Dictadura

¿Cómo se vive llevando el apellido del policía que detuvo a Companys?

La nieta de Pedro Urraca se ha dedicado a investigar el pasado de un abuelo al que considera un "criminal"

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Loreto Urracai Verónica Estay Stange fotografiadas por la entrevista con el ARA

BarcelonaCuando tenía cuatro años, el padre de Loreto Urraca se marchó de casa y ya no regresó. No conserva ningún recuerdo. "Desapareció de escena y no lo volví a ver hasta que cumplí 18 años. Me llamó y me dijo que quería verme. Yo no tenía ganas, pero dije que sí por educación. No fue muy agradable. Ese día le conocí a él ya mis abuelos", explica Loreto Urraca. Su abuelo era Pedro Urraca, el policía franquista que detuvo al presidente catalán Lluís Companys. Urraca vigiló a Companys desde su llegada a París. Con la complicidad de los colaboracionistas franceses, le detuvo, y luego le llevó a la España franquista, donde fue fusilado. Entonces Loreto no sabía nada: "Creía que era un funcionario gris del ministerio de Exteriores. Lo único que sabía era que había trabajado toda su vida en la embajada de Bélgica". Pedro Urraca murió en 1989 y desapareció totalmente de la vida de Loreto hasta 2008, cuando descubrió quién era realmente su abuelo en un reportaje del diario El País. El artículo se basaba en toda la investigación del historiador Jordi Guixé.

"Me produjo una vergüenza inmensa. Leí la tesis de Guixé y empecé a documentarme y a buscar información en los archivos españoles y franceses", explica Loreto Urraca. En ningún momento habló ni compartió la información con su padre: "No necesitaba su permiso para nada y tampoco me apetecía compartirlo con él. Recibí este apellido que por desgracia es ridículo y todo el mundo me puede vincular a él. Para mí, cuanto más se sepa que no tengo nada que ver mejor. Cuanto más lo denuncio, más se reafirma mi postura. Muchos pueden pensar que de tal palo tal astilla, pero yo no tengo nada que ver ni comparto valor alguno. Más bien todo lo contrario", asegura.

Loreto es una de las dos únicas personas en toda España que forma parte de Historias Desobedientes, un colectivo que agrupa a familiares de perpetradores de crímenes contra la humanidad y que trabaja por la memoria democrática, la verdad y la justicia. En febrero participó en una conferencia diálogo en el Memorial Democrático con Barbara Brix, profesora alemana de historia jubilada e hija de un médico alistado voluntariamente en las SS, y la chilena Verónica Estay Stange, doctora en lengua y literatura francesa, y sobrina de uno de los perpetradores de la dictadura de Pinochet en Chile, Miguel Estay. Conocido con el apodo de El Fanta, Estay fue condenado a cadena perpetua por el caso Degollados, el nombre con el que se conoce el secuestro y asesinato de tres militantes del Partido Comunista.

Más fácil en Argentina que en España

"Un día recibí un mensaje de Alanía Kalinec, cofundadora de Historias Desobedientes. Ella es hija de un genocida de Argentina que está cumpliendo condena perpetua por crímenes de lesa humanidad. Pensé que era muy valiente expresarlo como lo hizo ella. En este colectivo he descubierto a otra familia. A miles de kilómetros [está formado sobre todo por familiares de perpetradores argentinos, chilenos y uruguayos], he encontrado una enorme empatía", explica Loreto Urraca, que lamenta que mientras que al otro lado del Atlántico muchos se han sumado al colectivo, en España hay más reticencia. "Hay algunas personas que se han puesto en contacto conmigo, pero les da miedo hacerlo público por el rechazo de familiares y de su entorno", añade.

La nieta del policía que detuvo a Companys ha investigado tanto como ha podido la actividad de su abuelo. Publicó Entre hienas (Editorial Funambulista) en 2018 y siempre que tiene vacaciones y tiempo busca más información en los archivos. "Consulté todos los documentos que menciona Guixé en su investigación, quería saberlo todo sobre cómo Pedro Urraca conseguía la información sobre las personas que acabó arrestando en Francia cuando el país fue ocupado por los nazis", dice. Ha consultado también el juicio que hubo en Francia contra Pedro Urraca en 1948 y le quedan interrogantes por responder. "Quisiera saber mucho más sobre la extorsión a las familias judías que querían escapar de los nazis. Hay un expediente judicial que menciona algunas acusaciones contra Pedro Urraca en este sentido. Ya es difícil aceptar que tienes un abuelo criminal que se dedicó a perseguir a exiliados que acabaron siendo ejecutados, pero aún es peor si también se aprovechó de la vulnerabilidad de los demás para enriquecerse", destaca Loreto, que no deja de investigar y que, en alguna ocasión, ha acompañado a la familia de Companys en las ofrendas florales que se realizan en el cementerio de Montjuïc.

El tío de Verónica Estay murió en el 2019 de cóvid en prisión. "Mi tío, Miguel Estay, formaba parte de un grupo de izquierdas que se oponía a la dictadura, pero bajo tortura empezó a colaborar con el régimen de Pinochet. Al mismo tiempo, soy hija de Jaime Estay, uno superviviente de la dictadura", explica. Miguel y Jaime eran hermanos y se convirtieron en enemigos. "Mi familia se partió en dos", explica Verónica. Ser sobrina de un criminal le ha marcado más que ser hija de una víctima: "Siempre se conoce más a los victimarios y eso te obliga a dar muchas explicaciones". Con la ayuda del colectivo, cada vez ha podido hablar de ello con más tranquilidad: "Me sentía culpable por estar vinculada genéticamente a alguien capaz de cometer los crímenes que cometió mi tío, pero con el tiempo me he ido sintiendo menos avergonzada y menos culpable", destaca.

En casa de Verónica nunca se ha hablado abiertamente y había un pacto tácito para no hacerlo de manera pública. "Mi padre y mi madre fueron torturados y estuvieron encerrados en prisión", explica. Su tío tiene tres hijos con los que nunca tuvo relación hasta que decidió contactar con ellos a través de las redes sociales. "Les escribí, un poco sintiéndome culpable, porque era como traicionar a mi propia familia. Nos encontramos con una prima y le pregunté qué opinaba. Me dijo que condenaba de forma rotunda lo que había hecho el suyo padre, pero que le quería. Y yo le entiendo", dice Verónica Estay.

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