Racismo

La cantante francesa de mayor éxito que los franceses (algunos) no quieren

Aya Nakamura es la apuesta de Macron por encabezar la ceremonia de inauguración o la de clausura de los Juegos Olímpicos de París

Aya Nakamura actuando en París, en una imagen de archivo
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BarcelonaNació en Mali en los años noventa, emigró a Francia de niña y creció en un barrio del área metropolitana de París. Hasta aquí podría ser la historia de muchos jóvenes de banlieue, pero Aya Nakamura se ha convertido en la cantante en francés más escuchada del mundo. Los números hablan de su éxito: la canción Djadja (con videoclip filmado en Barcelona) acumula más de 1.000 millones de reproducciones en YouTube, se encuentra entre los más vendidos en más de 46 países, y en menos de 15 minutos agotó las entradas en el mítico Bercy Arena de París, un hito inédito por a una cantante francófona.

Teniendo en cuenta el alcance internacional del personaje, no es de extrañar que el presidente Macron haya pensado en ella como carta de presentación de Francia al mundo para los Juegos Olímpicos de París, que se celebrarán en julio. "Sería una buena cosa" que Nakamura actuara "en la ceremonia de inicio o en la de clausura", declaró el jueves a la inauguración de los recintos olímpicos en Saint-Denis. Según el diario Le Parisien, la cantante debería interpretar en ella Himno à l'amour, de Édith Piaf, en una estampa de relieve generacional: la voz estrella de la Francia de hoy reinterpretando la voz más icónica de la Francia de ayer. Pero lo que parecía un plan sin grietas para el líder francés ha resultado en una oportunidad para la extrema derecha, que ha aprovechado la ocasión para cuestionar que la cantante nacida en Bamako –y, de rebote, a los hijos de la inmigración– sea suficientemente francesa.

Si bien Nakamura ya estaba acostumbrada a ser juzgada por cuestiones ajenas a su música, con los rumores sobre la inminente actuación en los Juegos Olímpicos, el alud de ataques ha tocado techo. Reproches por su uso poco ortodoxo de la lengua o por los ritmos "extranjeros" que impregnan su música han animado el debate de tertulias, redes sociales y mítines políticos. Algunos sectores más desacomplejados de la extrema derecha directamente han considerado “ofensivo” que una mujer negra de origen humilde represente a Francia ante el mundo. Éric Zemmour, líder del partido ultraderechista Reconquista, declaró en televisión que no entendía la “lengua extranjera” de Nakamura, y protagonizó un mitin en el que se silbaba su nombre. Igualmente, un colectivo ultra desplegó una pancarta frente al Sena donde se leía: "Esto es París y no el mercado de Bamako", en referencia a la ciudad natal de la cantante.

La clave del éxito

Es justamente lo que le hace molesta para algunos sectores de la derecha lo que ha sido su trampolín a la fama: Aya Nakamura representa una franja olvidada de la población francesa. La periodista responsable del portal musical Deezer, Narjes Bahhar, fue la primera en entrevistarla y ha seguido su trayectoria desde entonces. “Aya Nakamura es una mujer negra que viene de una banlieue de París y se siente orgullosa. Ésta es la clave de su fama”, explica Bahhar en el ARA.

Nakamura se lanzó a la industria musical a través de las redes sociales con tan sólo 19 años, y el público vio en ella a un referente en el que podía sentirse reflejado. "La gente necesitaba modelos diferentes, más cercanos al pueblo", asegura Bahhar. “Aya es la artista francesa más conocida del mundo, se gana extremadamente bien la vida, pero al final es una chica sencilla y eso hace que te sientas cerca”. Sus canciones se inspiran en las músicas afrocaribeñas, el zouk (típico de las Antillas y de la Guayana Francesa), el afrobeat y el R&B, préstamos de la música con la que se ha criado en Aulnay-sous-Bois, donde el origen de la población es muy diverso.

La influencia de Nakamura va más allá de la música, y es que algunas de las expresiones que utiliza en sus canciones han trascendido a la lengua cotidiana de los jóvenes. Sin ir más lejos, ha generalizado el uso de la palabra djadja, una invención de la cantante que hace referencia a un hombre que explica falsedades sobre una mujer, o del verbo deadmuerte en inglés–, que significa hacer muy bien algo. “Aya se expresa como los jóvenes de los barrios, con muchas expresiones que no aparecen en el diccionario y las populariza”, dice Bahhar.

Un movimiento calculado de Macron

En plena polémica, la cantante deAulnay-sous-Bois ha sacado un nuevo single que parece contener un mensaje para sus detractores: “Yo no tengo enemigos, son ellos a los que no gusto”, dice a Doggy. En la canción, que se publicó hace una semana, Nakamura recuerda a sus enemigos que nunca los ha necesitado para tener éxito en su carrera. "No necesito validarme, salgo a la portada de las revistas", canta.

Tras días de especulación, el presidente francés informó el jueves de que había enviado la propuesta para que Nakamura actuara en los Juegos Olímpicos al director artístico de las ceremonias de apertura y clausura, Thomas Jolly, de quien dependerá la decisión final. La cantante "agrada a un buen número de compatriotas" y "tiene claramente un lugar en la ceremonia de apertura o clausura de estos Juegos", dijo Macron. No es muy común que un presidente participe en una decisión artística hasta el punto de apoyar públicamente a una artista (o de reunirse en secreto, tal y como afirman algunos medios franceses). Por eso algunas voces se huelen de que se pueda tratar de una maniobra política. De hecho, la antropóloga Marie Sonnette-Manouguian contaba en una entrevista en el diario Le Monde que la decisión de Macron está tomada con "la voluntad de borrar la imagen de derechas y racista que le han dado las últimas políticas gubernamentales, como la votación de la ley de inmigración".

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