Música

Loquillo: "Para mí 'el madrileño' siempre ha sido Ramoncín"

El cantante barcelonés publica el disco 'Diario de una tregua'

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Loquillo en la Alt Empordà.

Barcelona"Sí, es una despedida, un epitafio", dice Loquillo sobre Voluntad de bien. Es la canción que cierra el disco Diario de una tregua (Warner, 2022) como una especie de réquiem empapado de la influencia de Jacques Brel. Con el cantante barcelonés cuesta distinguir a Loquillo de José María Sanz, y todavía más cuando ahora, a los 61 años, se mezclan necesidades artísticas y sustos médicos. Durante la pandemia empezó a notar que no se podía abrochar el botón del cuello de las camisas. El bulto acabó siendo "un bocio nodular". "Me dijeron que había que operar y que había el riesgo de que tocaran las cuerdas vocales", explica Loquillo en el 99% Moto Bar de Barcelona. Decidió que no habría operación: "Que dure lo que tenga que durar". Y entonces llamó a "la Sexta Flota", Igor Paskual y Sabino Méndez, y les comunicó el estado de la cuestión: "Señores, esto es lo que hay. Tenemos que hacer el gran disco. Todo el mundo a currar".

Loquillo entregó el destino a dos compositores de confianza. Paskual es "el observador", el que escribe la canción El rey como si fuera un perfil periodístico, y el que sitúa a Loquillo en diferentes viñetas de la historia del rock. Las canciones de Méndez, en cambio, parecen compuestas con conciencia plena de que serán cantadas por José María Sanz, como si el autor de Cadillac solitario fuera capaz de hacer saltar las defensas del personaje. Por eso, el epitafio de Voluntad de bien suena tan dramático, y todavía más cuando en las notas interiores del álbum Loquillo cita a Martin Eden, el personaje de la novela de Jack London, y además insiste en que se siente "cansado y agobiado". Acepta que sí, que él mismo tiene algo de Martin Eden, un hombre que logra el éxito contra todo pronóstico, pero que "acaba consumido por él mismo", y liga un paralelismo más bien fatalista: "¿Qué es Elvis? El principio y el final del rock'n'roll, el principio y la decadencia. ¿Y qué es Martin Eden? Lo mismo, literariamente es el mismo personaje".

El mismo Loquillo, sin embargo, mira de rebajar el drama. "En el momento de hacer el disco sí que estaba preocupado porque no sabía qué podía pasar conmigo", admite. Esta incertidumbre, casi como una nube oscura, planea sobre la interpretación de Todo tiene su sabor y La lluvia dice. "Aquí hubo un proceso emocional muy potente, pero tengo que estar solo. Si tengo gente al lado la destrozo porque es una cosa muy personal y muy intensa. Tengo que llegar solo a este punto, porque si no le hago la vida imposible a la gente", dice, agradeciendo haber grabado en el estudio Music Lan de Avinyonet de Puigventós, en el Alt Empordà: "Sí, me fue muy bien estar ahí arriba".

En libro Loquillo. La biografía oficial (Penguin Random House, 2022), Felipe Cabrerizo describe a Loquillo como un personaje del cineasta Jean-Pierre Melville, "mirando el futuro con escepticismo, devorado por el desencanto [...] y manteniendo una vieja guía de códigos de conducta que lo sitúan fuera de los tiempos que le han tocado vivir". También dice que tiene "el defecto de ser impulsivo, explosivo", y que esto hace se meta en líos. "Es que tengo mucha intensidad –dice Loquillo–. La misma intensidad que tengo en el escenario la tengo con todo. Mi mejor parte es la de mi padre, que habiendo hecho la Guerra Civil en el bando republicano y habiendo estado en el exilio, cuando volvió a Barcelona lo que quería era ser feliz. Esta actitud canalla, divertida y muy sociable mía es del padre. La madre vivió aquí la represión y la entrada de los franquistas con 16 años. Vio las violaciones de las tropas de Franco. Tenía a dos hermanos en la prisión. La madre vivió la parte más oscura. El padre también, porque estuvo en el frente, pero cuando volvió la sonrisa le sirvió para sobrevivir. En cambio, la madre era oscuridad. En casa me lo dicen: «Llevas unos días como tu madre...» Sí, soy muy intenso".

La muerte del personaje

Dice Loquillo que el disco Diario de una tregua significa también la muerte de un personaje, o cuando menos la transformación, pero Loquillo es muy Loquillo. Por un lado, se mantiene fiel a una manera de entender el oficio musical que lo obliga a seguir haciendo discos y giras. "Puedo tener más o menos acierto, pero no me aburro y siempre estoy haciendo algo diferente", dice. Del otro lado, a pesar de que el desencanto lo ha hecho menos apasionado que hace unos años, continúa sacando al polemista a veces bocazas que tantos titulares ha dado. En un momento de la conversación, aparece el nombre de C. Tangana, un artista que en el disco El madrileño ha completado la construcción de un personaje que tiene algo de Loquillo, cuando menos por cómo defiende su posición en el ecosistema musical y por cómo gestiona inseguridades y arrogancias. "Para mí el madrileño siempre ha sido Ramoncín. C. Tangana es otro mundo, es varietés, no tiene nada que ver con la cultura rock", asegura Loquillo, para quien Ramoncín fue "un pionero a la hora de crear un personaje". "Y yo no tengo nada que ver con el pop español, que se vayan todos a Miami", espeta como si estuviera viendo el titular en la prensa.

Habíamos dejado a Loquillo en el estudio, grabando con la incertidumbre sobre el futuro inmediato. "Durante la pandemia recuperé Historia de dos ciudades, de Dickens, y vi lo vigente que seguía siendo. Llamé a Gabriel Sopeña y le dije que le tocaba musicar a Dickens", recuerda. Es la única canción del disco que no está compuesta por Paskual ni Méndez, y fue la última que grabaron. "Y cuando la acabamos, ya no tenía el bulto en el cuello. ¡El poder curativo del rock'n'roll! Bueno, en realidad no sé cómo ha pasado, porque no lo he preguntado. No sé si se ha ido para siempre o si volverá a salir. El caso es que acabé el disco y empiezo una gira", dice.

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