Literatura

Manuel Baixauli: "A alguien que será padre le diría «No tengas miedo a ser riguroso con los hijos»"

El escritor valenciano aborda la relación conflictiva entre un padre y un hijo adolescente en la novela 'Cavall, atleta, ocell'

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El escritor Manuel Baixauli, en la librería Ona de Barcelona.

BarcelonaHace bastantes años, mientras visitaba un museo, el escritor Manuel Baixauli (Sueca, 1963) quedó cautivado por una pequeña estampa que todavía recuerda con frecuencia: un padre acompañaba al hijo casi adolescente por las salas de la exposición y, entre cuadro y cuadro, el joven soñaba con que cuando fuera mayor él también sería artista. "Para el hijo todo era "yo, yo, yo" y para el padre, en cambio, "él, él, él". Me golpeó esta asimetría, que no he comprendido del todo hasta que yo también he sido padre", explica Baixauli. Esta anécdota es "la chispa" que ha motivado Caballo, atleta, pájaro (Periscopio), la última novela del escritor valenciano, que llegó a las librerías la semana pasada y está teniendo un recibimiento espectacular. Baixauli, que en el 2020 ganó el premio Librero con Ignoto, aborda ahora la relación conflictiva entre Alapont, un carpintero que lleva una vida más bien ordinaria, y su hijo Aristides, que vive una adolescencia problemática, marcada por la muerte de la madre.

"Tanto el padre como el hijo tienen razón –dice el autor–. Es lógico que Aristides se sienta un poco oprimido por el padre y, a la vez, entiendo que Alapont tenga miedo de que el hijo se derroche". Aunque piensa que "los hijos siempre han sido un tema conflictivo", Baixauli cree que la tecnología ha acentuado el reto que supone educar a un niño. "No podemos controlar la tecnología, nos domina y tiene consecuencias imprevisibles, para bien y para mal", dice el escritor, quien cree que "todo el mundo está algo desconcertado" por el impacto de las pantallas en nuestras vidas y especialmente en las de los jóvenes. "Si tuviera que dar un consejo a alguien que va a ser padre, le diría «No tengas miedo de ser riguroso con los hijos»", añade.

Todos los sitios que aparecen en Caballo, atleta, pájaro son familiares para el autor, que acude a la vida cotidiana para tramar sus historias. "No escribo sobre asesinatos, ni guerras, ni violaciones –explica–. Cualquier vida es rica en conflictos, no hace falta adulterarla. Vivir es conflictivo, solo la muerte es quietud y calma". Ahora bien, Baixauli resalta que lo que escribe no es autoficción. "Mi vida exterior es anodina, hago cosas muy ordinarias", dice el escritor, que se decanta por inventar otras realidades. "La imaginación es una pugna contra los límites que nace del inconformismo, de la insatisfacción y, a menudo, también de la desesperación", añade. Aparte de la imaginación, Baixauli tiene como motor creativo una cierta perplejidad hacia el mundo: "La vida es un continuo de sorpresas, hay muchas cosas que no acabo de entender y cuando escribo me lo miro todo como si fuera la primera vez".

Un universo literario muy propio

Baixauli tiene al lector acostumbrado a unas novelas fragmentarias, enigmáticas, que se expanden lentamente y de forma desordenada. En sus palabras: "Escribo novelas laberínticas, como rompecabezas". Pero esta vez se ha encontrado escribiendo una historia lineal. "Nunca me había pasado", explica el autor, quien al mismo tiempo reconoce que todos sus libros "son ramas de un mismo árbol, capítulos de una misma obra".

"Cuando empiezo un libro nuevo intento huir de mí, pienso que no tendrá nada que ver con los libros anteriores, pero cuando lo termino, después de cuatro o cinco años y habiendo hecho más de diez versiones, siempre vuelvo a estar en casa", añade. Baixauli ha logrado crear un universo literario muy propio, en el que conviven unos motivos y unos personajes que se repiten novela tras novela. "Es lo mismo que hacían directores como Woody Allen, Andrei Tarkovski e Ingmar Bergman, que elegían siempre a los mismos actores. Cuando has encontrado a un personaje que da juego, le vuelves a gritar. Y todos siempre dicen que sí", dice.

El cine, la música, la arquitectura y la pintura (que Baixauli compagina con la literatura) empapan transversalmente la novela, que lleva por título una frase del cineasta Robert Bresson. Estas tres palabras "recuerdan la importancia del tempo, la respiración, la gestión del ritmo, que son esenciales en cualquier obra de arte", según el autor.

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