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El chico maravilla que revolucionó Hollywood

Thalberg elaboró ​​las listas de contenidos a evitar en los guiones

Irving Thalberg
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Este año hace justo un siglo que se publicó una de las novelas más trascendentes de la literatura estadounidense, El gran Gatsby, obra de Francis Scott Fitzgerald. La vida de ese mito de las letras yanquis fue corta y desgraciadamente el éxito de la novela llegó después de su muerte. También después de su muerte se estrenó una película basada en la última (e inacabada) novela que escribió, The last tycoon. El argumento giraba en torno a un productor de cine que, en realidad, era un trasunto de Irving Thalberg, estrella de la era dorada de Hollywood, también de breve vida como el propio Scott Fitzgerald.

IRVING THALBERG Productor de cine

  • 1899-1936

Tener una vida difícil por culpa de una salud frágil no supuso ningún obstáculo para Thalberg, sino que a base de voluntad superó barreras hasta dejar huella en el Hollywood resplandeciente de los años veinte. Había nacido en Nueva York en el seno de una familia judía de origen alemán y pronto daría muestras de un gran talento y capacidad única para detectar historias que interesarían al público. Después de algunos trabajos esporádicos, el dominio de la mecanografía le permitió entrar a trabajar en la oficina de Nueva York de una de las principales productoras de cine del país, Universal Pictures. De allí pasó a la sede central, en Los Ángeles, donde aprendió deprisa todos los secretos del oficio. Tan rápido, que con 21 años, en 1920, era ya jefe de producción de la compañía.

En 1924 apostó por unos estudios recién creados y que llevaban por nombre Metro-Goldwyn-Mayer (MGM). Su relación con uno de los fundadores, Louis B. Mayer, le abrió las puertas de una productora con vocación de reinar en el mundo del cine. Su labor fue clave para que MGM se convirtiera en el estudio más exitoso del Hollywood de los años dorados. Con una materia prima de gran calidad (actores como Greta Garbo, Clark Gable, Spencer Tracy, Katharine Hepburn y Joan Crawford, entre otros) diseñó con todo detalle grandes logros como Ben Hur (la versión muda, 1925), Grand Hotel (1932), Una noche en la ópera (1935) o la versión primigenia de Motín en la Bounty (Rebelión a bordo, 1935).

El secreto del éxito de Thalberg produciendo películas hay que buscarlo en su obsesión por la perfección, que puede recordar la de algún entrenador de fútbol de nuestros tiempos: meticulosidad hasta el límite para controlar las producciones, jornadas interminables en la sala de montaje, decenas de reuniones con guía. Fue el hombre clave para que Hollywood pasara de ser un taller de artesanía en una industria global. En sus palabras: "El cine es arte y es negocio. Es negocio porque debe generar ingresos en taquilla, pero es arte porque tiene las exigencias implacables de la impresión creativa; depende, como ningún otro negocio, de la reacción emocional de sus clientes".

En 1927, conjuntamente con representantes de los otros grandes estudios, Thalberg elaboró ​​una lista de contenidos que no podían aparecer en los guiones en modo alguno y de temas con los que había que tener cuidado; las listas se llamaron Don'ts y Bien carefuls, y fueron la base de la regulación –casi censura– que estuvo en vigor entre 1934 y 1968 bajo la denominación de Código Hays.

Ilustración de Francesc Cugat

Según explican las biografías, en 1927 Thalberg conoció a Francis Scott Fitzgerald, un encuentro que marcó profundamente al escritor, que decidió escribir una novela, la mencionada The last tycoon, en la que recreaba la vida del productor. En 1936 los problemas congénitos que afectaban al corazón de Thalberg fueron la causa de que la vida del productor terminara prematuramente. Sólo cuatro años más tarde, un alcoholizado Scott moriría víctima de un ataque al corazón. La muerte en plena juventud convirtió a Thalberg en una leyenda. La MGM bautizó uno de los edificios principales de sus instalaciones con su nombre y, sólo un año después de su traspaso, la Academia de Cine creó el galardón Memorial Irving G. Thalberg, que está destinado a premiar a los creadores de películas que muestren un nivel de calidad elevado en la producción. Entre los ganadores de los últimos años aparecen nombres como Coppola, De Laurentiis o Warren Beatty.

Por cierto, ya que hemos hablado deEl gran Gatsby, cabe decir que la cubierta de la edición original de Estados Unidos fue diseñada por un ilustrador muy de moda en aquella época y que llevaba por nombre Francesc Cugat Mingall, un barcelonés de treinta y dos años hermano del músico Xavier Cugat.

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