01. El regreso (1940).02. Golconda, un guaix de 1953. 03. El Museo Magritte, convertido en obra de arte. 04. El artista, fotografiado en 1965 por Duane Michals.
05/04/2024
3 min

BarcelonaEstos días he tenido que reposo por un tema de salud. Esto ha coincidido con una época en la que las redes sociales me aburren soberanamente y, además, me he distanciado de algunas personas con las que consumía muchas horas de WhatsApp. Este alumbramiento virtual me ha dejado tiempo para dedicarme a lo que me hace chalar más del mundo: hacer maratones de lectura, series y películas. Pocas cosas me gustan más que leerme un libro o mirar una temporada de una serie en un solo día, deteniéndome apenas para comer, o ni siquiera eso.

Uno de los libros que he devorado ha sido The wave in the mind, talks and essays on the writer, the reader and the imagination, deUrsula K. Le Guin (disponible en castellano en Círculo de Tiza), que es una recopilación de los textos de no ficción de la autora, considerada una de las maestras de la literatura fantástica contemporánea. Le Guin toca temas muy diversos en estos ensayos, desde lecturas hasta reflexiones sobre la belleza, hacerse mayor, escribir o ser mujer. Lo que vertebra los textos, sin embargo, es la importancia de la imaginación y de la ficción como herramientas indispensables para comprender y navegar en un mundo complejo ya menudo ingrato.

La palabra fantasía, nos cuenta la autora, proviene del griego phantasia, que significa "lo que se hace visible". En inglés, el concepto fue transformándose a lo largo de los siglos. Para los escolásticos de la baja Edad Media significaba "la aprehensión mental de un objeto de la percepción", es decir, el acto mismo de comprender el mundo que nos rodea. Con el tiempo, llegó a significar justo lo contrario: una alucinación o la costumbre de engañarse a uno mismo. Y, más adelante, pasó a significar la propia imaginación: "El proceso, la facultad o el resultado de formar representaciones mentales de cosas que en realidad no están presentes". Le Guin admira esa ambigüedad de la palabra, que se sitúa entre la ilusión y la insensatez, y una profunda conexión de la mente con la realidad. De esta frontera surgió una nueva acepción del término, lo que los psicólogos entendemos por "fantasear", es decir, soñar despierto o utilizar la imaginación de manera terapéutica para descubrir razones que la razón desconoce, proceso que permite el autoconocimiento .

Conectar a fondo contigo misma

Es por esta razón que la autora defiende la ficción como una de las mejores formas de entender la realidad; incluso más útil que la experiencia vivida, porque a menudo la experiencia nos pasa tan por encima que no tenemos tiempo de comprender lo que vivimos y sentimos. Para Le Guin, la ficción más poderosa para recorrer este camino de conexión con uno mismo es la fantasía: la ficción realista es esclava del aquí y ahora y, en cambio, la fantasía nos libra de las formas de vivir, la moral, las costumbres o las leyes de una época y de un lugar concretos. La fantasía es universal, dice, porque su esencia es la materia psíquica, las constantes humanas.

Corre un mem por las redes sociales que podría haber escrito Le Guin y que dice: "Obtengo mis noticias de la única fuente fiable, el simbolismo críptico de mis sueños". Será por eso que, después de estos días de desconexión y de inmersión en la fantasía y los sueños, salgo con la sensación, nada paradójico, de haber conectado a fondo conmigo misma y con el luto por los amigos que han quedado atrás o por la sensación de invulnerabilidad que se pierde tras pasar la frontera de los cuarenta.

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