Àfrica Alonso: "Hay un sector de la sociedad a quien le gustaría que volviéramos al armario"
Escritora, actriz y compositora
BarcelonaIsabel y Carmen fueron dos maestros que se conocieron en un pueblo de Valencia y se enamoraron en tiempos de Franco. Vivieron juntas más de 20 años, pero nunca hicieron público que eran pareja. Un día tomaron una decisión, que no podemos revelar por no hacer spoiler, y sus nombres salieron a la prensa. Mientras investigaba, la actriz, compositora y escritora África Alonso (Barcelona, 1995), se topó con su historia y se preguntó qué las había llevado hasta allí. Hizo un musical, en el que ella misma se pone en la piel de Isabel, que se estrenó en 2020 y se ha representado más de 200 veces. Ahora, después de una investigación que la lleva hasta el pueblo donde vivieron las dos maestras, ha escrito una novela, Una luz tímida (Empúries/Seix Barral).
¿Cómo conociste la historia de Carmen y Isabel?
— Había ido a ver el documental Gritos de libertad, de Maria Khan [recoge las vivencias y reflexiones de personas LGTB que explican la represión que vivieron durante el franquismo], y empecé a buscar más información por internet. Encontré un par de noticias de 1998 que contaban el final de la historia de Carmen y Isabel. Formo parte del colectivo LGTBIQ+ y estas historias me interesan. Entonces empecé a preguntarme cómo se habían conocido, cómo se habían enamorado y qué las podría haber llevado a terminar cómo acabaron. En la noticia también se mencionaba que a Carmen le habían internado en un establecimiento psiquiátrico y le habían sometido a electrochoques. Cuando hice el musical partí de su historia, pero escribí la mía propia y me inspiré en otras muchas mujeres lesbianas que yo conocía. A través de todos estos testimonios imaginé a Isabel y Carmen, dos personajes muy diferentes. Lo curioso es que, cuando investigué más su historia real para escribir el libro, no eran muy diferentes de cómo me las había imaginado. Algunos exalumnos suyos vinieron a ver la obra y dijeron que eran como las representábamos.
¿Existen muchos puntos en común entre ellas y las mujeres que hoy forman parte del colectivo LGTBIQ+?
— El aislamiento, la doble vida, mostrar una cara pero esconder otra... Creo que esto hace que la historia apele tanto a la gente joven como a la gente mayor.
Sin embargo, el contexto ha cambiado bastante.
— Igualmente existe un puente, una conexión. Hay personas jóvenes que, por el momento político que vivimos, tienen cierto miedo a que vuelva la represión. Hay un sector de la sociedad a la que le gustaría que volviéramos al armario. Existe un aumento de la extrema derecha y se están disparando las agresiones homófobas. Y hay ganas de hacer frente a esto, de evitar que esto acabe ocurriendo. Creo que conocer historias como la que cuenta Una luz tímida puede ayudarle a tomar conciencia de la necesidad de defender nuestros derechos. Debemos dignificar historias como la de Isabel y Carmen, que llegaron y se marcharon sin hacer ruido. Su versión de hechos no se ha explicado y es muy importante hacerlo. Es importante que conozcamos su historia y que hablemos de ella. También lo es que escribamos nuestras historias, que seguramente estarán mucho más libres de prejuicios y vergüenzas. Al mismo tiempo, compartimos muchas cosas con ambas, como cuando te das cuenta de que eres diferente, te preguntas si encajarás, si te querrán, si está bien eso que sientes, si encontrarás a alguien que sienta lo mismo...
Explicabas que para escribir el libro hiciste investigación. ¿Fue fácil hablar con quienes conocieron a las dos maestras?
— Fui a vivir un tiempo a Manuel, el pueblo donde ellas habían estado. Me acogieron muy bien. Pude perfilar mucho mejor a los personajes a través de los recuerdos de las personas que las tuvieron como maestros y de todo lo que me contaron sus excompañeros. Corroboré cosas que ya imaginaba y descubrí otras que no sabía. Lo complicado fue vencer al tabú: todavía hay mucha gente que cuando hablaban de ellas no decían que eran lesbianas, porque creían que si lo hacían ofendían su memoria. Aún perciben su sexualidad como algo personal e íntimo que debe esconderse. También me ha servido mucho hablar con personas que vivieron en su época, tanto por lo que me han explicado como por lo que no quieren hablar. Una gran fuente de información han sido Paco y Rafa. Ahora ellas tendrían más o menos su edad. Ellos no se quedaron en el pueblo, se fueron a Londres porque sentían que a Manuel no podían vivir su sexualidad libremente. Lo que ellos pudieron hacer –se acabaron casando a Manuel– no pudieron hacerlo mis personajes. Realmente, Carmen e Isabel debían sufrir muchísimo.
¿El hecho de que fueran maestros lo hacía todo aún más difícil?
— Debió de ser muy difícil mantener el equilibrio. Ocultar su relación teniendo en cuenta que eran maestros y tenían a los padres y la dirección del centro encima. Creo que lo más complicado para ellas sería ponerse cada día el disfraz cuando salían de casa y quitárselo cuando volvían a entrar.