Literatura

El abrandamiento romántico de Àngel Guimerà

Adesiara reúne en 'Rosa de Lima' una novela corta y dos relatos del escritor

Àngel Guimerà, visto por Ramon Casas
08/01/2025
2 min
  • Àngel Guimerà
  • Adesiara
  • 128 páginas / 14 euros

Uno de los relatos que reúne Prosas bárbaras, de Prudencio Bertrana, es el titulado Dick, en la que el narrador explica –con una emoción contenida que sólo al final estalla– en los últimos días de su perro perdiguero, cuyo comportamiento, "casi humano, atraía las caricias de todos". Me ha hecho pensar en ello El perro de casa, uno de los dos relatos que presenta este volumen deÀngel Guimerà junto con El Niño judío –la primera pieza, Rosa de Lima, la que le da nombre y sustancia, es una novela corta en toda regla–. Hay una clara afinidad en la aproximación narrativa a los dos perros, en la calidad de las descripciones que utilizan ambos escritores. Pero, al mismo tiempo, constato una diferencia notable: Bertrana describe al perro per se, se ceba en la evocación de la compañía fiel que ha hecho siempre al dueño, mientras que Guimerà, por medio del animal y del amor que le dedica su jovencísimo propietario, profundiza más bien en la complejidad de los caracteres humanos. De modo especial, en el de Munda, una vieja sirvienta de la casa que, en apariencia, siempre había detestado al perro, pero que, muerto éste, mostrará una actitud de una humanidad admirable.

El Niño judío, por su parte, plantea un tema que Guimerà desarrolló en otros textos propios: el de la orfandad como condena. De pie, en la carpa donde había quedado con Niceta, cuya chica se ha bien enamorado, el protagonista debe oírse: "¿Qué quieres?... ¡Yo no sabía que fueras judío! ¡Dios guardo!" El desenlace es trágico, uno de esos desenlaces tan del gusto del autor.

También lo es el de Rosa de Lima, la nouvelle que encabeza el libro. En la Castellassa, un antiguo caserón medio derribado, conviven Mónica y su hijo Hipólito. Han ido arreglando cuatro piezas de la casa, pero ambos viven casi como seres asilvestrados, trenzando palma y cáñamo para hacer señales que vienen a los mercados. La madre trata poco amorosamente a su hijo, al que tiene por alguien "que no está todo". Sin embargo, la inteligencia del chico es mucho menos obtusa que no lo proclama su madre. Entonces llega a la casa una pareja formada por dos mujeres de ciudad: la madre, Leocadia, y la hija, Rosa de Lima. Esta última sufre de mala manera, y la razón de su sufrimiento la iremos conociendo poco a poco, antes de que concluya la primera parte de la narración. Hipólito encuentra en Rosa un amor que nunca había conocido hasta entonces. Y viceversa: la chica está bien desquiciada, pero la compañía del chico le hace bien.

La segunda parte de la historia cambia el escenario: ahora nos encontramos en la Barcelona convulsa de la Semana Trágica. Hipólito se ha hecho mayor, Rosa de Lima lo es un poco más. Y hay un reencuentro entre ambos. Y este reencuentro ha sido propiciado por un chiquillo, Quic, que es el enlace entre los dos protagonistas de la primera parte. ¡Bienaventurado azar!

Neus Oliveras Samitier, especialista en Guimerà, va ilustrando los vínculos entre los protagonistas de esta novela corta y los de otras piezas del autor. Las similitudes, pongamos por caso, entre Manelic de Tierra Baja y el Hipólito, bien palmarias. En las tres piezas, está el inequívoco abrandamiento romántico de Guimerà: situaciones extremas, relaciones demasiado maniqueas. Piezas menores, quizás, pero bien leedoras.

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