"Lo que le interesa a la extrema derecha en política es el negocio"
El periodista Jacobo Rivero da el salto a la ficción con 'Dicen que ha muerto Garibaldi', un 'thriller' que aborda el reciclaje de la extrema derecha desde los 80 hasta la actualidad
BarcelonaJacobo Rivero (Madrid, 1974) está marcado por un instituto y un deporte. El instituto es el Ramiro de Maeztu, uno de los mayores de Madrid y donde estudió durante los años 80, “un momento de choque cultural porque se mezclaban los hijos de los antiguos cuadros del franquismo con la nueva clase media, incluyendo hijos de la extrema izquierda o del PSOE”. Y es en ese mismo centro donde en 1948 nació el Estudiantes, uno de los equipos más legendarios del baloncesto español y que cuenta con una grada de animación, también célebre, conocida como la Demencia.
Este es el punto de partida con el que Rivero, periodista, documentalista y escritor, da el salto a la ficción para contar una historia ambiciosa que lleva por título Dicen que ha muerto Garibaldi (Lengua de Trapo, 2023). El libro narra 40 años de la historia de España, pero huyendo del ensayo o la novela histórica y apostando por el thriller para abordar, de fondo, la mutación de la extrema derecha desde el final del franquismo hasta la actualidad.
Todo comienza con un asesinato. Un cuerpo sin identificar que aparece en Ramiro. Resulta ser el de un exestudiante, de familia falangista que lleva tres cosas en el bolsillo: tres mil euros, una viñeta de Forges sobre un partido épico que Estudiantes jugó en 1992 en Estambul y un recorte de prensa con el titular "Un incendio arrasa el Palacio de Deportes". Son los hilos que tendrá que estirar el inspector Padilla, nacido en Sant Andreu, y que le llevarán a realizar un recorrido con diferentes paradas por la historia, desde los 80 hasta bien entrada la década del 2020. Todas, paradas verídicas. “No quería hacer un libro sobre certezas donde se explicase que esto fue así o fue de esa otra manera. Y la ficción te permite más licencias –afirma Rivero–, pero para mí sí que era importante que todo estuviera documentado”. Por eso se reunió con mucha gente, mucha, para poder preparar bien a los personajes. Quizás lo más importante fue un comisario jubilado de la misma promoción que Villarejo y que, según el autor, “abrió las puertas a un montón de pistas y atmósferas que han sido fundamentales para poder construir los personajes y narrar la historia”.
La investigación ha sido fundamental para tratar de responder a una pregunta que está en la base de toda la obra: ¿cómo se recicló la extrema derecha? ¿Qué se hizo de aquellos que compraban el diario El Alcázar? ¿Dónde estaban los cientos de miles de personas que se habían hecho visibles en numerosos actos pocos años antes? “Fueron muchas horas de investigación. Muchísimas. Y aquí no solo vas encontrando cosas que ya sabías, como que el presidente de la Liga de Fútbol, Javier Tebas, era de Fuerza Nueva. Crees que el negocio de las empresas de seguridad y de la construcción tuvo mucho que ver con este reciclaje”, dice Rivero. Por eso es clave el incendio que arrasó el Palacio de Deportes de Madrid en el 2001. Fue un incendio en extrañas circunstancias, que obligó a realizar unas obras que se presupuestaron por poco más de 20 millones, pero que acabaron costando más de 120.
El incendio, que deberá investigar el inspector Padilla, le sirve a Rivero para abordar esta cuestión. “Creo que, de alguna manera, la extrema derecha supo identificar dónde estaba el dinero cuando la democracia ya parecía irreversible”, afirma Rivero, quien asegura que, en el fondo, lo que le interesa a la extrema derecha en política es esto, "el negocio". Esta trama sirve también para dibujar una España en la que la corrupción siempre está presente. “Seguramente, uno de los síntomas más inequívocos de la debilidad de una democracia es este. El grado de tolerancia y permisividad que existe con la corrupción”, dice el autor.
Rivero teje, en definitiva, una trama en la que se mezclan los nostálgicos del franquismo y los grupos violentos de los 70 y 80 con el negocio del ladrillo de los 2000. “A estos perfiles, creo que una de las cosas que más les molesta es exposición al sol. Y lo siento casi como un deber, sea haciendo periodismo clásico o utilizando la ficción”.