Literatura

Dolores Redondo: "En Legarrea hubo la última ejecución por brujería de España"

En la novela 'Las que no duermen NASH', la escritora vasca se inspira en un terrible crimen ocurrido en Navarra en 1936

La escritora Dolores Redondo.
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ElizondoLa escritora Dolores Redondo (San Sebastián, 1969) prefiere no hacerse ninguna fotografía junto a la sima de Legarrea, en Gaztelu (Guipúzcoa). Está a los pies de una haya enorme y da vértigo: son 60 metros de profundidad, es estrecha y oscura, y es el escenario de crímenes reales. Tiene un papel esencial en Las que no duermen NASH, publicada por Destino en castellano y por Columna en catalán (con traducción de Núria Parés Sellarès), la segunda novela de un cuarteto literario que la escritora empezó con Esperando al diluvio (Columna/Destino).

Redondo no puede evitar que le afecte estar cerca de la sima. En el 2015 encontraron los restos de un joven desaparecido en el 2008. Nunca pudo acusarse a nadie de su homicidio. Un año después, cuando los espeleólogos pudieron volver a bajar, lo que encontraron bajo un montón de desechos fue mucho más estremecedor: los huesos de Juana Josefa Goñi, que estaba embarazada, y seis de sus hijos, que tenían entre 18 meses y 16 años. Se confirmó lo que se creía que era sólo una leyenda inverosímil: una noche de agosto de 1936 decenas de vecinos de Gaztelu, un pueblo de poco más de 300 habitantes, habían ido a buscar a Josefa y sus hijos, les habían hecho andar y los habían despeñado en la sima. Redondo explica que no fue por razones políticas ni ideológicas. El marido y el hijo mayor de Josefa se habían alistado en el bando franquista, y ella se quedó sola con los niños. Primero la expulsaron del pueblo, malvivió en una cabaña de pastores, y después la mataron con todos los niños.

La periodista Alicia del Castillo subió prácticamente todos los días cuando se exhumaron los restos de esta familia de Gaztelu. "He crecido aquí y todos creíamos que era una leyenda, que no podía ser verdad", dice. Cuando los exhumaron, se realizó una ceremonia de homenaje y asistieron muchos vecinos de Gaztelu. "Supongo que había un sentimiento de culpa en las familias y era una forma de romper con este pasado. Una vecina, cuando falleció, en su testamento, dejó en herencia un nicho por si la familia aparecía", añade Castillo. Es un crimen que nunca se ha despejado. "El silencio sobre lo que sucedió es absoluto, pero, para hacer esto, el odio debía ser muy potente. Odiaban y temían a Josefa. Decían que utilizaba la antigua religión, que era muy guapa, que era diferente. .. no hay ninguna explicación que ayude a entenderlo", afirma la autora. "Es la última ejecución por brujería del país", añade. En Navarra existe la creencia de que a las simas echaban brujas. Por eso, muchas reciben el nombre de sorginkoba (la cueva de las brujas).

Las creencias como motor de un crimen

La nueva heroína de Dolores Redondo, la psicóloga forense Nash Elizondo, desciende a las profundidades de la sima, pero los crímenes que debe resolver no son reales, sino fruto de la imaginación de la escritora vasca, que vuelve a mezclar hábilmente, como ya hizo en la trilogía de Baztan, novela negra con mitología, creencias y miedos ancestrales. "Cuando empecé costaba que se aceptara, porque el misticismo estaba fuera de los márgenes. Ahora muchos escritores lo utilizan. Al fin y al cabo, la fe, una fe pervertida, las creencias, el miedo y las supersticiones pueden hacer cometer un crimen", asegura la escritora, que ya lleva 5 millones de libros vendidos, ha sido traducida a 39 idiomas y ha visto cómo de sus libros se han hecho series y películas en Italia, Francia y España.

Los Valles Tranquiles, como se llaman los de Baztan, Bortziriak y Malerreka, es el nombre del cuarteto de libros que ahora está escribiendo Redondo, que tiene muy claro cómo evolucionará y acabará. Es un lugar verde y húmedo, con árboles gigantescos y ríos engañosamente inofensivos. No sólo hay historias que han nacido de miedos ancestrales, sino también de contrabandistas del siglo XXI. La tranquilidad, según Redondo, que ahora tiene una casa en Baztán, es sólo aparente. "Cuando escribes tienes que pensarlo todo, y me he hecho muchas preguntas que no salen en el libro. He tenido pesadillas con esta sima", asegura.

Nash ha venido para quedarse. "Me ha permitido explorar otros caminos, porque como psicóloga forense no puede presentarse a un sitio y preguntar, cómo lo haría un policía. Tiene que ser mucho más empática y no debe cuestionarse sólo quién y cuándo, sino también el porqué", detalla. Como la otra heroína de Redondo, Amaia Salazar (la protagonista de la trilogía de Baztan y con quien Nash congenia), es fuerte y decidida y la crió su madre sola. La escritora tiene predilección por los matriarcados. "Mi padre trabajaba en el mar y estaba muy fuera de casa. Crecí con mi madre, tías, primas, abuela...", dice Redondo.

El poder de las mujeres

Nash y Amaia no son las únicas mujeres potentes de esta última novela. Hay también las Mitxelena, una madre y dos hijas que tienen una funeraria: "He disfrutado muchísimo con las Mitxelena. Son irreverentes y hacen lo que les da la gana". La otra mujer que aparece en la novela es la propia escritora. "A veces estoy en un bar o comprando en el pueblo y alguien entra preguntando dónde está la casa de Redondo, o cómo llegar a un sitio de la ruta del Baztán, y tengo la sensación de que Redondo es otra persona. Las novelas han tenido un fuerte impacto en el pueblo, incluso en la comisaría de Elizondo está el despacho de Amaia Salazar. Me gustó el juego de ser un personaje y decir cosas que se dicen de mí, como que tengo un interior muy oscuro o que seguramente he tenido una infancia traumática", relata con una media sonrisa.

En la novela hay muchos otros guiños a personas que ha conocido a la escritora. E incluso aparece algo muy real. Nash ayuda a nacer una niña a la que llama Leire, que es también el nombre de la sobrina de Redondo. "La ayudé a nacer porque estábamos en la casa de mi hermana, en la Galicia rural, y no llegábamos a tiempo al hospital. Pensé lo mismo que piensa Nash en la novela. Que por favor ocurriera algo y yo no tuviera que pasar por eso. Fue muy primitivo y, afortunadamente, fue todo bien. Ahora Leire y yo tenemos una conexión muy especial", explica.

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