Literatura

La nostalgia del exilio de los rusos blancos

Karwán publica 'Una noche con Claire', de Gaito Gazdánov, uno de los literatos rusos más destacados de la diáspora a causa de la revolución bolchevique

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En el cementerio ruso de Sainte-Geneviève-des-Bois reposan muchos de los exiliados rusos
  • Gaito Gazdánov
  • Editorial Karwán
  • Traducción de Maria García Barris
  • 216 páginas / 18,90 euros

Todos los siglos se parecen porque los seres humanos somos cómo somos y la historia funciona como funciona –perdón por la doble tautología–, pero hay siglos que lo son todo de todas formas y que todo lo son con una violencia y una pasión inusitadas e insólitas. El siglo XX fue el siglo hiperbólico por excelencia. Por lo bueno y por lo malo. Ahora, fijémonos sólo en las malas. Las guerras fueron más letales que nunca, los genocidios fueron más sistemáticos y masivos que nunca, los exilios fueron más multitudinarios que nunca y la nostalgia de los exiliados fue –porque la información circulaba más ágil que en el pasado– más compleja que nunca. De entre todas las nostalgias del siglo XX, pocas hay tan particulares y complicadas como la de los rusos blancos que huyeron de Rusia a causa de la revolución bolchevique.

Gaito Gazdánov (San Petersburgo, 1903 – Múnich, 1971) fue uno de los literatos más destacados de la diáspora rusa. Después de publicar la que es considerada su mejor novela, El espectro de Aleksandr Wolf (1948), leditorial Karwán publica ahora, también traducida al catalán por Maria García Barris, su novela de debut, Una noche con Claire (1929), que en su día fue celebrada por Ivan Bunin y Maksim Gorki, entre otros. Ambas obras tienen en común el hecho de estar atravesadas por los dos acontecimientos que marcaron la vida del autor: la participación, como soldado del ejército blanco, en la guerra civil que estalló después de la Revolución de Octubre , y la experiencia del exilio, que a Gazdánov le llevó a Turquía, a Bulgaria, a París (donde hizo de taxista) ya Múnich (donde trabajó en la emisora ​​antisoviética Radio Liberty). Una virtud narrativa de Gazdánov es precisamente cómo relata las particularidades y complicaciones íntimas del exilio de tantos rusos blancos: los privilegios perdidos para siempre, el cambio de estatus radical, el bagaje de una cultura refinada y los trabajos que pensaban que no deberían hacer nunca, la añoranza por la tierra natal y la oscura intuición –la certeza ominosa, a partir de un cierto momento– que será imposible volver.

Una novela delicada, intensa e inteligente

El argumento deUna noche con Claire es sencillo y efectivo, y le sirve al autor sobre todo para enhebrar recuerdos y escenas de su vida rusa. O de la vida rusa de su protagonista y narrador, un joven al que, al principio de la historia, encontramos viviendo en París y velando a Claire, una mujer que conoció años atrás, todavía en Rusia, y que ahora está enferma y sola porque su marido es de viaje. De entrada, no sabemos qué pasó entre el narrador y Claire, y no lo aclararemos hasta la mitad de la novela, pero tampoco importa porque lo que de verdad le interesa a Gazdánov es evocar la infancia y la juventud del su narrador, explicar su carácter melancólico y existencialista, describir su familia, reconstruir su paso por una academia de cadetes, los veranos que ocurría en el Cáucaso y los hechos bélicos que vivió...

Escrita con prosa elegante y con pulsión psicologista, la novela es delicada, intensa e inteligente, pero menor, con la excepción de las páginas en las que el protagonista y narrador conversa con su tío Vitali, un hombre escéptico, clarividente y menospreciado por todo el mundo que formula las preguntas importantes y da las respuestas fuertes que solemos asociar a la literatura rusa. “¿El sentido de la vida? [...] Tenía un compañero que también me preguntaba sobre el sentido de la vida –dijo Vitali– antes de que se disparara un disparo”.

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