Peter Stamm: "En la cena con antiguos compañeros de instituto, me gustaba la misma chica de antes"
Escritor. Publica 'El archivo de los sentimientos'
BarcelonaEl escritor suizo Peter Stamm (Münsterlingen, 1963) elige con una meticulosidad elogiable las premisas de sus novelas. En la última de ellas, El archivo de los sentimientos (Cuadernos Crema, 2024; traducción de Marina Bornas Montaña), un documentalista maduro que se ha quedado sin trabajo se obsede con reencontrar a la compañera de instituto de quien se enamoró hace décadas. Mientras piensa cómo llegar –ella es ahora una cantante melódica famosa que rehuye a los seguidores– repasa su vida, con miedo a haberla desperdiciado.
Esta novela nos llega ahora, pero la publicó en alemán en el 2021. ¿Es su particular visión de las historias de pandemia?
— Quizás sí. Es raro que la actualidad me motive a escribir, pero en este caso fue algo así. Nos encontramos en medio de esa situación tan singular y delicada de la pandemia, y se me ocurrió escribir sobre un personaje que vive un poco fuera de su tiempo.
El protagonista es un hombre sin nombre que se ha dedicado a hacer de archivero en un periódico cuando los periódicos tenían archivo.
— Una constante en mis novelas y cuentos es escribir sobre mundos que ya no existen.
Sus personajes son grandes solitarios. ¿Le preocupa especialmente la soledad?
— Si yo viviera totalmente retirado, la soledad no me interesaría tanto. Los temas que me interesan son los que tienen cierta ambivalencia para mí: es verdad que paso horas solo, pero también es cierto que combino la soledad con el contacto social. Voy a presentaciones, mías y otros autores, y participo en grupos de lectura. Son trabajos que valoro mucho. La literatura siempre es comunicación, tanto si nos reunimos con otras personas como cuando el interlocutor no está físicamente. Yo no escribiría libros, si no tuviera lectores.
Déjeme que formule la pregunta de otra forma: aunque no sea un solitario, sus personajes lo son. ¿Por qué?
— Quizás en realidad nunca estoy solo. Incluso cuando escribo me acompañan a los personajes. Existen sólo en mi cabeza, pero también me molestan menos que las personas. ¡Hacen lo que yo les pido que hagan! [ríe].
El personaje de El archivo de los sentimientos piensa constantemente en Franziska, una antigua compañera de instituto de quien había estado enamorado. La chica se le aparece y mantienen diálogos imaginarios.
— A menudo creo que las fantasías son igual de reales que la realidad. Y conforme pasa el tiempo no estamos seguros de qué es real y qué no lo es.
Mientras el documentalista decide si busca o no a Franziska, que ahora se hace llamar Fabienne –es una cantante famosa– vamos conociendo su curiosa psicología. Es un hombre que se ubica a menudo al margen de la normalidad.
— Yo le veo peculiar, pero no más que otras personas. Quizás está algo desequilibrado, pero no está loco.
Usted estudió psicología. ¿Le ha marcado a la hora de aproximarse a los personajes?
— Nunca llegué a ejercer de psicólogo. Hice, eso sí, las prácticas en clínicas de psiquiatría. Me he dado cuenta de que las personas que padecen una enfermedad psíquica no son raras, sino que simplemente han perdido su equilibrio.
Entre las peculiaridades del documentalista hay quien evita tocar los bordes de las baldosas cuando anda. ¿Esto también lo hacía usted?
— Reconozco que sí [ríe]. Y tú, ¿no lo hacías?
He pasado por épocas en las que sí.
— ¿Lo ves?
Le haré otra confesión: también mantuve un archivo abierto durante un tiempo.
— ¿Un archivo de clasificación de artículos periodísticos?
No, más personal y literario.
— En la novela el archivo del documentalista consistía en agrupar contenidos para facilitar el trabajo de los periodistas en caso de que le pidieran. Internet hizo obsoleta este trabajo. Por otra parte, muchos archivos de periódicos no eran ninguna maravilla. Los contenidos se copiaban unos a otros incluso antes de Google.
Una de las entradas del archivo del documentalista es sobre Fabienne: sobre sus logros musicales, pero también sobre los amores que ha tenido... Ha idealizado ese viejo amor.
— Él está dispuesto a llegar a la realidad, que es menos ideal, más fea y huele más. Soy un gran defensor de la realidad.
¡Pero usted escribe ficción!
— Puede parecer absurdo. Escribo ficciones para defender la realidad. Entiendo esta realidad como algo que derriba las máscaras y prejuicios que tenemos. Las novelas pueden ayudarnos a abrir los ojos.
¿Hay un momento de la vida en el que necesitamos buscar la verdad?
— A la vida llega un momento en el que empiezas a preguntarte qué más llegará. Haces balance. Te preguntas si has aprovechado el tiempo.
Usted acaba de entrar en los sesenta. ¿Su balance es positivo?
— Mis personajes tienen una edad similar a la mía cuando escribo. Si miras atrás, siempre piensas que las cosas tenían que pasar como han pasado, aunque había otras muchas opciones. Diría que en mi vida, a grandes rasgos, todo ha llegado a su momento.
"Nos hacemos viejos. Si no nos duele algo, es que estamos muertos", dice uno de los personajes.
— A mí todavía no me duele nada. Toco madera para continuar así muchos años [ríe].
Uno de los capítulos de la novela recrea un encuentro entre antiguos estudiantes de instituto. ¿Debemos imaginarlo habiendo asistido a una de estas cenas?
— Sí, sí, no me he escapado.
¿Y cómo fue?
— Las cenas con antiguos compañeros de instituto nos recuerdan que no cambiamos nada. Esto me parece fascinante. Cuando fui, pensaba que no reconocería a nadie, y me equivocaba. Todo el mundo era igual, sobre todo en cuanto a los roles que desarrollábamos años atrás. Lo que explicaba malos chistes seguía contando malos chistes. Lo que era aburrido seguía aburriendo a los demás. Y me gustaba la misma chica de antaño.
¿Reencontrarse con la Franziska real es positivo o decepcionante?
— La realidad es siempre preferible a la idealización. Los ideales son incompletos.
Cada vez más las relaciones crecen al margen del contacto real, llegando desde la virtualidad. ¿Cómo lo vive usted?
— La fricción es un fenómeno que sólo se da en contacto con los demás y es crucial. En las relaciones amorosas ocurre lo mismo. En estos foros de internet en los que la gente comparte fantasías se da ese tipo de locura que no existe en la realidad.