Silvia Avallone: "La mejor forma de vengarse del mal es la justicia social"
Escritora. Publica 'Corazón negro'
BarcelonaHace casi quince años que los lectores catalanes no podíamos leer Silvia Avallone (Biella, 1984). Tras su debut, la sobrecogedora novela De acero (Ediciones 62, 2011) –centrada en el presente desesperado y nihilista de un grupo de jóvenes que trabajan en una fábrica en la Toscana–, la autora italiana dejó de ser traducida al catalán y al castellano, aunque sus libros han seguido agujereando tanto en su país como en algunas de las 30 lenguas. Coro negro (Empúries / Temas de Hoy, 2025; traducida al catalán por Pau Vidal) explica el encuentro entre dos personajes heridos en un pueblo de montaña minúsculo. Emilia llega después de pasar una larga temporada en prisión. Bruno, en cambio, todavía se siente culpable por haber sobrevivido a la masacre que acabó con su familia. La prosa de Avallone, precisa y salpimentada de poderosas imágenes, avanza a dos tiempos: el del relato en primera persona de Bruno y el que, en tercera persona, trata de sacar el entramado de Emilia. La novela, publicada en italiano el año pasado, ha ganado premios como Viareggio y Elsa Morante y está en proceso de traducción a una veintena de lenguas.
Queda nada de la escritora que debutó con De acero, en Coro negro, ¿su quinta novela?
— De acero era la novela de la rabia, de reivindicar que la gente de mi generación pudiera tener trabajos decentes, de marchar de la provincia para soñar a lo grande... Entre ese momento y ahora me han pasado muchas cosas. He tenido dos hijos y he tenido que superar lutos. En Coro negro necesitaba explorar temas como el mal, el perdón y la redención.
Tanto Emilia como Bruno viven en Sassaia, un minúsculo pueblo de montaña situado en la región del Piamonte.
— Ir a parar permitió que naciera el personaje de Emilia. Sassaia es como una isla en medio del bosque, un lugar al margen de la historia en mayúsculas. También de las nuevas tecnologías.
Este aislamiento permite que los dos personajes se conozcan y empiecen una relación que les llevará a saber qué traumas les torturan.
— En un lugar abandonado como Sassaia tienes que hacerte la colada y debes quitar la nieve a paladas, pero también es más fácil encontrarte con alguien sin distracciones, cara a cara. Esa fisicidad les permite excavar en lo que han vivido antes. Ambos deben ajustar cuentas con el pasado.
La novela se pregunta si la salvación es posible, y también si la cárcel puede curar quien ha cometido un crimen.
— La respuesta no es sencilla. El mal irreparable no puede curarse, se queda dentro de ti y hay que tenerlo presente. No debe olvidarse ni redimensionarse. La justicia social es la mejor forma de vengarse del mal. Por eso estoy de acuerdo con el artículo 27 de la Constitución italiana, cuando dice que cualquier pena de prisión debe tender a la reeducación. Esto funciona sobre todo con adolescentes como Emilia, que tiene la suerte de contar con una red tanto dentro como fuera de la cárcel: dentro tiene las educadoras, la directora y las amigas; fuera, el apoyo incondicional de su padre, de alguien que le da un trabajo y de un hombre, Bruno, que acaba enamorándose.
Cuanto más se conocen, más detalles oscuros conocen el uno del otro.
— La mejor forma de enfrentarte al mal es de cara. Levántate, deja los psicofármacos, estudia: tienes futuro.
Bruno tampoco pasa por un buen momento. Desde que su familia murió asesinada, se siente culpable de haber sobrevivido. Siente que nunca ha sido joven. Aunque trabaje de maestro de primaria, cuando no está en la escuela vive encerrado en casa.
— Tanto Bruno como Emilia han sido devorados por el dolor en un momento crucial de sus vidas. Ni uno ni otro se han podido desbocar durante la adolescencia. Ahora que ambos se encuentran en la treintena han hecho intentos tímidos de salir adelante, pero no han sido eficaces, porque ninguno de los dos se ha atrevido a tener una relación que les obligue a saber quiénes son.
Coro negro va más allá de la literatura del trauma que cada vez abunda más.
— Debemos salir de esa obsesión del yo y hacer el esfuerzo de ir a encontrar a los demás. Hay que abrirnos a este enorme mundo que tenemos delante, satisfacer la curiosidad e impulsarnos hacia otro lado... Estamos en una época en la que predomina el yo. Nos interesa explorar la imperfección, los traumas y los momentos de gloria del yo, y no nos damos cuenta de que nos estamos encerrando en una cárcel. Nos simplificamos. La literatura nos recuerda que somos historias. Siempre estamos a tiempo de cambiar.
Los personajes del libro exploran al nosotros que nace con una nueva relación. Pero el amor implica saber del otro, y eso duele.
— Totalmente. Las soluciones fáciles e instantáneas no existen. Los problemas pueden afrontarse a lo largo del tiempo. El amor no es el placer inmediato ni el "Me gusta" que imperan en nuestra época. El amor es también la aceptación de lo que no me gusta. Es el cansancio. Es lo contrario de la simplicidad.
Ni Emilia ni Bruno lo han tenido fácil. La madre de ella –buena lectora, generosa, siempre dispuesta a ayudar a los demás– muere a los 36 años.
— La vida no debe nada. Si nos da una migaja de felicidad es un gran regalo, pero si nos duele –y esto ocurre a menudo– no debemos acumular odio ni resentimiento. Emilia no puede evitarlo, quizá porque es una adolescente cuando le pasa. Si has tenido una madre maravillosa y la has perdido, no te hundas: celebrélala.
En De acero había personajes que votaban a Berlusconi. El mundo, quince años después, no ha ido a mejor... Pero a Coro negro hay esperanza.
— Nos encontramos en un momento histórico angustioso. Sólo se da valor al rendimiento, eficiencia y beneficio. Se pisan los derechos humanos en todas partes constantemente. Aún así, en esta realidad terrible de ahora, a pequeña escala los milagros todavía son posibles. En un lugar como Sassaia, lejos de las guerras y de los teléfonos móviles, las personas todavía pueden encontrarse a sí mismas cara a cara. La ambición vital no puede ser el sueldo que ganamos o el coche que tenemos, sino construir algo juntos y tratar de dejar un mundo mejor a nuestros hijos.