Concierto

Take That: una noche de canciones pop, ratafía y carquinyolis

El banda inglesa icono de los 90 actuó en el Alma Festival ante un público con una altísima representación británica

Mark Owen, Gary Barlow y Howard Donald, los tres miembros de Take That
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BarcelonaUna boy band ¿tiene fecha de caducidad? Si lo juzgamos por el número de fans que se reunieron este sábado en el Alma Festival para ver a Take That la respuesta es que no. La banda británica de pop, seguramente la más popular de los años 90, actuó en el Poble Espanyol en su versión más reducida –ahora la forman sólo Gary Barlow, Mark Owen y Howard Donald, sin Jason Orange y el muy popular Robbie Williams– y con los integrantes muy alejados de la palabra boys (chicos) e instalados en la madurez, que por algo pasan de los 50. Eso sí, los logros más celebrados fueron los que cantaban y bailaban cuando tenían veinte años, con las honrosas excepciones de temas como Patience y Shine, del álbum de su primer renacimiento, Beautiful World (2006).

Las fans de la primera fila.

Take That se han hecho mayores y su público también. Ya no se dejan llevar por el delirio colectivo, pero muestran el mismo compromiso con la banda que cuando eran adolescentes. Entre los asistentes al concierto, con una nutrida representación de población británica, se podían detectar varias fans exhibiendo piezas de merchandising como camisetas o bolsas de tela. Incluso algunos lucían tatuajes dedicados a la banda: en un brazo el símbolo de la doble T que identifica al grupo y en el otro el nombre de Robbie [Williams].

Brilli-brilli y movimientos de los 90

El sábado, Take That fue un clarísimo ejemplo de la expresión inglesa own it, que significa algo similar a "acéptalo". Es decir, si te hiciste famoso por formar parte de una boy band de los 90 más vale que lo asumas y des a los fans lo que esperan de ti, aunque puedas rozar el ridículo. Con algo de ironía, todo se salva, desde el hecho de tener que vestir a conjunto con tus compañeros o hacer bailes que sólo harías en el comedor de tu casa. Barlow, Owen y Donald hicieron todo esto, y más. Trajeron chaquetas de piel a conjunto y perpetraron una coreografía noventa para Y found heaven, un tema que Barlow ha admitido odiar profundamente. Reservaron movimientos sensuales para Pray y, vestidos de blanco y con brille-brille, se dejaron llevar por el sonido disco de Relight my fire, versión del tema de los 70 de Dan Hartman. Y, evidentemente, con Gary Barlow en el piano, se pusieron románticos con Back for Good, seguramente uno de sus legados más destacados en la música pop.

La autoconciencia, sin dejar de reivindicarse como grupo, planeó durante todo el concierto. Estuvo presente cuando los tres miembros hicieron un repaso de su historia, desde el nacimiento del grupo en Manchester –"Éramos una banda totalmente diferente a las que habían salido de la ciudad, como The Smiths", dijeron– hasta a la desintegración y posteriores recomposiciones. Esa honestidad es lo que permitió que el público comprara momentos de teatrillo que, en otros contextos, podrían haber dado algo de vergüenza. Uno de esos instantes fue cuando Mark Owen apareció con una cesta de picnic de la que sacó una bandera y bandera española –equidistancia para no herir sensibilidades–, una botella de ratafía y unos carquiñoles. Lástima que una performance que debía ser graciosa quedó aguada por el poco entusiasmo demostrado hacia los carquinyolis: o bien Owen pronunció la palabra tan mal que los asistentes catalanes no la entendieron, o bien el público inglés era mucho más mayoritario de lo que parecía.

Con todo, el resumen perfecto del concierto lo encontramos en una de las canciones que cerraron la actuación, Never forget, que dice Never forget where you've come here from [Nunca olvides de dónde vienes]. Pues eso, Take That es una boy band y no le da vergüenza serlo.

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