"Carísima María": una historia de amor

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Eduard Toldrà dirigiendo.

Ésta es la historia de un músico enamorado. Un noviazgo de otro tiempo, de hace cien años. Verano de 1920. En un pequeño pueblo ampurdanés, Cantallops. Maria Sobrepera, de Can Batlle, el 10 de agosto ha ido a Castelló d'Empúries, donde hay fiesta mayor con orquesta. Desde lo alto del escenario, uno de los músicos se fija obsesivamente en ella: es Eduard Toldrà, que en el futuro se convertirá en un famoso compositor y director de orquesta. Entonces él tiene 25 años y ella 21. Es un amor a primera vista. De repente, él deja de tocar, pasa el violín al también músico y amigo Juli Garreta, baja de la tarima, va al encuentro de la chica y le pide para bailar. Es el inicio de un noviazgo que durará dos años y medio y los llevará a casarse en Cantallops en marzo de 1923.

Cuando llega el día de boda, sólo se han visto dieciocho veces. Pero él le ha escrito mucho, sin desfallecer. Es un chico estresado, mantiene una actividad frenética. Y está enamorado. Ha tenido que superar las dudas tanto de María como sobre todo los recelos de la madre de la chica, Narcisa, viuda bastante acomodada. "Para un amor noble, un cariño sincero, los contratiempos no hacen más que exaltarlo", le escribe él, que durante bastante tiempo trata de usted a María. En Cantallops no hay teléfono y hay que llegar en tartana desde La Jonquera; antes hay que ir en tren a Figueres y de allí en autobús al pueblo fronterizo. Todo un día de viaje.

Toldrà vive en Barcelona, ​​donde empieza a abrirse camino como intérprete y compositor. No para, duerme poco. En las misivas con María es muy insistente y apasionado. También tierno y prudente. Seguro de sí mismo, entregado a la música ya ella. Cuando se casan, ya ha compuesto treinta y seis piezas y ha conseguido plaza de profesor en el Conservatorio. Se instalan en la capital.

En verano, el pueblo alto-ampurdanés se convierte en su arcadia (y durante la Guerra Civil, su refugio). En Cantallops encuentra la inspiración. En los viñedos y alcornoques de Can Batlle, hoy convertidos en la Bodega Vinya dels Aspres, se conserva la memoria del músico: se puede visitar la mesa de piedra del bosque de la Plana donde, lápiz en mano, dejaba volar la imaginación sonora, o las estancias de la casa en la que hacía vida, museizadas con su piano y otros muebles, fotos y objetos personales. Recientemente, se ha editado el epistolario de los jóvenes Toldrà y Maria, a quien él a veces cariñosamente decía Mariona: Festejo. Toldrà enamorado y Capdevila también (Dinsic). (El Capdevila al que hace referencia el título es el amigo y biógrafo de Toldrà.)

La relación entre Eduard y Maria se pouó por carta. "María, he llegado a un punto que no sé si es gozo o sufrimiento lo que siento", le escribe. Prácticamente no pueden verse. Las misivas y postales van arriba y abajo. Él, muchas las escribe de noche, a veces desde la propia oficina de Correos de Barcelona, ​​antes de que cierre. Le hace poemas, se inspira para componer obras como la magna Vistas al mar y la sardana Mariona.

Nacido en Vilanova i la Geltrú, virtuoso del violín desde pequeño (hijo de un violinista), injertado de Novecentismo, lector de poesía, dibujante aficionado, Toldrà empezó la actividad profesional como músico a los 12 años tocando en teatros y fiestas mayores. Pronto formó un sexteto para hacer música de brasserie en locales populares como el Oro del Rin. Había que ayudar a la familia. En 1914 fue becado en París, Berlín y Viena con el Cuarteto Renacimiento, que duró hasta 1921. Como violinista reconocido, recorrió toda España con su Bergonzi. Se convirtió en concertino de orquestas como el Orfeó Català y la Pau Casals, con quien trabó amistad. En 1923 ya era profesor en el Conservatorio, donde trabajó hasta la muerte y como director a partir de 1943, año en el que también pasó a dirigir la Orquesta Municipal de Barcelona, ​​lo que le llevó a renunciar a la dirección de la Nacional de España, en Madrid, o en hacer carrera internacional. Sin embargo, llegó a ponerse al frente de treinta y ocho orquestas de todo el mundo. Finizó en 1962, con su amigo Frederic Mompou haciéndole compañía sentado junto a la cama. María le sobrevivió veintitrés años.

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