Johann Adolf Hasse revive gracias a Vísperas de Arnadí
El oratorio del compositor barroco alemán inaugura la tercera edición del Festival de Pascua de Peralada
PeraladaEl conjunto Vísperas de Arnadí ha recuperado del olvido el oratorio de Johann Adolf Hasse Sanctus Petrus et Sancta María Magdalena, y con él ha inaugurado la tercera edición del Festival de Pascua de Peralada, en clara armonía con uno de los ejes del certamen, la recuperación del patrimonio musical. Y es que la obra, compuesta para orquesta de cuerdas, continuo y voces blancas y estrenada en 1758 en Venecia, todavía no se había podido escuchar en directo en España.
En una iglesia del Carmen llena hasta los topes, Dani Espasa fue desgranando una de las piezas más cautivadoras del compositor barroco, escrita como introducción ampliada a un emotivo Miserere en re menor final en el que música y dramatismo se fusionan en un diálogo entre san Pedro, María Magdalena y tres personajes menores de los Evangelios –María Salomé, María madre de Jacob y José de Arimatea– en los que expresan el sufrimiento por la muerte de Cristo.
Hacia un final sorprendente
Dani Espasa, desde el teclado, transmitió la pasión y precisión dramática de la obra encomendando temple a sus quince músicos y conduciéndolos por los mejores senderos, tanto en los ritmos acelerados como en los más pausados y emotivos, y los músicos le respondieron con precisión milimétrica y creando sonoridades de gran aliento.
Vocalmente el resultado no fue tan compacto. Destacaron por calidad y musicalidad la soprano Marie Lys (Maria Magdalena), de voz plena y rica en matices, con unos agudos precisos y una técnica aplicada con maestría, especialmente en el aria Siemper fida, o mea pupila; y también el sopranista Rafael Quirant (Josep), que sobresalió con nota en O portenta aeternia moris por la pureza de su voz cristalina, bien proyectada, de agudos impactantes e interpretación segura.
Maria Espada (Maria Jacobí) demostró buena coloratura y emisión y Anna Alàs (Maria Salomé) destacó una vez más por su amplia tesitura, con un Si Deo dilectae de graves profundos y gran musicalidad.
En cambio, el contratenor Valer Sabadus (san Pedro) fue desigual, con una voz poco timbrada al principio, dificultades de emisión en los graves y una lectura constante de la partitura que le restó espontaneidad. A pesar de ir cogiendo el tono a lo largo de la noche, el aria más conocida del oratorio, Mea Tormenta Properate, una auténtica joya, no logró encender los fuegos artificiales esperados.
El Miserere final fue sorprendente. Las voces blancas del Coro Infantil Amigos de la Unión, de afinación trabajadísima, en solitario o con los cinco solistas, sonó puro y luminoso en un final estallante.