La distopía hipertecnificada y deshumanizadora de Ali Smith
'Gliff' presenta una sociedad totalitaria dividida entre los que se pliegan en las normas férreas y los que están excluidos de ella
- Ali Smith
- Rayo Verde / Nórdica
- Traducción de Dolores Udina
- 234 páginas / 21,95 euros
A diferencia de algunos de los clásicos indiscutibles de la literatura distópica, por ejemplo Un mundo feliz de Aldous Huxley, 1984 de George Orwell o Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, que de una forma más o menos definida y precisa muestran cómo son y cómo funcionan las sociedades monstruosamente controladoras que literaturizan, en su nueva novela, Gliff, la británica Ali Smith (1962) sólo nos lo muestra de forma vaga, parcial, a partir de pocos detalles significativos, haciendo un dibujo global tirando a abstracto. Lo hace a propósito, claro, y ésta digamos esta imprecisión deliberada tiene en los mejores pasajes de la obra un poder de sugestión francamente inquietante. En conjunto, le quita capacidad simbólica y representativa, desactivando su fuerza expresiva y rebajando su temperatura emocional y dramática.
Al igual que todos los sistemas totalitarios, el de Gliff está dividido entre aquellos que forman parte de ellos porque se pliegan a las normas férreas y deshumanizadoras que lo rigen y aquellos que están excluidos porque no quieren plegarse o porque, por razones morales, ideológicas o de comportamiento, han sido expulsados o rechazados. En este caso, también al igual que en todos los sistemas totalitarios, ser excluido significa que no tienes derecho a nada y que, en la práctica, ni siquiera tienes derecho a ser: marcan con pintura roja la casa donde vives y te desalojan y la destruyen, no te permiten el acceso ni a internet ni a ningún tipo de dispositivo digital –lo cual, en una sociedad, en una sociedad también a ser precariamente libre– y, por último, eres considerado "no-verificable", un estatus oficial que te deja en la indefensión absoluta, el paso previo a ser "eliminado". De los que forman parte del sistema, la autora nos da aún menos detalles. Hace referencia al "edificio del Nivel de Entrega", en cuyo sótano se encuentra "la Cinta de Embalaje", conceptos y etiquetas que remiten a un mundo controlado por empresas al estilo Amazon, un totalitarismo capitalista del consumo y del sometimiento revestido de neutralidad postideológica.
La lógica extraña de las pesadillas
Por este escenario distópico, Ali Smith hace deambular a dos hermanos, Bri y Rose, que son "no-verificables" porque su madre, ya desaparecida, quiso protegerles de las garras del poder. Con una estructura que hasta bien avanzada la novela no permite al lector ubicarse del todo en términos temporales –eso ocurrió hace cinco años, esto está ocurriendo ahora, esto ocurrió hace mucho tiempo–, el argumento de Gliff se despliega con la lógica extraña e imprevisible de las pesadillas. Al igual que en las pesadillas, aquí tampoco falta un elemento simbólico clave: los caballos. El título de la novela, una palabra que en inglés no significa nada, es justamente el nombre de un caballo que convive durante un tiempo con los protagonistas y que, en el mundo opresivo y gris que les atrapa y les amenaza, remite a todo lo bueno que se ha perdido y añora: la nobleza, la libertad, la belleza
Desoladora y angustiosa, pero también con rendijas de esperanza y de combatividad, Gliff quizá sea un Ali Smith menor, pero luce la inteligencia atrevida y el estilo vivo y audaz de la autora, trasladado al catalán con la solvencia habitual por Dolors Udina.