Otro concierto impresionante de Maria del Mar Bonet
La artista mallorquina celebra los 50 años del disco en el Olympia estrenando banda y canciones en L'Auditori


Barcelona¿El enésimo concierto impresionante de Maria del Mar Bonet? Pues sí, otro concierto impresionante de Maria del Mar Bonet. Esta vez, en la Sala Oriol Martorell de L'Auditori de Barcelona para celebrar el 50 aniversario de la actuación en el Olympia de París, que quedó inmortalizada en un disco que apenas acaba de reeditarse. Pero nostalgia la justa porque, como canta en Alenar, todo el camino que hace la cantante mallorquina "será para salir adelante", y ella mantiene la voz, la intención y la ilusión por seguir adelante. Cuesta encontrar en el mundo a una artista como Maria del Mar Bonet, tan majestuosa y cuidadosa con el legado popular y poético y tan influyente en músicos jóvenes. Lo corrobora Maria Hein, de 21 años, para quien Bonet es una inspiración, "no sólo como cantante y compositora".
El concierto del viernes empezó efectivamente recordando en abril de 1975 en el Olympia, con canciones como Aigo y Me iré de casa, interpretadas con un quinteto excepcional formado por músicos de Mallorca y liderado por el lautista Toni Pastor. Es una nueva banda con la que lleva trabajando Bonet desde hace algunos meses y con la que ya ha hecho tres canciones estrenadas precisamente en L'Auditori: Canción de los disparates (inspirada en una glosa surrealista sobre una excursión de peces), El árbol campanero y una melismática Agua azul.
Del Olympia también recuperó Muñeca muñeca, una de esas composiciones sobre cosas soñadas. "En esta, soñé que tenía una hija", explicó. Además de la voz siempre en su sitio y la prodigiosa gestión de las dinámicas del micrófono, Muñeca muñeca también mostró la importancia del violín de Benjamín Salom en esta nueva etapa y la delicadeza del contrabajo de Marco Lohikari y la percusión de Jose Llorach. Finalizado el primer bloque olympic, que también incluyó Inicio de campana (versos de Rosselló-Pòrcel) y Su zambomba, Bonet desplegó las mejores cartas populares: la de la Danza de la primavera, muy celebrada por el público, y la de las tonadas, un género que domina como pocas y que la banda situó en el terreno del tráfico mántrico. "En las tonadas, les he perdido el respeto y las mareo", dijo. El mareo es injertar actualidad en los versos, como señalar el desastre político en la gestión de la DANA en l'Horta Sud. Maria del Mar Bonet siempre está ahí.
Todo lo que ocurrió después alimenta la leyenda. Daba la sensación de que los músicos estaban disfrutando en serio, como si estuvieran inventando los arreglos y los ataques sobre la marcha; sin corsés ya la vez siempre pendientes unos de otros. La sintonía hizo que Alenar, la mejor canción en catalán de la historia, tomara un vuelo nuevo y aún más fuerte, con el violín y el laúd añadiéndose a la guitarra de Marc Grasas. Más citas en el Olympia (Canción por una buena noche y Abril) convivieron con una estratosférica De oír llena de vigor y sentimiento. Maria del Mar Bonet hace algo muy remarcable que ha convertido en escuela: administra el grito, el volumen, el silencio, el lamento y el murmullo con sabiduría, siempre sabe cómo amplificar su efecto sin agobiar, y el impacto es real y profundo. El público, todo el mundo de pie, la ovacionó reclamando un bis. Y la diva del Mediterráneo fue griega en Hipócrates e indignada en ¿Qué quieren esta gente (con un preciso trabajo de percusión). "¡Muy bien, chica!", exclamó una espectadora tras la estimulante Hipócrates, como si reconociera la juventud eterna de su majestad María del Mar Bonet.