En un mundo deshumanizado como el nuestro, ¿aún podemos conectar con los demás?
En 'Los vulnerables', Sigrid Nunez explora la relación casi imposible entre una escritora madura y un chico forzados a convivir durante el confinamiento pandémico en Nueva York
- Sigrid Nunez
- La Otra/Anagrama
- Trad. Ariadna Pozos
- 220 páginas / 18,90 euros
Las novelas de Sigrid Nunez comparten un aire de familia con las que publica últimamente Ali Smith o, aún más, con las novelas autobiográficas de Deborah Levy: hay una narradora solitaria y femenina que explica cosas que le han pasado a la autora de forma más o menos disimulada y que lo va hilando con reflexiones sobre el mundo de hoy, convulso y con más oscuridad de la que estábamos dispuestos en aceptar. En el caso de Sigrid Nunez, además, existe un alud de lecturas que iluminan los pasos que la llevan de un lado para otro y es en la solidez del vínculo entre libros y vida que radica la eficacia de la propuesta. Después del éxito de El amigo, que ganó uno de los premios gordos de la literatura norteamericana, el National Book Award, y de Cuál es tu tormento, que ha sido adaptada al cine por Pedro Almodóvar, llega Los vulnerables para acabar de remachar el clavo sobre el tema por excelencia de Nunez: en un mundo deshumanizado como el nuestro, ¿podemos conectar con las demás personas de forma realmente empática? Y, sobre todo, la literatura y el conocimiento ¿pueden ser las fuentes de esa empatía? Nunez atraviesa indemne las peligrosas aguas que rodean la palabra “ayuda” ligada a los libros y al arte en general, y se permite dudar y hacer dudar a los lectores: podemos, sí, pero debemos estar muy atentos porque las oportunidades para conectar serán cada vez menos numerosas. En el caso deLos vulnerables, la pregunta se hace más concreta: ¿fueron útiles, el confinamiento y la pandemia de COVID-19, para volver a conectar unos con otros? La respuesta no está del todo clara.
La novela comienza con un encuentro entre amigas después de un funeral, al que sigue el recuerdo de los tiempos del confinamiento, entre 2020 y 2021, cuando Sigrid Nunez cedió su apartamento neoyorquino a una médica, y ella se trasladó al gigantesco y lujoso piso de unos amigos que sufrían porque habían dejado una mascota con pico y plumas verdes: un loro. Al poco tiempo, un chico (hijo de otros amigos de los propietarios) interrumpió el aislamiento de la escritora y se instaló en el piso. El choque generacional entre Nunez y el chico estalló enseguida: un representante de la generación Z y una más que boomer chocaban por los temas más o menos previsibles: falta de responsabilidades, salud mental, opciones veganas contra bocadillos aceitosos de carne magra... Pero gracias a un cierto relajamiento de ambos se produjo la conexión que parecía imposible, y fluyó la conversación. Una conversación que el libro sirve mezclada con recuerdos de niñez de la autora, pesadillas con Donald Trump de protagonista y consejos para desbloquear escritores: dentro de la coctelera de Sigrid Nunez (casi) todo tiene un sitio y (casi) todo toca la tecla adecuada para hacernos la compañía justa, la que hace la buena música o un buen amigo, que nos conmovía y nos provoca y nos cuestiona sin ofendernos y que, después de una conversación de dos horas en el teléfono o en una barra de bar, dejamos para volver a casa con el corazón un poco más ensanchado.