Bentornado en el directo, estimado Guillem Gisbert
El cantante de Manel comienza la gira al margen del grupo llenando la Sala Apolo de un público fiel
- Sala Apolo. 3 de mayo de 2024
Guillem Gisbert, el cantante de Manel, ha empezado la primera gira al margen del grupo dando un muy buen concierto en la Sala Apolo de Barcelona, y con las entradas agotadas meses antes de la publicación del disco ¡Baila la mazurca! Confianza casi ciega que Gisbert ha agradecido a un público con ganas de agarrarse a una estrofa para cantar canciones sin estribillo, o que compensan las expectativas frustradas por la ausencia de un estribillo convencional con el poderoso ritmo de la narrativa poética. En el repertorio del Apolo, las once canciones del disco, dos piezas de Stephen Sondheim y Neil Diamond adaptadas al catalán (Anyone can whistle y Dry your eyes, respectivamente) y, sí, un tema de Manel, Ay, Yoko, que Gisbert ha interpretado solo en el teclado, sin involucrar a los magníficos músicos que le acompañan en la gira, Jordi Casadesús, Arnau Grabolosa y Glòria Maurel. Buen gesto, entre el respeto y el pudor, como si Gisbert entendiera que todavía no es hora de tocar canciones de Manel sin que estén en el escenario los otros tres Manel, Arnau Vallvé, Roger Padilla y Martí Maymó, los tres presentes en Apolo, los dos primeros entre el público (como Jaume Sisa) y Maymó como mánager del cantante.
"Tengo la sensación de que esta noche es un ritual de paso", ha dicho Gisbert, que ha vuelto a la vida del directo y en casi una hora y media ha ofrecido un buen número de momentos memorables, como la dylaniana Las aventuras del general Luna, con armónica incluida; el giro que eleva la parte final de Ambas torres; los detalles electrónicos que Casadesús y Grabolosa inyectan en Waltzing Matilda; la cuerda sintética que abre Habrías tenido que venir, y la segunda parte deUn hombre realizado, una canción que, como ocurre en otras composiciones de Gisbert, acaba mejor que comienza; en este caso, gracias al ritmo intimidante del bombo de Maurel, una batería que es toda una garantía, ya la distorsión que empapa todo el sonido.
Apenas era el primer concierto, pero ya hay canciones que se reivindican como imprescindibles, y el público así las recibe. Otros, como Los gigantes de la ciudad (aceite sobre lienzo) y Empatía total, piden más empuje o una sonorización que no esconda tanto la voz. Y la exhibición poética de Milagro en las Planes seguramente necesita algo extra para evitar que el público lo identifique como una etapa de transición del Giro de Italia, como la canción en la que se puede desviar la mirada del escenario y hablar con sus amigos.
La intención de las versiones
Leer entre líneas y sobreanalizarse es habitual entre los seguidores de Manel. Vale la pena, pues, especular sobre la elección de las dos versiones que ha hecho en Apolo. Ha empezado el concierto con la de Sondheim, Anyone can whistle (Todos en casa silban). Lo ha cantado solo, con luz tímida y llenando de segundas lecturas unos versos que hablan de alguien que pide que le enseñen a soltarse, a fluir para bajar la guardia y ser libre. ¿Aprender a ser Guillem Gisbert sin Manel? A medio concierto, ha interpretado brillantemente la de Neil Diamond, Dry your eyes, que traduce como Basta de llantos, como si reclamara que se acaben los lamentos por la pausa de Manel.