Música

Guns N' Roses ya no harán el concierto de tu vida

El grupo estadounidense ofrece una correcta actuación de tres horas en el Estadi Olímpic

El Estadio Olímpico Lluís Companys antes del concierto de Guns N' Roses.
10/06/2025
3 min

BarcelonaPor respeto al trabajo de los fotoperiodistas, esta crónica se publica sin fotografía del concierto de Guns N' Roses porque en esta gira el grupo no autoriza la presencia de fotógrafos profesionales. Tampoco acredita a redactores, pero como las entradas para el show en el Estadi Olímpic Lluís Companys no se habían agotado, nada impedía que un periodista del ARA comprara una, a 130 euros, para seguir el concierto desde la pista.

El grupo apareció en el escenario a las 20.54 h, con 24 minutos de retraso, y se marchó a las 23.52 h, lo que dificultó que muchos espectadores pudieran llegar a coger el último metro, todo un clásico de algunos conciertos en la Anella Olímpica. La predisposición del público era buenísima, con ganas de reencontrarse con Guns N' Roses siete años después de la visita anterior a Barcelona. De hecho, lo que ofrece el grupo estadounidense es prácticamente lo mismo que entonces: celebrar que el cantante Axl Rose, el bajista Duff McKagan, el guitarrista Slash y el teclista Dizzy Reed volvieron a tocar juntos en el 2016. No es el núcleo fundacional, porque Reed se incorporó al grupo en el disco Use your illusion (1991), pero casi. La celebración tiene la solidez extra que aportan el guitarrista Richard Fortus, la teclista Melissa Reese y sobre todo Isaac Carpenter, que se ha estrenado este año como batería de Guns N' Roses. De hecho, la sección rítmica formada por McKagan y Carpenter (que ya habían tocado juntos hace años en el proyecto Loaded) fue lo mejor de la noche, impecable e imprescindible para mantener la tensión en lo más relevante del repertorio. McKagan, por cierto, cantó una magnífica versión de Attitude, de los Misfits.

No se puede decir lo mismo de Axl Rose. El cantante preserva ese carisma tan peculiar y sabe buscar la foto con Slash, pero en una misma canción es capaz de afinar rozando la catástrofe con la voz impostada y al mismo tiempo solucionar con eficacia los agudos, como ocurrió nada más empezar el show con Welcome to the jungle, o en una versión de Live and let die (Paul McCartney & Wings) que hizo sufrir más de su cuenta. En otros temas, la combinación de una sonorización discutible, las dinámicas del micrófono y el desgaste hacía que la voz perdiera aliento en la segunda parte de las estrofas más comprometidas. Pero de repente Rose recuperaba fuerzas para ofrecer lo mejor en Nightrain y Paradise city, las canciones con las que terminó la actuación. A propósito de la sonorización, lo más complicado de asimilar fue November rain. Rose, con americana negra de lentejuelas, la cantó al piano, pero el sonido del esplendoroso piano de cola llegaba amortiguado y finalmente quedó enterrado entre los riffs de Slash. En cuanto al guitarrista sombrereado, sublimó el papel de guitar héroe, como siempre, y como viene siendo habitual también dispuso de unos minutos para exhibirse en un solo con referencias a las raíces de blues y rock'n'roll. Y estuvo muy bien en los diálogos de guitarras con Fortus, sobre todo en piezas como Bad obsession.

Repertorio familiar

El concierto fue un recorrido familiar, con paradas en todo lo que hizo de Guns N' Roses quizás el último grupo emblemático de una manera de entender el rock, sobre todo con el disco Appetite for destruction (1987). De esa época, y del posterior Use your illusion, quedan los tatuajes, el sombrero de Slash, la mirada diabólica de Axl Rose y, claro, las canciones. Por eso la reacción del público era de reconocimiento cuando sonaban Mr. Browstone, Civil war, Double talkin' jive y Sweet child o' mine, o cuando identificaban versiones como Knockin' on heaven's door (Bob Dylan), momento culminante de la primera parte del show, pese a la desgracia estética de la puesta en escena: la imagen de una escalera al cielo flanqueada por estatuas supuestamente clásicas sin cabeza ni brazos. Algún día habrá que hablar de las escenografías del pop y el rock de estadio, especialmente de las que quieren transmitir un simulacro 3D.

El público que no acabó de llenar el estadio sí supo estar a la altura. Es cierto que hubo momentos de desconexión que hacen pensar que por ahora Guns N' Roses ya no pueden ofrecer el concierto de tu vida, pero cuando el grupo lo necesitaba siempre había una ovación o un grito para hacer entender al grupo que, efectivamente, It's so easy, Civil war y Sweet child 'o mine son importantes.

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