"Fue Oriente quien empujó a Europa hacia Occidente". Lo escribe el historiador Alessandro Vanoli. Colón y Magallanes querían llegar a las Indias, de dónde venían tantas riquezas, de dónde había venido siempre el conocimiento. En primer lugar, América fueron las Indias Occidentales. El concepto de Occidente nació mirando hacia el este y fue en paralelo con la redefinición de Europa, un nombre-idea que se habían inventado los griegos y que se había utilizado en los primeros tiempos de la Edad Media, pronto sustituido por el término cristiandad en oposición al Islam. Hubo entonces un tiempo de alianza entre la cristiandad y el imperio chino contra el poderoso mundo otomano.
La caída de Constantinopla (1453) y sobre todo el descubrimiento de América (1492) cambiaron las cosas. Nacía Occidente y renacía Europa. Los mapas cogían nueva forma –más útiles y precisos– y mayor valor jurídico. Es la época de los geógrafos, de los descubridores, del Nuevo Mundo... y del miedo a los turcos. "Fue en este período cuando Occidente se convirtió no sólo en un horizonte geográfico, sino también en una especie de sinónimo de Europa, de esa Europa que se definía entre la política y la cartografía", escribe Vanoli a La invención de Occidente (Ático de Libros), un libro apasionante, de esos que, sin descubrir nada, lo reescribe todo.
La Europa de los siglos del Humanismo (XV-XVI) iba superando el concepto de cristiandad y se convertía en un sistema de valores y una idea de cultura. Al mismo tiempo, al otro lado del Atlántico, América se erigía en tierra de promisión, en un campo abierto de riquezas y libertad (solo para algunos, claro), una especie de joven heredera, o rebelde, de Europa. Fue cuajando la idea de que el progreso iba de este a oeste, de Oriente a Occidente. En el norte del nuevo continente, se miraban el oeste con aires de conquista. El eje Europa-América, es decir, Occidente, tuvo efecto finalmente en el colonialismo militar y comercial (y letalmente racista: la civilización blanca), en un dominio abrumador del mundo, hasta convertir el mítico Oriente en una caricatura, en orientalismo exótico, lascivo, despótico y teocrático. El progreso científico-tecnológico llevó a la industrialización, que acabó de fortalecer esta preeminencia occidental. América-Europa como centro de todo. Oriente pasaba a ser Próximo, Medio y Lejano.
¿Estamos llegando hoy a finales de ese medio milenio de predominio de Occidente? ¿Es Trump el inicio de la decadencia que ya había anunciado Spengler hace un siglo? Hoy parecen imparables el renacimiento económico de China y de toda Asia, su predominio demográfico, su empuje científico, tecnológico y urbano. Trump siente a la vez miedo y admiración por este viejo-nuevo mundo oriental mientras se dedica a desdeñar a Europa. Acabamos de asistir a una puesta en escena de la sintonía Xi-Modi-Putin: "Este será el siglo de Asia", dijo Modi. Trump quiere fortalecer EEUU, pero lo que está haciendo es debilitar a Occidente como sinónimo de democracia y libertad, de conocimiento (ciencia, educación) y progreso económico. También como potencia militar (OTAN). Trump es un virus destructivo. Putin y Xi están encantados de haberle conocido, y están seduciendo a Modi. Incapaz de entender la globalización, Trump está alegremente acelerando el fin del monopolio occidental. China se está poniendo en el centro. Mira por dónde, Europa y el Mediterráneo tenemos muchos puntos para pasar a ser el Extremo Occidente. ¿Reaccionaremos?
Pero volvamos a los orígenes del libro de Vanoli. En el amanecer de las civilizaciones mesopotámicas, Occidente era el crepúsculo, el lugar donde cada día moría el Sol, el mundo de los muertos. En el siglo VI aC, los griegos se miraron al fin el cielo sin prejuicios religiosos y Parménides descubrió que la Tierra era redonda, una lección que acabó olvidando durante siglos (pero no del todo). También fueron los primeros en dar entidad geográfica a Europa, el continente habitado por ellos, por los griegos, y opuesto en Asia. Las columnas de Hércules marcaban el límite occidental. Luego vino el Imperio Romano y su posterior fractura: imperio oriental e imperio occidental. Este segundo cayó en la fragmentación medieval, pero acabó renaciendo y navegando el Atlántico, forjando al fin y al cabo el Occidente que conocemos hoy. Y del que quizás vivimos el canto del cisne. Nacimiento y muerte de Occidente. Círculo cerrado.