Es obsceno hablar de las casas de los famosos que el fuego ha devorado en Los Ángeles

BarcelonaLos medios de comunicación no tardaron en informarnos que en los incendios de Pacific Palisades habían perdido la casa una serie de gente famosa, y rica, como Anthony Hopkins, Anna Faris, Paris Hilton, Candy Spelling, Heidi Montag, John Goodman o Miles Teller. La de Steven Spielberg y muchas más cuelgan de un hilo de fuego.

Este tipo de noticias son, por decirlo lisa y llanamente, una obscenidad. Hay mucha gente que no era tan rica, o no lo era casi nada –aunque las casas más modestas de Palisades cuestan al menos dos millones de dólares–, que lo ha perdido todo, pero parece no haber preocupado a los medios: ¿ ¿qué nos importan –se supone– las vidas de los fontaneros y jardineros mexicanos que trabajaban o tenían tienda en ese lugar?

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Puestos a esparcir noticias sensacionalistas, ¿nadie recordó inmediatamente que en este barrio de Los Ángeles había vivido un grupo de emigrantes de la Alemania nazi? Thomas Mann, por ejemplo, se refugió en 1941 en la casa llamada Villa Aurora –quizá todavía salva– que Lion Feuchtwanger, un escritor también de patente, compró y puso a disposición de muchos amigos fugitivos del nazismo. Heinrich Mann, hermano del otro, el poeta y dramaturgo Bertolt Brecht, Charles Chaplin, los compositores Hanns Eisler y Arnold Schönberg o Max Reinhardt pasaron años en esa villa, o cerca.

Muchos otros, como los filósofos Theodor W. Adorno y Max Horkheimer, fundadores del Instituto para la Investigación Social y amigos de Walter Benjamin, primero se instalaron en la Costa Este, donde refundaron las actividades del Instituto, y después también vivieron en Pacific Palisades.

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Todos estos tenían algo de dinero, pero muchos menos que los famosos que hemos mencionado. Su trabajo, sin embargo, quizá sea más perdurable que el de los noticiables que han perdido una casa, pero no todo.