Fallece el escritor Jordi Cussà, un alma libre que rompió esquemas
En "Cavalls salvatges" reflejó el impacto brutal de la heroína en toda una generación
El escritor berguedano Jordi Cussà (Berga, 1961) ha muerto a la edad de 60 años. Cussà sufría últimamente una afección respiratoria pero continuaba trabajando: estaba haciendo el guión de una novela gráfica sobre su novela, Cavalls salvatges [Caballos salvajes], con el dibujante y humorista gráfico Jaume Capdevila, Kap. "Estaba en un momento muy dulce e importante de su obra, aunque tenía muchas cosas que hacer, con nosotros estaba preparando una recopilación de cuentos inéditos y una obra poética de dodecasílabos" dice el escritor, poeta y editor de L'Albí, Jaume Huch.
Cussà debutó en 2000 con Cavalls salvatges -estaba a punto de cumplir 40 años-, y desde entonces había publicado una decena de títulos más. Paralelamente, había traducido unos setenta libros del inglés. Su último libro es El primer emperador y la reina Lluna, editado por Comanegra. "Cavalls salvatges fue un punto de inflexión para Cussà, estaba aún saliendo del túnel oscuro de la adicción, y fue un estímulo muy importante", explica Huch.
Cavalls salvatges, como explicó Cussà, es un homenaje a las víctimas mortales de las drogas y a sus familias y refleja la adicción que marcó los años de juventud del autor. En esta novela Cussà desplegó una gran creatividad léxica y rompió muchos esquemas tanto formales como de temática. "Era una persona muy libre, muy culto y muy seguro de sí mismo y, en esta novela, utilizó un lenguaje muy vivo y genuino, aparecen muchos personajes marginales y Cussà los hace hablar de manera verosímil" asegura Huch. Albí reeditó la novela, que en 2010 había publicado Columna, en 2016: "Lo vivió con una intensidad brutal, revisó a fondo la novela", añade Huch.
El año siguiente Cussà publicó La serp (2001): "Hace muchos años, casi me parece que en otra vida, publiqué Cavalls salvatges, y justo después escribí La serp para demostrarme que no era un yonqui que escribía sino un escritor que había sido yonqui", explicaba al ARA el escritor.
La novela fue finalista del premio Leandre Colomer, y en ese momento Cussà inició un ritmo de publicaciones muy intenso con las novelas L’alfil sacrificat (Columna, 2003), Apocalipsis de butxaca (La Magrana, 2004), La novel·la de les ànimes (La Magrana, 2005), Clara i les ombres (Empúries, 2007) y El noi de Sarajevo (Proa, 2009), con la que ganó el Premio el Lector de l’Odissea. El mismo año publicó Contes d’onada i de tornada (L'Albí). Un año después, también con L'Albí, publicó A reveure, Espanya. Y luego vinieron más libros: Formentera lady (Labreu, 2015), El trobador cuadeferro (L'Albí, 2016) y El cíclop (L'Albí, 2017).
Cuando se publicó su último libro, El primer emperador i la reina Lluna (Comanegra), en una entrevista en el diario ARA, hablaba de la inmortalidad: "Es posible que algún día llegue ese momento, en el que, si tienes suficiente dinero para pagártelo, puedas llegar a los 150 años. A mí me parece que no me interesaría. Llega una edad que la vida, más que disfrutar, es renunciar". El autor rehuía de las etiquetas o que le cortaran las alas. Exploraba, en cada obra, nuevos terrenos. "Los mismos escritores, si prefijan el género con ciertos parámetros cuando se ponen a escribir, ya se están cortando las alas y marcando un camino delimitado", decía.
Cussà, que era una máquina de escribir, no paraba nunca. También publicó poesía, SensAles (Abadia Editors, 2003), y tuvo una fructífera carrera como traductor del inglés. En 1977 ingresó en el Institut del Teatre, que abandonó al poco tiempo, pero continuó en el escenario como autor y director teatral en la compañía Anònim Teatre de Berga. "Él siempre decía que lo que él disfrutaba era hacer teatro con los de Berga y que en el Institut del Teatre perdía el tiempo" recuerda Huch. Cussà era escritor en todos los sentidos, escribir era su único oficio, fuera teatro, novela o traducciones. "Malviviendo pero fue fiel y digno a su propósito" resume su amigo y editor de L'Albí.