Paula Ribó está matando a Rigoberta Bandini
La cantante barcelonesa llena el Palau Sant Jordi con la presentación del disco 'Jesucrista Superstar'
BarcelonaHay un momento especialmente simbólico en el concierto de Rigoberta Bandini. Después de media docena de canciones y antes de cantar. In Spain we call it soledad, se quita la peluca. ¿Se acaba el simulacro o la pesadilla? Con el Palau Sant Jordi lleno de un público implicado en la euforia melodramática de la noche, la diva pospandémica empezó la actuación con material del disco Jesucrista Superstar (2025). La puesta en escena era puro teatro, que diría La Lupe, entre el plató de un programa musical de los años sesenta y un concurso demodé. En este decorado pop y decadente, parecía desubicada y al borde del colapso existencial. Todo era un poco precario, incluso la calidad del sonido, pero le ayudaba a proyectar la angustia y la inseguridad de CXT (Club Xavalas Tristes), que interpretó casi como si fuera un títere. Era como Mari Trini dándose cuenta de que no quiere ser la diva que los demás quieren que sea. Y entonces aparece un personaje absurdo, una especie de presentadora tóxica escapada de una clínica de rehabilitación. "Rigoberta Martínez", "Roberta", "Renata", "Robertita"... "Es cantautora", dice. Es bastante tanto el simulacro, que resulta grotesco. "No nos hagas pensar, haznos bailar", grita la presentadora, quien sabe si representación de la Bruja del Oeste, de la industria musical o de la crítica.
Este tipo de teatrillo tenía sentido cuando Paula Ribó puso en marcha el proyecto Rigoberta Bandini, porque la artista barcelonesa no tenía suficiente repertorio y porque la ironía y el kitsch le permitían mantener las distancias con el personaje. Pero las cosas han cambiado. "Esta canción es un cuento sobre el vacío existencial que a veces me atraviesa", dijo hacia el final del xou, cuando presentó Los milagros nunca ocurren al salir de un after. Esto no lo dice Rigoberta Bandini, sino Paula Ribó. Da la impresión que Paula Ribó está matando a Rigoberta Bandini para ser por fin una diva sin atrezzo. De hecho, el concierto mejoró muchísimo a partir de In Spain we call it soledad, que acabó con el espíritu con el que se baila en una carroza del desfile del Orgullo LGTBIQ+.
En todo lo que pasó después, Paula-Rigoberta transmitió emociones más genuinas cuanta menos comedia añadía, y cuando los cambios de vestuario (media docena en una hora y cuarenta minutos), los juegos escénicos de las plataformas móviles (siempre con los cuatro músicos en los laterales del escenario) i coreografias de las seis bailarinas-coristas jugaban a favor de las canciones, como en La pulga en el sofá: oscuridad electrónica bailada con el espíritu enrarecido de la película Suspiría mientras ella admite dramáticamente la impostura de querer cambiar el mundo sin moverse del sofá. Cantó A ver qué pasa y Aprenderás las cantó viviéndolas intensamente, y logró conectar definitivamente con Pamela Anderson, el hit del disco nuevo: "Pamela Anderson somos todas. Rigoberta Bandini somos todas", dijo dirigiéndose a un público que buscaba aire moviendo los abanicos.
Joan Manuel Serrat y Massiel
Paula Ribó es una muy buena cantante, comprometida con la afinación y la dicción, y lo demuestra sobre todo en las versiones, quizás porque se siente más liberada. En el Palau Sant Jordi lo hizo con Una guitarra, de Joan Manuel Serrat, y sobre todo con El amor, de Massiel, la mejor y más intensa interpretación de la noche. Esa intensidad contrastó con el momento romántico cursi, cuando una pareja que estaba entre el público subió al escenario y él le pidió matrimonio (a su pareja, no a Ribó), y con los momentos histriónicos del teclista Esteban Navarro (la pareja de Ribó), llamativo como un feriante sobreexcitado.
En el tramo final de un concierto que fue de menos a más, y ante un público que hace tiempo que no memoriza canciones de La Oreja de Van Gogh, desfilaron piezas como Soy mayor (que precisamente parece un tema de La Oreja de Van Gogh remezclado por La Casa Azul), Perra (el gran momento disco), KAIMAN, Too many drugs y Ay mamá, tras la cual el Sant Jordi fue una impresionante ovación, que Ribó y las bailarinas agradecieron en silencio, a contraluz y con la cabeza gacha. "Siempre es muy emocionante tocar en casa", admitió al final de un buen espectáculo (sobre todo los dos tercios finales) que remató con el homenaje a Franco Battiato y una conga de despedida mientras sonaba Gimme hope, Jo'anna, de Eddy Grant.
Lo más revolucionario del musical Jesucristo Superstar es que no incluye la resurrección de Jesús. No sea que Paula Ribó acabe la gira de Jesucrista Superstar con la muerte de Rigoberta Bandini y negándole la resurrección.