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Rigoberta Bandini: "La sensación de estar haciendo lo que quieres hacer es un lujo"

Cantante. Publica el disco 'Jesucrista Superstar'

Rigoberta Bandini en una imagen del disco 'Jesucrista Superstar'.
12/04/2025
7 min
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BarcelonaLa vida de Paula Ribó (Barcelona, 1990) cambió cuando se inventó el personaje Rigoberta Bandini. De repente era una diva inesperada tocada por el pop y el italodisco, hedonista y decadente a la vez. Tres años después de reunir sus logros en el álbum La emperatriz (2022), vuelve con un disco doble, Jesucrista Superstar, y la necesidad de explorar contradicciones, tales como "la hiperfeminización y la búsqueda de la superwoman". Ribó-Bandini atiende al ARA un mes antes de empezar una gira que llegará al Palau Sant Jordi de Barcelona el 28 de junio.

¿Cómo tomaste esta decisión tan contracultural de publicar un disco doble con 22 canciones?

— Al principio fue complicado de gestionar, porque me enamoré de la idea y sentí que el disco debía ser extenso. Por muchas razones, pero sobre todo porque sentía que Jesucrista Superstar es un álbum que no pide permiso, que ocupa espacio. También es cierto que he tenido mucho tiempo para componer, y tenía muchas canciones: incluso he descarado. Me hacía ilusión entregar muchas canciones nuevas a mi público, algo que nunca había hecho. Entiendo que es una locura, ya lo sabía, pero son ideas que se me meten en la cabeza y de las que no puedo salir.

Es una de las ventajas de tener el control del proyecto; es decir, no tienes una discográfica que haga de intermediario y que pueda acondicionarte.

— Sí, si hubiera ido con algún sello, no creo que me hubieran dejado hacerlo.

Una vez fuiste colocando las canciones, ¿te diste cuenta de si había un hilo conductor, incluso dramatúrgico?

— Al principio estuve muy obsesionada con el orden de las canciones, porque me obsesioné con los 22 arcanos mayores del tarot. Pero tuve que dejarlo correr, olvidarme del tarot, y empezar a escoger el orden con criterios de energía musical, dejando que la intuición me dictara la secuencia de las canciones. Es un puzle muy interesante que hice con mi pareja, Esteban, en noviembre mientras estábamos en México. Hay un camino sonoro más que una historia en un sentido dramatúrgico.

Sí hay una ruptura a partir de la canción La pulga en el sofá, que tiene un tono de tecno más sucio u oscuro.

— Sí, dividirlo en dos discos de once canciones me ayudó, porque son muy diferentes, y abrir el segundo con La pulga en el sofá es una declaración de intenciones, porque la segunda parte tiene una parte más oscura, más agresiva.

"Soy una inútil, soy una crack", dices a C.X.T. (Club Xavalas Tristes). "Di si soy alguien o solo soy uno fake", cantas en Kaimán. ¿Te cuestionas mucho a ti misma?

— En este contexto intento hablar sobre que nada es verdad. Nos creamos una autoimagen y creo que es igual de poco sano sentirse la mejor persona del mundo porque los fans te dicen que eres la mejor que sentirse la peor cuando recibes hate. Es decir, mola no identificarse tanto con el ego de esta forma tan tóxica, porque no es verdad ninguna de las dos versiones. En C.X.T. hablo de cómo el ciclo menstrual me hace creer un día que soy una inútil y al día siguiente que soy una crack. Al final, somos seres fluctuantes y me gusta reírme de mí misma en ese sentido, porque me resulta muy terapéutico. Si lo veo como un juego me vinculo menos con mi propio drama. Ni soy la mejor ni soy la peor.

Por lo general, hay muchos versos sobre dualidades y contrastes.

— Sí, el disco habla mucho de esa dualidad, ya desde el mismo título: Jesuscrista Superstar. La dualidad, la contradicción interna, ha sido un motor de composición bastante importante. Me parece divertido reírme de mí misma.

Musicalmente, ¿qué horizontes te planteabas? En el disco hay muchos detalles, como la guitarra acústica de Enamorados, que parece de la primera época de David Bowie.

— En el estudio estaba muy obsesionada con las guitarras acústicas, con esa cosa que dices de David Bowie, pero también de Cecilia y Mari Trini. Estaba muy obsesionada con este universo y pensaba que sería un álbum completamente acústico. Luego me di cuenta de que necesitaba toques electrónicos para llegar a determinadas emociones. Fue bonito descubrir que mi idea mental no era la que el cuerpo me pedía, que había canciones que más se acercaban a este universo acústico pero que también necesitaba el contrapunto de canciones más agresivas, con bombos y baterías electrónicas. Más adelante me zambullí en el mundo de Mecano de los años 80 y de Michael Jackson. Por lo que respecta a la producción musical, es un álbum muy melancólico porque tiene una mirada hacia atrás bastante importante. Y ha sido intencionado: todos los referentes que he tenido en el estudio eran hasta 1985. De 1985 hacia adelante prácticamente no existen. Bueno, tal vez Daft Punk en algún momento, porque siempre te dan un sonido que dices: yes!

El referente más antiguo debe ser el sonido del clavicémbalo barroco de Los milagros nunca ocurren al salir del after.

— Cuando lo tocó María Vertiz, que es la productora de esta canción, por primera vez me flipó en que consiguiera crear el dragón de la canción con música, que era lo que yo quería, pero yo no tengo el conocimiento musical para crear este dibujo.

Siempre has trabajado la nostalgia y la ironía, a menudo añadiendo versos que quitan hierro al drama que estás contando. Es casi una marca de la casa.

— Sí, totalmente. Mi forma de escribir tiene esa crudeza algo provocadora pero no demasiado, busco ese límite. El otro día hablábamos con Milena Busquets en la presentación de su libro. Esto me parece muy interesante como escritora más que solo como música, porque siempre he entendido la escritura desde esa mirada. Desde que hacía teatro, los textos tenían esa crudeza, que es algo mi identidad.

Es el humor sarcástico de La pulga en el sofá cuando dices que siempre quisiste cambiar el mundo sin moverte del sofá.

— Es esa cosa salvadora de superwoman. Es la misma contradicción de antes pero sin moverse del sofá. También estéticamente existe la contradicción de las mujeres superheroínas pero a la vez muy femeninas. Joan Ros, que es la persona que me ha ayudado a crear todo el vestuario, siempre me ha puesto referentes de mujeres de los años 50 y 60 que tenían esta contradicción entre la hiperfeminización y la búsqueda de la superwoman.

¿Te ha generado ningún problema esa postura?

— No. La gente se siente conectada y apelada. Siempre habrá gente a la que no le guste mi discurso, pero es lo que me conecta con la gente.

¿Cuáles crees que son los puntos fuertes del proyecto Rigoberta Bandini, y cuáles son las debilidades o cosas que te hacen estar más intranquila?

— Uno de los puntos fuertes que tenemos es la libertad, tanto en el estudio como cuando estoy componiendo y en la creación del directo. La sensación de estar haciendo lo que queremos hacer en cada momento es un lujo, y me siento muy afortunada. Por lo que respecta a las preocupaciones... Con los años he aprendido bastante a reciclarlo todo. Incluso las cosas que antes me preocupaban, como hacer tantísima promoción y quedarme vacía, esa sensación de haber explicado tantas veces el proyecto, ahora las estoy disfrutando desde otro sitio. Quizás no tener una estructura discográfica puede hacer que a veces el proyecto sea más caótico, pero en cualquier caso para mí este caos es maravilloso, porque también es como siento bastante mi vida y mi proyecto.

¿Crees que uno de los aciertos de Rigoberta Bandini fue que conectara no solo con gente muy joven sino también con gente de tu edad?

— Me hace mucha ilusión conectar con la gente de mi edad, porque será muy raro conectar solo con gente mayor o con gente más joven. Me encanta conectar con gente más joven, pero cuando conecto con la gente de mi edad me hace mucha ilusión. Es verdad que es algo que no puedes escoger y he tenido la suerte de que la gente conecta, pero también es cierto que mis letras son tan explícitas y tan coloquiales que entiendo perfectamente que la gente pueda conectar con ella.

Hablando de letras, tienes hallazgos metafóricos como "mis colmillos son de acero", en Kaimán, o que "nadie llora como las guitarras de Santana", en Abraxas.

— Me gusta mucho esta parte artesanal de encontrar la imagen perfecta para contar la emoción que quiero transmitir.

En los conciertos he tenido la impresión de que tu público comparte el hedonismo típico de una fiesta de cumpleaños de amigos adultos que lo dan todo, sí, pero que cuando se marchan ayudan a recoger y bajan la basura. Un hedonismo civilizado.

— Me parece maravilloso tener ese público. No sé hasta qué punto es mérito mío o es que la gente que conecta con mi música es así. En cualquier caso, la parte esta de hedonismo, cumpleaños, amor, catarsis colectiva es un sello de mi directo, y también es uno de mis puntos fuertes, conectar con la gente de esta forma tan fuerte en el directo.

En la canción Enamorados dices que los amores van y vienen pero que siempre dejan marca. ¿Qué cosas te han dejado marca artísticamente?

— Muchísimas. Por ejemplo, Franco Battiato, de quien hablo explícitamente en este álbum [en la canción Busco un centro de gravedad permanente]. También Demian, de Hermann Hesse, que es uno de los primeros libros que me dejaron mucha marca, y creo que todavía es parte de mi identidad por la dualidad. De hecho, en el disco está la canción Abraxas [el nombre del demiurgo que aparece en la novela de Hesse y que representa a la vez el bien y el mal]. Después, teatralmente, Rodrigo García me impresionó mucho, me cautivó cuando le vi en el festival Temporada Alta. Creo que me movió algo, como decir "Yo quiero hacer teatro y quiero tener esta mala hostia". Luego se me ha ido rebajando, porque no soy en absoluto tan punki como Rodrigo García.

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