Isa Duque recuerda que la generación Z ha vivido situaciones complejas, de crisis permanente, una pandemia “eterna” y un contexto de conflictos e incertidumbres. Y por eso todavía lamenta más que los adultos mantengan el discurso “adultista y tecnófobo”. Apuesta para dar “el salto” en las redes como nuevos espacios de socialización desde una mirada menos demonizadora. Para José Ramón Ubieto cada generación tiene sus retos y entender a la generación Z pasa también por acogerla. “Las TIC han venido para quedarse y los adultos no podemos poner más obstáculos”, dice Ubieto. Y por eso defiende que los adultos los tienen que ayudar a tener perspectiva crítica y valores como por ejemplo la responsabilidad o el compromiso. “Nuestra posición tiene que ser de hacer valer aquello que aportan las tecnologías y mostrarles una vertiente crítica”, dice el profesor de la UOC.
Generación Z, ¿nos podemos entender?
Una generación marcada por la crisis, pero, sobre todo, por la tecnología
En 1994 nacía el cantante de pop canadiense Justin Bieber. También nacía el primer navegador web, Netscape. Y empezaban a nacer los jóvenes que ahora se agrupan como generación Z. Los marcan hechos históricos como los atentados terroristas del 11-S en Nueva York o la crisis económica de 2008, pero realmente es la tecnología aquello que modela su talante. Son nativos digitales, es decir, han crecido con las tecnologías y ya no entienden el mundo sin ellas. Tanto es así que viven con una prolongación de su cuerpo: el teléfono móvil. Es su herramienta para informarse, para socializar, para retratarse, para comunicarse... e incluso se sienten más cómodos detrás de la pantalla que con el contacto directo.
Todo esto genera a menudo un conflicto con la generación de sus padres, que satanizan las pantallas y tienen una visión “tecnofóbica”. Acercarse y entender cómo son y cómo ven el mundo los chicos y chicas que ahora tienen entre 12 y 28 años, aproximadamente, es todo un reto, pero no es imposible. Solo hay que echarle ganas de acercarse sin los prejuicios que los rodean.
Al menos esto es lo que piensa Isa Duque, psicóloga, sexóloga y terapeuta sistémica familiar conocida en las redes sociales como La Psico Woman. Acaba de publicar Acercarse a la generación Z (Zenith, 2022), un libro en el que defiende crear puentes interrelacionales que faciliten el entendimiento entre estas dos generaciones tan diferentes en la manera de relacionarse, pero muy parecidas en los miedos y los anhelos.
Para hacerlo, anima a los lectores a ponerse lo que se llama "gafas adultistas" para revisar el adultismo que proyectan en esta juventud y romper todos los prejuicios que los hacen acercarse a su mundo pensando que todo lo que hacen y piensan “es malo”. Como anécdota, Duque recoge que, cuando explica que hace sesiones delante de más de 300 adolescentes, sus interlocutores responden con un "¡Qué miedo!". En cambio, ella entra con una actitud de escucha para que ellos puedan hablar y legitimar como se sienten y sale con agradecimientos. “Qué pena que estén inmersos en un sistema que no los escucha”, lamenta la experta. Por eso, a pesar de que no le gusta dar consejos, Duque defiende acercarse al mundo de los jóvenes para descubrirlo y entenderlo. “Que nos enseñen a sus influencers o a los tiktokers, pero no para criticarlos, sino para explorar y conocer”, dice Duque, que insiste en que hay que hacer un “cambio de mirada” para acompañarlos.
Pero ¿cómo son los adolescentes de hoy?
A pesar de que se reconoce un poco escéptico con el tema de clasificar a las generaciones, el profesor colaborador de los estudios de psicología y ciencias de la educación de la UOC José Ramón Ubieto define algunas características típicas de los jóvenes de la generación Z que han “mamado” tecnología desde que han nacido, a diferencia de los millennials, que se la han encontrado. Para Ubieto, este es el argumento que justifica hablar de generación y que los condiciona también porque “la tecnología acelera todos los procesos de la vida”. Por un lado, Ubieto cree que estos jóvenes han vivido “más acelerados" y que "están tan acostumbrados a hacer las cosas con tecnología que casi evitan la presencialidad y el contacto físico". Buscan la inmediatez de los chats porque “WhatsApp es más rápido que encontrarse”.
Por otro lado, son una generación más global, puesto que precisamente la tecnología ha permitido igualar a jóvenes de Nueva York, Barcelona o Murcia. Además, son jóvenes con mucha conciencia alrededor del cambio climático y saben las pérdidas que implica toda la acción humana. Según Ubieto, aceptan “mucho más” todas las fluideces de género porque están “incorporadas” en su vida, no lo ven como un fenómeno extraño. También sufren, y sobre todo a raíz de la pandemia, más problemas de salud mental por la pérdida del contacto y a la vez son mucho más tolerantes en el ámbito de la diversidad sexual.
Una generación hiperconectada
Encarna Garcia convive con tres adolescentes de 12, 14 y 17 años. Reconoce la mayor parte de estas características que dan los expertos en sus hijos e hijas, todos de la generación Z. Solo los dos mayores tienen móviles y su madre los ve “muy conectados”, pero en casa tienen las normas muy claras para evitar que estén todo el día “enganchados mirando reels”. Cuando tienen que hacer el trabajo del instituto y cuando se van a dormir, el móvil lo custodia su madre. “Como lo tienen asimilado porque fue una condición desde el principio, no ha sido una batalla”, explica Encarna. Uno de los peligros que ve es que lo usan para informarse “sin contrastar” y acaban dando por verídico lo que dice un influencer determinado; es ella que los obliga a hacer la reflexión de poner en entredicho lo que encuentran en las plataformas.
Otro de los rasgos que ha detectado Encarna es el cambio en la manera de comunicarse con los amigos. Explica que no usan nunca el teléfono para llamar y que incluso el pequeño, que todavía no tiene móvil propio, utiliza una tablet para escribir mensajes a través de Instagram. Aunque a veces es más pesado que una simple llamada, no salen de este nuevo sistema.
En casa de Laia también pasan por todas estas novedades. Tiene 13 años, hace dos que va al instituto y desde que tiene móvil no solo le ha cambiado la manera de relacionarse con sus amigos, sino también la manera de hacerlos. Y es que además de quedar con la pandilla del instituto para mirar alguna serie o jugar en línea, Laia también ha hecho amigos a través de las redes, en grupos de WhatsApp que aglutinan personas con la misma afición, en su caso, el anime. “No se conocen, pero son los mejores amigos”, dice Marta Llivina, su madre. A pesar de las reticencias iniciales y el miedo que genera esta situación, ahora le ve un lado más positivo al observar que Laia hace amigos más allá del entorno cercano.
Reconoce que al principio como padres no lo entendían, pero que se han dado cuenta de que es lo habitual en esta edad y aunque no los guste lo han cogido con deportividad. Echa la culpa al hecho de que la sociedad “la ha obligado a crecer muy deprisa” y ha pasado de un espacio, la escuela, donde estaba muy protegida, a otro, el instituto, en un ambiente de chicos más mayores junto a una tecnología que “no saben cómo utilizar”. Pero con Albert, el padre, se consideran afortunados porque Laia comparte con ellos muchas cosas que le pasan o le preocupan, y confían en que con el hermano pequeño todos los cambios los pillarán entrenados.
____________________
Compra este libro
Haz clic aquí para adquirir 'Acercarse a la generación Z' a través de Bookshop, una plataforma que apoya a las librerías independientes.