Cómic

Joe Sacco: "Los políticos necesitan un enemigo"

Dibujante. Publica 'El disturbio eterno'

BarcelonaEn el 2013, en un pueblecito de la región india de Uttar Pradesh, un enfrentamiento entre dos primos hindúes de la casta de los jati y un chico musulmán acabó con los tres jóvenes muertos: el musulmán de una puñalada y los hindúes a manos de una masa enfurecida. El incidente puso en marcha una reacción en cadena de altercados y disturbios violentos entre las comunidades musulmana e hindú que el dibujante Joe Sacco (Malta, 1960) analiza en The once and future riot (El disturbio eterno en la edición en castellano de Reservoir Books), un nuevo y extraordinario trabajo del padre del cómic periodístico. Con paciencia, tesón y empatía, Sacco dibuja una complicada red de odios, xenofobia, corrupción, machismo e intereses electorales, un ciclo de violencia y muerte que, pese a la distancia que nos separa de la India, resulta inquietantemente familiar.

¿Qué le llevó a interesarse por este conflicto específico entre musulmanes e hindúes en el norte de la India?

— Ya había trabajado en la India antes y un colega me sugirió que quizás me interesarían unos disturbios que se habían producido. Y pensé que sería interesante ir al escenario de los disturbios y preguntar a la gente qué recordaban de los hechos para saber cuál era su narrativa. Normalmente me centro en conocer los hechos, pero aquí también me interesaba el relato que crea la gente. Así que fui a determinados pueblos y hablé con las autoridades y después hice el trabajo periodístico, que no consistía sólo en informar de lo que decían sino descubrir qué había pasado en realidad y compararlo con los relatos de la gente.

¿Y por qué ese interés en los relatos?

— Por qué hoy en día todo está determinado por cómo se explican los hechos. Estados Unidos está destruyendo pequeñas lanchas en aguas internacionales y aseguran que son narcotraficantes que llevan fentanilo a nuestro país. Pero ésta es una narrativa que solo quiere escalar la crisis con Venezuela. Y en realidad no sabemos quiénes son esa gente, por las pocas entrevistas que hay parecen personas que viajan de forma ilegal, pero no necesariamente narcotraficantes. Todo es una narrativa. Para entrar en la Guerra de Vietnam, Estados Unidos creó la narrativa de que los vietnamitas del norte habían atacado un barco en el Golfo de Tonkín, y para invadir Irak inventaron la historia de las armas de destrucción masiva.

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O el ataque al 'Maine' para justificar la Guerra de Cuba.

— Sí, es un buen ejemplo. Parece que el Maine explotó por un problema interno, pero se culpó a los españoles de forma muy conveniente. En el libro quería explorar cómo se forman estas historias o narrativas que a menudo son la base con la que después se crea la historia en mayúsculas. Necesitamos cuestionar estos relatos, no sólo lo que nos dice el gobierno, sino lo que nos decimos a nosotros mismos. Porque a veces resulta muy conveniente creer en ciertos relatos.

Una de las ideas más inquietantes del libro es que detrás de los disturbios había partidos políticos avivando el fuego para beneficiarse electoralmente.

— Bueno, no ocurre sólo en la India, también en Occidente. Existe una conexión entre la violencia y la política electoral. No sé si utilizar la palabra democracia porque no sé si en todo el mundo hay alguien que viva en una democracia. Yo los calificaría de regímenes electorales, lugares donde la gente vota cada cierto tiempo. Los políticos necesitan apoyo y lo que hacen es proveer de favores a una comunidad y atizar el miedo y el odio contra otra comunidad de modo que la gente no se dé cuenta de sus intereses comunes. Un hindú pobre y un musulmán pobre tienen los mismos intereses, así que debes separarlos en dos bloques para que te voten. De hecho, a raíz del enfrentamiento entre las comunidades hindú y musulmana, el partido nacionalista hindú logró reforzar su base en Uttar Pradesh, siendo éste uno de los factores clave de la victoria de Modi, el actual primer ministro.

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Otro aspecto interesante es que en el origen de todos los disturbios de la India siempre suele haber un caso de abuso o acoso sexual a una chica.

— Así es, y ocurre en los dos bandos. Pero en el caso de India existe un subtexto añadido en el nacionalismo hindú que es lo que ellos denominan la yihad romántica, que consiste en que, supuestamente, los hombres musulmanes tienen relaciones sexuales con mujeres hindúes para engendrar hijos que sean educados como musulmanes. Es su versión de la teoría racista que en Europa se conoce como la Gran Sustitución. Pero es falso, si miras las estadísticas te das cuenta de que la yihad romántica no existe, es una narrativa. ¿Pero importa que sea verdad o que la gente lo crea?

Irónicamente, India no es el país en el que los derechos de la mujer se respetan más. De hecho, ocupa el puesto 123 [de 169] en el ranking de desigualdad de género de las Naciones Unidas.

— Sí, el acoso a las mujeres es una constante en la India. En India las mujeres no importan como individuos. Si un coche atropella a una mujer, a nadie le importará, sólo a la familia. Pero en este contexto políticamente cargado con acusaciones de yihad romántica, la mujer se convierte en un símbolo de todo lo virtuoso de la religión propia. Y esto es cierto para los hindúes, para los musulmanes y para los cristianos. Extrañamente, las mujeres siempre son el foco. Recuerda a Helena de Troya, "la cara que hizo zarpar a un millar de barcos". Cuando Estados Unidos invadió Panamá en los 80, uno de los incidentes que sirvió como justificación fue que una mujer americana había sido sitiada por un soldado panameño. Así que no es una forma orientalista de mirar las cosas, en Occidente también tendemos a convertir a las mujeres en una especie de símbolos indefensos.

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En los más de diez años que ha tardado en terminarlo, los temas del libro son cada vez más relevantes en Occidente. ¿Era consciente de ello cuando fue por primera vez?

— En ese momento no, pero cuando vi el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021 me di cuenta de que las mismas cosas que había visto en la India habían estado sucediendo en Occidente, pero que en la India son evidentes a simple vista y aquí estaban algo más escondidas. En este libro no ofrezco respuestas, sino preguntas, pero de una manera que haga reflexionar al lector occidental sobre nuestros problemas. Es como cuando Trump dijo sobre los enfrentamientos de Charlottesburg que había gente buena en ambos bandos, o su apoyo a los proud boys, que son básicamente una organización paramilitar. Quieren enfrentamientos y explosiones de violencia para crear una atmósfera de intimidación y envalentonar a los sociópatas que hay entre nosotros.

¿El miedo se ha convertido en el principal valor en política?

— El miedo es siempre el gran valor en política. Los grandes juristas nazis ya lo decían, que los políticos necesitan de un enemigo, y es cierto. Los políticos no se dedican a discutir qué necesita la gente o qué hacer para que la situación económica mejore. Ellos quieren mantenerse en el poder. No en todos los casos, cierto, pero sí en el 80%, tal vez. Han convertido a la política en una carrera.

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En alguna entrevista ha afirmado que El disturbio eterno sería su último cómic periodístico.

— No, al final no lo será. Honestamente, me gustaría que lo fuera, porque estoy un poco fatigado de estos temas. Pero estoy trabajando en un nuevo libro sobre Gaza, esta vez con un periodista amigo mío. Él se encarga del texto y yo haré los cómics. Hace poco estuvimos en Egipto entrevistando a gazatinos que huyeron de la guerra. Puesto que no podemos ir a Gaza, al menos entrevistamos a la gente que estuvo allí. Por cierto, estoy feliz de ver lo que está haciendo el gobierno español respecto a Gaza. No sé si es una posición compartida en todo el país, pero se está comportando mucho mejor que el resto de Europa occidental.

Hace un año que publicó otro cómic sobre el tema, La guerra de Gaza, un panfleto político lleno de rabia y frustración. Y el cómic que le dio a conocer fue, precisamente, Palestina. ¿Qué le lleva una y otra vez hablar de la opresión del pueblo palestino?

— Porque llevo a Gaza en el corazón, es tan simple como eso. He pasado mucho tiempo allí y tengo amigos, sólo he conocido a buena gente que lo ha pasado muy mal, gente con muy pocas oportunidades para salir adelante en la vida. La guerra de Gaza, concretamente, lo hice porque un amigo me escribió al principio del genocidio y me pidió que, por favor, levantara la voz. Y sentí que tenía la obligación de hacerlo. Gaza me importa, y esto hace que no pueda pasar a otros temas más... no sé si ligeros sería la palabra, pero sí con un enfoque menos periodístico.

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Supongo que cuando habla de temas más ligeros se refiere al cómic sobre los Rolling Stones en los que lleva más de una década trabajando.

— Sí, exactamente. Pero en realidad es un libro muy serio, aunque escrito de una forma que espero que sea divertida. Cuando digo que es más ligero es porque me resulta más fácil dibujar, disfruto mientras lo hago. En los trabajos más periodísticos ya no consigo disfrutar, dibujar de una forma más honesta estas cosas es realmente duro. Cuando era joven no me costaba tanto, pero ahora me saca de quicio ver cómo se comporta la gente.

¿Y qué puede decirse hoy en día de los Rolling Stones que no se haya contado ya cien veces?

— Yo tengo un millar de cosas que decir de los Rolling Stones, pero en realidad uso los Rolling Stones para hablar de muchas otras cosas. Si alguien espera que el libro sea una historia de los Rolling Stones, se quedará muy decepcionado. Será un libro muy inusual, pero divertido, espero.

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Usted es el gran referente del cómic periodístico. ¿Cómo ve la situación actual del género?

— Sé que hay otros periodistas que trabajan en cómic, y algunos son amigos míos, pero me he concentrado tanto en mi trabajo que no soy la mejor persona para evaluar el estado de ese género. Sí me he dado cuenta de que hay mucha gente experimentando en ese campo y eso es genial. La ventaja es que no hay reglas en el cómic periodístico, y espero que nadie las ponga: todo el mundo debería encontrar su forma de hacerlo, mientras sea honesta y busquen la verdad, a falta de una palabra mejor.

¿Qué consejo le daría a un dibujante joven que quisiera hacer cómic periodístico? ¿Es necesario haber estudiado periodismo para hacer cómic periodístico?

— No necesariamente. A mí me ayudó, pero mi consejo sería empezar con una historia pequeña y aprender el oficio, dibujar bien y tener siempre presente al lector. No puedes limitarte a presentar los hechos, aunque te parezca que los hechos son lo suficientemente elocuentes, necesitas el elemento humano.

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¿Y qué tipo de historias o noticias cree que son más adecuadas para explicarse en forma de cómic? Esta entrevista, por ejemplo, funciona mejor en forma escrita que dibujada.

— Sí, es cierto. Si todo lo que dibujases fuera mi cara hablando con bocadillos de texto, ¿qué sentido tendría? Incluso si es una conversación como ésta, debes pensar en cómo dibujarlo de una manera... no necesariamente abstracta, pero sí interesante. Una parte del trabajo debes hacerlo con la imaginación, transportando la historia al papel de una forma que no sea árida o aburrida. He visto cosas descritas como cómic periodístico que se limitan a poner un hecho, un dibujo, un hecho, un dibujo... Pero debes ser capaz de contar una historia. En el cómic, mi referente fue Robert Crumb, pero en el periodismo fueron los autores del Nuevo Periodismo de los años 60: Tom Wolfe, Hunter S. Thompson, Michael Hurd... Son ellos en quienes me inspiro a la hora de escribir, no en otros dibujantes.

En La guerra de Gaza se mostraba muy crítico con Joe Biden, y antes también mostró su decepción con Obama por no implementar políticas realmente de izquierdas. La victoria de Mamdani en Nueva York ¿le hace sentir esperanzado?

— Estoy muy contento de que ganara, pero ya veremos si puede enfrentarse al statu quo o si termina devorado por el sistema. Me preocupa que Trump intervenga para ponerle las cosas difíciles y también que el establishment demócrata intente sabotearle. Tengo curiosidad por saber cómo irá todo. Me gustaron muchas de las cosas que dijo, pero ya veremos.

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Chris Ware, Art Spiegelman y Charles Burns visitaron Barcelona hace unas semanas en el festival Kosmopolis del CCCB y mencionaron su nombre varias veces. Con Spiegelman incluso ha dibujado a cuatro manos un cómic corto sobre Gaza. ¿Mantiene una buena relación con los autores de su generación?

— Sí, Arte y yo somos amigos íntimos, Chris y yo somos amigos y nos escribimos a menudo, y también soy amigo de Charles. Mi generación, que es también la de Chris y Charles, nos sentíamos muy cercanos a los pioneros del cómic underground, y Art Spiegelman es uno de los pocos que quedan. En el fondo éramos un pequeño círculo, dos docenas de autores, y nos conocíamos todos. Hoy en día hay mucha más gente trabajando en la industria, cientos de personas con talento, es más difícil ser amigo de todos. Además, a muchos dibujantes jóvenes no les gustan los autores de mi generación, los autores más consolidados, porque somos una especie de realeza del cómic. Y lo entiendo, creen que les toca a ellos, que es su turno... ¡Pero que les jodan!