Obituari

Muere el músico Pau Riba, el artista cósmico

Patia cáncer de páncreas desde hacía cuatro meses pero no dejó de hacer música hasta el final

Pau Riba en imágenes de archivo
7 min

BarcelonaPau Riba ha muerto este domingo a los 73 años, debido a un cáncer de páncreas que le diagnosticaron el año pasado. Ha muerto Pau Riba, el artista único e irrepetible al que las canciones se le caían de las manos. ¡Y qué canciones! Abrió el camino contracultural de la cultura catalana con discos como Dioptria y Jo, la donya i el gripau, cuando era el hijo inesperado de Bob Dylan y The Incredible String Band. Demostró que se podía flipar en catalán, como dice Quimi Portet, y a la vez escribir sobre el amor con una sensibilidad extraordinaria, la de Es fa llarg, es fa llarg esperarCrida’m y La flor del taronger, por ejemplo, siempre lejos del verso cursi y del sentimentalismo. 

Pulsó el pedal de la distorsión en los discos Electròccid àccid alquimístic xoc y Licors, manteniendo la ternura poética de la psicodelia en la ferocidad rockera. Fue una estrella del rock que miraba a cámara desafiando y desubicado. Vivió el tiempo de la revuelta generacional contra padres, burgueses e imperialistas, y la Gauche Divine le había reído las gracias, pero tuvo que aprender a respirar en el underground y a sobrevivir en un sistema que lo desterró porque no sabía como recoger a aquel hippie irredento, quizás ingenuo, a ratos loco y a menudo visionario -como cuando en el discoVirus laics (2008) tituló una canción PP... SOÉ-. Siempre libre, se negaba a repetirse y tenía un sentido de la autocrítica ausente en la mayoría de los artistas. "Mi obra es como una montaña rusa, muy desigual, con no pocos aciertos, pero con más desaciertos que aciertos. Pero repasando cosas veo que era bastante creativo y buen poeta", explicaba en el libro Pau Riba en 20 cançons (Cal·ligraf, 2018) de Ramon Moreno. Con aciertos y desaciertos y desconcertando a los cronistas a sueldo tanto de la cultura como de la contracultura, Pau Riba fue tirando, referente de diferentes desheredados que lo han reconocido como jefe de la tribu. «Es el padre», admite Albert Pla; de él y de tantos otros: de los Surfing Sirles, El Petit de Cal Eril, De Mortimers, la Orchestra Fireluche, Mazoni, Manel, La Ludwig Band... 

"Me considero un narrador, porque me interesa explicar historias", decía Pau Riba cuando le preguntaban qué era. Su historia empieza en Palma, donde nació el 7 de agosto de 1948. La familia es barcelonesa, y es una Barcelona acomodada el paisaje gris que acompaña a la infancia y la adolescencia de un nieto de poetas, de Carles Riba y Clementina Arderiu, y de políticos, de Pau Romeva, uno de los fundadores de Unión Democrática de Catalunya. Pero él quería sobre todo a su bisabuela Neus, que le cantaba canciones infantiles como las que más adelante pasó por la picadora psicodélica a Jo, la donya i el gripau. Estudia en la Escuela Isabel de Villena de Sarrià, donde incuba amores, despechos y ganas de desgarrar, y después grafismo y publicidad en Massana. "Con 16 años Pau ya era la pera", recuerda Eduard Estivill, compañero de generación y de las aventuras del Grupo de Folk . "Para mí Pau y Serrat son los dos mejores letristas en catalán, especialmente Pau. Era diferente a todo y a todo el mundo", añade.

Ciertamente, no se parecía en nada. La primera prueba musical de su personalidad fue Taxista, publicada en un EP editado en 1967 por Concèntric, la discográfica para la que Pau Riba hacía trabajos de diseñador. "Taxista, porta’m al cel, és que busco feina i potser al cel n’hi haurà", cantaba anticipando precariedades y carencias. Se estaba cerrando el periodo fundacional de la Nova Cançó de los Setze Jutges y entre las páginas de la historia sacaban la cabeza jóvenes menos abrumados por la responsabilidad y con más ganas de jugar. "Cuando lo vi, enseguida quedé impresionado: iba con unos pantalones verdes, una chaqueta violeta, una cabellera importante y aquel aire de despistado que todavía tiene", explicaba Jaume Sisa en 2015 en el libro El comptador d'estrellas. Sisa y Pau Riba son la gran pareja de hecho de la música catalana, no tanto por la colaboración artística como por la conexión entre los dos. Se tenían el uno al otro como referentes existenciales y creativos, y esto hacía menos solitarias sus peripecias.

El Pau Riba de finales de los sesenta parecía dispuesto a cortar el lacito para hacer caer el tortel de la cultura conservadora de las generaciones precedentes. Pero una cosa era empezar la batalla en el terreno artístico y otra muy diferente desafiar la moral familiar. Pau Riba y Mercè Pastor se casaron en 1969 a pesar de la hostil oposición de sus respectivas familias. Todo ello contribuyó a subir el nivel del desafío, evidente en las notas del disco Dioptria: "Dedico este disco a mi tía Sunta y a mi abuelo Pau Romeva porque son los dos únicos héroes del mundo pequeño y mezquino en el cual he vivido hasta ahora y que ahora dejo", escribía en minúscula. Dejaba atrás un mundo para adentrarse en otro iluminado primero por las lentejuelas psicodélicas del LSD, después oscurecido por la heroína que llevó a muchos a morir de día y siempre con un compromiso por la palabra poética y las ganas de sorprender.

La fiebre creativa de 'Dioptria'

Escuchar la canción Jo em donaria a qui em volgués que Maria del Mar Bonet grabó con el grupo Om desencadenó la fiebre creativa de Dioptria. Pau Riba quería trabajar con aquellos músicos: Toti Soler, Jordi Sabatés, Romà Escales, Josep Polo y Doro Montaberry. Y con ellos hizo Dioptria I, el disco de Noia de porcellana, una canción que, como decía Riba, "no parece decir lo que dice". La dulzura armónica contrasta con una letra que es "una hachazo a conciencia": "Noia de porcellana / què vols que et donin no donant res / ets freda i inhumana", dice una letra resentida como la de Conillet de vellut de Serrat ("m'enganyava amb qualsevol objectiu") y con una indignación crítica como la que exhibirá Rubén Blades a Plástico ("lindas delgadas de buen vestir / de mirada esquiva y falso reír").

Muy pronto llegó la segunda revelación, el grupo Música Dispersa. “Así como había flipado con los Om por cómo eran de europeos y modernos, después flipé con Música Dispersa por todo el contrario –explicaba Riba–. Me metí el primer tripi, estuve en Formentera y pensé que el rock’n’roll aquel que hacíamos era muy capitalista, y yo quería una cosa más bucólica. Aquello coincidió con la época en la que el Cachas [José Manuel Brabo] había montado Música Dispersa con Albert Batiste, Sisa y Selene. Era una cosa tan diferente y original que les propuse hacer el segundo LP. Pero el Cachas era muy Cachas y tener dos gallos en el mismo gallinero... Selene se marchó con él y al final nos quedamos Batiste, Sisa y yo”. El resto es leyenda: Dioptria II (1971).

Formentera es la vida hippie antisistema, sin luz, sin agua corriente y con mil ideas a la cabeza. Nacen sus dos primeros hijos, Pau, en 1971, y Caïm, en 1974. En la isla fluyen maravillas como el disco Jo, la donya i el gripau (1971), que son Pau Riba, Mercè Pastor y su hijo Pau. Pero Formentera también es el aislamiento y vuelve a una Barcelona tocada por el rock progresivo del sonido 'laietà'. Él, sin embargo, conecta con el músico valenciano Eduardo Bort y firma un contrato con Gong, un sello de la discográfica Movieplay creado por el productor sevillano Gonzalo García Pelayo. Pau Riba quiere hacer rock poderoso, libre y en catalán. De esta etapa son los discos Electròccid àccid alquimístic xoc (1975) y Licors (1979), testigo artísticos de un periodo vital convulso, marcado por la separación con Mercè Pastor y la heroína, de la que Riba salió después de una hepatitis. No fue el caso de Pastor, que en los 80 contrajo el VIH y murió en 1995, tal como recuerda el documental Morir de día (2010), de Laia Manresa y Sergi Díes. Sus hijos Caïm y Pau homenajearon a su madre con el nombre del grupo que formaron en 1996: Pastora. La intensidad del amor entre Riba y Pastor, incluso al final del amor, dio canciones monumentales como Crida’m y La flor del taronger.

Los ochenta son años extraños para Pau Riba, el hippie progresivo que vive al margen de modas. Amarga Crisi (1981), grabado en un sofisticado estudio en Ibiza, malogra el potencial lírico de las canciones y el tibio recibimiento lo aleja del primer plan estrictamente musical. Se entrena como novelista con Ena, editada por Quaderns Crema en 1987, hace de actor y se embarca en proyectos transdisciplinarias de influencia daliniana como Transnarcís, estrenado en el Festival Griego en 1985. Pasan los años y Pau Riba se siendo "desubicado". Es el padre del rock catalán, pero no conecta con los grupos que están marcando el rock catalán a finales de los 80 y principios de los 90. Aun así, lo animan para hacer Disc dur (1993), rock maduro más que transgresor, pero también con una buena colección de versos. Fue entonces cuando Pau Riba se reconcilió con el legado poético familiar. Acompañado del Big Ensemble de Taller de Músics, en 1994 cantó poemas de su abuela Clementina Arderiu y de su abuelo Carles Riba. Así cierra un círculo y a continuación abre otro haciendo el disco Cosmossoma (1997) con sus hijos: es un intento de comunión con la electrónica en unos años en los que era habitual ver a Pau Riba paseando por el Sónar de Día entre distraído e interesado.

El siglo XXI reconecta a Pau Riba con el presente, porque es reivindicado por músicos que no habían nacido cuando se había publicado Dioptria. De Manel a Mazoni y La Ludwig Band, la huella de Riba es profunda e intensa, pero no la parte desgarrada, sino la de las armonías celestiales y la precisión poética. "Yo estaba muy metido en Dylan, y para mí Dioptria formaba parte del mismo campo semántico. De hecho, es uno de los discos que formaron parte del embrión del primer álbum de Manel, junto con Orgia, de Sisa, y Brossa d’ahir, de Pep Laguarda”, explicaba el cantante de Manel, Guillem Gisbert.

Pau Riba sigue produciendo proyectos inimitables, como Jisàs de Netzerit (o capítol zero de la guerra de les galàxies) (2001), el espectáculo navideño que hizo girar hasta el final, como en el emocionante concierto de diciembre de 2021 en el Centre Artesà Tradicionàrius. Con su compañera Memi March siempre a su lado, encontró nuevas y provechosas alianzas con bandas como De Mortimers y l’Orchestra Fireluche. salen discos como Virus laics (2008) y Ataràxia (2019). Entre uno y otro está Mosques de colors (2013), un disco extraordinario compartido con Pascal Comelade, otro héroe genial e irrepetible de la música catalana, como Pau Riba.

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