) parece no tener límites a la hora de explorar cómo sus obras pueden dialogar con los espacios más variados y también con la naturaleza. Ha hecho habitaciones con sus características celosías, piezas suspendidas como las que hay en el Centro de Convenciones Internacional de Barcelona, en el Fòrum, y convirtió las puertas de la ampliación del Museo del Prado en un tapiz vegetal. Iglesias, una de las artistas españolas más internacionales, también ha hecho piezas que recuerdan pozos y capas freáticas, y sumergió una retahíla de sus estancias en el mar de Cortés (México) para denunciar la sobreexplotación de los océanos. Ahora acaba de presentar en San Sebastián la obra que siente como “más extrema”, como dice ella misma, Hondalea (abismo marino en euskera, o fondo del mar), un roquedal de bronce golpeado una y otra vez por el agua y clavado dentro de las entrañas de la casa del faro de la isla de Santa Clara, en medio de la bahía de La Concha.

“Quiero que mi obra despierte percepciones que a veces tenemos escondidas, que te emocione, que te provoque vértigo”, dice Iglesias. A pesar de haber leído antes que la obra funciona con un circuito de agua dulce, da la impresión de que está a merced de las oleadas y que de repente se puede ver alguna alga o algún cangrejo. “La idea es que entres en un lugar donde no esperas encontrar nada de una manera determinada”, afirma Iglesias, que pone de relieve que su trabajo es “una ficción inspirada de una manera vaga y abstracta en nuestras costas”. Concretamente, tiene características de las superficies de la montaña de Jaizkibel. “Hicimos un molde directo de algunas superficies, pero en realidad son texturas que después modelamos en la fundición. Me gusta que la gente pueda sentir que toda la isla por dentro es de bronce”, dice la artista.

La calma después de una noche con miles de rayos

Después de una noche durante la que cayeron miles de rayos encima de Guipúzcoa, este martes el mal tiempo ha dado una tregua para poder hacer el breve viaje a la isla de Santa Clara en una de las históricas motoras de la saga Aitona Julian. La obra es como una “tormenta perfecta”, explica Iglesias, porque es como “una tormenta en una cueva, en una casa, en un faro, en una isla”. También porque ha supuesto la recuperación de un edificio abandonado desde finales de los años 60. Otro de los elementos destacados es el viaje que hay que hacer para visitarla. “El viaje forma parte del lenguaje de la propia obra”, dice la artista. La ciudadanía temió por el impacto ambiental de Hondalea en la isla de Santa Clara, que es un espacio muy querido, pero Iglesias subraya el mensaje conservacionista de su obra y que el aforo está controlado. “En esta ciudad los consensos no existen”, dice socarrón el concejal de Cultura de San Sebastián, Jon Insausti.

Hondalea es fruto del encargo que el alcalde de San Sebastián, Eneko Goia, hizo a Iglesias en 2016 porque no podía aceptar que no hubiera una gran escultura pública suya en la ciudad. La realización fue muy compleja: la obra tiene 7,6 x 9,7 metros y 5 metros de profundidad, y las 54 piezas de bronce que la componen, con un peso total de 25 toneladas, además de la estructura, se tuvieron que trasladar haciendo 35 viajes de helicóptero. En cuanto al agua, contiene 20 metros cúbicos y tiene un depósito con capacidad para 60 metros cúbicos más, de los cuales se usan cerca de 30 en cada ciclo de siete minutos que hace la obra. El coste es de 4,5 millones de euros, financiados por el Ayuntamiento de San Sebastián casi al 90%, y en ella trabajaron una veintena de empresas. La artista no ha cobrado sus honorarios porque quiere que la obra sea un regalo a la ciudad. Hondalea abrirá las puertas a partir del 5 de junio y hasta el 30 de septiembre, y ya se ha convertido en un eslabón más de la cadena de obras de grandes escultores vascos: está geográficamente entre dos piezas icónicas como son Construcción vacía, de Jorge Oteiza, en el paseo Nuevo, y Peine del viento, de Eduardo Chillida, en el otro extremo de la bahía. Y hay otro gran escultor representado en la ciudad: en el jardín del palacio Miramar hay otra gran obra del norteamericano Richard Serra, Pentágono en sentido contrario al de las agujas del reloj.

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