Música

Este año no habrá ningún concierto mejor que el de Billie Eilish en el Palau Sant Jordi

La artista californiana deslumbra a 18.000 personas con un espectáculo magnífico

Billie Eilish en el Palau Sant Jordi, el 14 de junio de 2025.
15/06/2025
5 min

Barcelona[Las fotografías que ilustran esta crónica son del concierto de Billie Eilish en el Palau Sant Jordi el 14 de junio, y las ha facilitado la promotora Live Nation con el visto bueno de la artista estadounidense, que en esta gira no autoriza la presencia de fotógrafos de prensa ni cámaras de televisión]

Uno de los mejores espectáculos, sin duda. Por la interpretación, por la naturalidad, por el repertorio, por la puesta en escena y por la comunicación de Billie Eilish con el público, y la del público con Billie Eilish. Día de gran expectación en el primero de los dos conciertos de la artista californiana en el Palau Sant Jordi, con todo vendido desde hace meses. Mientras el festival Sónar se despedía del recinto ferial de Montjuïc, montaña arriba el entusiasmo era una energía que casi podía tocarse con los dedos. El público recibió a la artista estadounidense a las 20.13 h con el griterío de agradecimiento que se dedica a las estrellas realmente relevantes, y la despidió aún con mayor intensidad a las 21.48 h. La hora y media mejor aprovechada del año en torno a unas canciones que se lloran en la intimidad de la habitación y el desconsuelo y que se bailan en el club y la catarsis.

Eilish ya era relevante hace seis años, cuando solo tenía 17 y era una debutante que llenó el Palau Sant Jordi. Ya entonces había establecido una conexión generacional inquebrantable gracias al disco When we all fall asleep, where do we go?, y todo lo que ha hecho después ha consolidado su estatus, siempre con notables resultados artísticos, como el magnífico álbum Hit me hard and soft (2024), uno de los mejores del año pasado según el ARA. Con solo 23 años ha ganado nueve premios Grammy y dos Oscar, y la forma como está desarrollando la carrera hace pensar que será una artista de muy largo recorrido. Pese a estar conectada al latido de la generación Z, tiene pocas hipotecas coyunturales y tanto en la composición como en la interpretación hay un poso que viene de lejos, del gran cancionero estadounidense. Pop con profundidad dramática y frescura juvenil, y sin cuerpo de baile ni coreografía, una apuesta casi contracultural para alguien nacido en el siglo XXI.

Billie Eilish Palau Sant Jordi, Barcelona, 14 de juny del 2025

[image or embed]

— Xavier Cervantes (@xaviercervantes.bsky.social) 14 de juny del 2025, a les 20:27

Una escenografía ejemplar

La puesta en escena valía mucho la pena: el escenario en medio de la pista (como en los conciertos de Roger Waters), con una caja en el centro sobre la que apareció Billie Eilish para cantar Chihiro (ella y todo el público), mientras los músicos se repartían a ambos lados en dos fosos cuadrados. Enseguida quedó claro que en este caso la puesta en escena sí estaba creada con intención y criterio, sobre todo en el apartado lumínico. Y colgando del techo, un cubo con cuatro pantallas que combinaban imágenes del concierto y recursos gráficos y que luego se expandía para formar dos cubos más. Atenta al público, la californiana paseaba y corría por todo el perímetro del escenario. También descendía a las zonas de los músicos, para dar a entender que no está sola en esta aventura. Incluso los filmaba para mostrarlos en las pantallas.

Billie Eilish en el Palau Sant Jordi el 14 de junio de 2025.

A la segunda canción, Lunch, ya tenía el Sant Jordi cantando y saltando. Lástima que al principio la sonoridad nublara la voz, que no llegaba suficientemente nítida, un problema que se solucionó pronto. La sonrisa de Eilish era de satisfacción absoluta. Y de seguridad. En una pausa, sin decir nada, simplemente sonriendo, obtuvo una impresionante ovación. "¿Cómo estáis?", preguntó, y la guitarra acústica abrió la balada Wildflower. Un silencio respetuoso insólito en este tipo de conciertos de gran formato acompañó a la sutilidad vocal de When the party's over, que la cantante empezó sentada como quien cuenta un cuento ante una hoguera, y la acabó tumbada como quien busca explicaciones en las estrellas. Es una de las canciones en las que Eilish saca más jugo a los distintos registros de la voz, acompañada por dos coristas y el sonido del teclado. Pero no la única. En otras aporta un dramatismo muy interesante, nunca sobreactuado, que modula dominando las dinámicas del micrófono.

Es una intérprete extraordinaria en el susurro y el canto respirado, pero también cuando el melodrama se inflama, como en The greatest, que cantó encaramada en la caja, convertida en columpio que subía y bajaba. Justo después hizo que las dos coristas salieran del foso para cantar juntas Your power, Eilish también con la guitarra acústica "Intenta no abusar de tu poder", dice el primer verso. No lo hace, pese a tener rendidas a 18.000 personas (según los datos facilitados por Live Nation). Con la misma intensidad despachó Skinny, una de las baladas más emocionantes del último disco.

Billie Eilish Palau Sant Jordi, Barcelona, 14 de juny del 2025 Efectivament, ‘the greatest’

[image or embed]

— Xavier Cervantes (@xaviercervantes.bsky.social) 14 de juny del 2025, a les 21:06

De nuevo con los músicos en el foso, cantó Oxytocin, de ritmos obsesivos, con la batería castigando bombo y caja, y una energía más nocturna, que continuó con Guess, el tema que grabó con Charli XCX, que interpretó desde un pequeño escenario situado en un extremo de la pista. Fue el momento de fiebre disco, que también empapó una Everything I wanted durante la cual Eilish se filmó mientras caminaba entre el público hacia el escenario principal. El grado de satisfacción que se respiraba en el Sant Jordi era difícilmente comparable a nada. Otra prueba: el griterío que precedió a L'amour de ma vie, pop mayúsculo que canta con sabor a soul. No es fácil encontrar un ídolo pop tan consistente como Billie Eilish.

También tuvo unas palabras para lamentar la violencia que se vive estos días en Los Ángeles y otros lugares del mundo, y en la parte final del concierto sonaron canciones que definen la altura y la singularidad de la californiana. Por ejemplo, la emocionante What was y made for?, que lleva hacia el crescendo sin estridencias y proyectando voz y aliento con una técnica muy especial. O Happier than ever, coreada de cabo a rabo y sostenida en los acordes puntuales de la guitarra acústica hasta que estalla la voz y con ella un bajo rotundo. Y, por último, Birds of a feather, pop atmosférico más que perfecto. Todo lo canta con una naturalidad prodigiosa, sin sobreactuaciones dramáticas. Por eso mismo conecta con el público de una manera tan directa, porque huye del simulacro teatral. Óbviamente, hay teatro, porque repite lo mismo en cada concierto, pero permite que el público lo viva como un regalo único sin que le digan explícitamente que es un regalo único. "Os quiero mucho!", había exclamado. No necesita más. Este año no habrá ningún concierto mejor que el de Billie Eilish en el Palau Sant Jordi, y es muy posible que muchas personas lo recuerden como el concierto de su vida.

stats