Crítica literaria

Joan Pons, alta prestidigitación literaria

'El perro de Camus' es una joya que no debería pasar inadvertida a los lectores exigentes

Albert Camus
24/09/2025
3 min
  • Llentrisca Ediciones
  • Prólogo de Michel Bourret
  • 276 páginas. 23 euros

Descubrí a Joan Pons hace casi 35 años, con su debut narrativo: el encuentro de relatos No crea lo que dicen de mí(Columna, 1991). Me pareció un bautizo de fuego literario más que prometedor. Desde entonces, no he dejado de seguirlo, y, a menudo, de comentar su producción en los medios: El laberinto de las jirafas(Proa, 1999), Hombres solos(Proa, 2001), La casa de hielo(Bromera, 2009) o La enfermedad del corazón(Univers, 2022) son algunos de sus libros más destacados, novelas vigorosas. Pons sobresale en lo que podría llamarse novela de aventuras moral: sus historias resultan siempre lectoras, pero el trasfondo suele hurgarnos, sino acusarnos incluso. Como si fuera un sobrino de Baltasar Porcel o de Jesús Moncada. Tiene oficio, cosas que decir. Por eso nunca me he explicado que disfrute de tan poco eco. Que sea, en el panorama literario del país, un autor casi invisible. En 2016 se estrenó como poeta con un libro meritorio: La isla de los árboles vencidos (AdiA). Sus títulos se encuentran esparcidos en muchos sellos editoriales, demasiado. ¿Cómo es que ningún editor ha apostado en serio por él?

El libro de ahora es una joya que no debería pasar inadvertida a los lectores exigentes. El autor ha creado un artefacto narrativo muy preciso, con un sinfín de voces, que tiene dos ejes argumentales: por un lado, el desgraciado accidente de coche de Michel Gallimard y Albert Camus en Villeblevin, del que salieron indemnes la mujer del editor y el perro que tenían hasta su rastro de Camo de Camo y, de momento, no querrá moverse); y, por otro, la historia de Albert Sintes, un menorquín que hace de sepultureros en la localidad provenzal de Lormarin (en la novela, siempre en francés: Lourmarin); un niño de la guerra de España que, a diferencia de sus padres, puede huir por piernas de la isla, se embarca in extremisy llega hasta Argel, para hacer todo tipo de trabajillos precarios y sufrir toda ley de privaciones, y que, finalmente, hará hacia Francia. Se enamorará de Lucienne Cardinal, la bibliotecaria de Lormarin, y ella de él, y vivirán una historia de amor que permitirá, al hombre, reencontrar sus raíces, 23 años después.

Una novela polifónica

Describir, como lo he hecho, un argumento da pocas pistas sobre la belleza y la profundidad de una novela. Porque, más allá del despliegue imaginativo ponsiano, lo esencial, en mi opinión, se encuentra en otros aspectos. La novela se estructura en cuatro partes, y cada una se compone de fragmentos relativamente cortos, representados por puntos de vista distintos. Aparte del de los protagonistas reseñados, toman parte animales, objetos, vientos, rocas... Y el árbol del siniestro. Todos dicen la suya, y contribuyen a colorear el retablo. Hay detalles magníficos, como éste que hace referencia a los acebuches: "Se parecían a frailes orando". La mención del Cándido, en el inicio de la obra, no es nada gratuito: Albert Sintes parece, a menudo, la imagen rediviva del héroe voltairiano.

La presentación es la de una novela de aventuras; el alma, la de un libro que habla de la identidad personal y de la idiosincrasia de los pueblos, de la libertad y la traición, de los que vencen efectivamente una guerra y de los que, moralmente, acaban siendo ganadores aunque hayan hecho la piel. Los dos protagonistas huyen en busca de una verdad que, a fin de cuentas, les será concedida. Camus desarrolló toda su filosofía en torno al concepto del absurdo de la vida humana: Albert y Lucienne —que lo juzgue el lector— tal vez lleguen a contradecir, con su osado ejemplo vital, esta teoría.

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