Artes escénicas

"Tenía 15 años y él 37, ahora tengo que gestionar la adolescencia perdida"

Júlia explica la relación que tenía con un director de teatro mucho mayor que ella cuando tenía 15 años

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Albert Llimós i Núria Juanico
3 min
Un escenario teatral vacío

Barcelona“Perdí todos los amigos por esta relación. Les mentía a la cara porque él me pidió que no les dijera nada. Llevaba una doble vida”. Júlia tenía 15 años cuando se conocieron. Él 37. Era profesor y director de un teatro en Barcelona, tenía la posibilidad de jugar con el poder que esto representa. Sobre todo para manipular los sentimientos de una adolescente para quien el teatro lo era todo, que fue quedando atrapada en su telaraña. Le ofrecía papeles en las obras que dirigía, jugando con sus ilusiones y apartándola de la vida que llevaban la mayoría de chicas de su edad.

Justamente al poco tiempo de haberse conocido, Júlia vio Perdona si te llamo amor, la adaptación cinematográfica de la novela de Federico Moccia. La obra trata de la relación amorosa entre dos personas a quienes les separan veinte años. “Pensé que esto no me pasaría a mí. Y pam, dues tasses”, rememora Júlia sobre los inicios de una relación que duró dos años y medio. Fue consentida, pero vista en perspectiva y a medida que ella tomó conciencia de lo que estaba pasando, resultó hiriente. “Fue tóxica y oscura. Tenía siempre la mentira en la boca para proteger la relación”, describe ella, capaz por fin de poner palabras a lo que no podía entender entonces porque “era muy pequeña y porque lo consentí así”. Con el tiempo, explica, no se siente nada orgullosa. “Me avergüenza y me da repelús no haber sido capaz de darme cuenta entonces, a pesar de que mi entorno me intentaba alertar”.

“No sé si me enamoré de él o de lo que me estaba enseñando”, recuerda. Ella tocaba un instrumento y él la contactó para ofrecerle participar en una obra, abriéndole así de par en par la puerta al mundo que soñaba. Así empezó una convivencia casi diaria, en la que él se convirtió en maestro enseñándole muchos de los secretos de un mundo que la fascinaba. Cuando salía del instituto, Júlia iba a trabajar a su teatro. “Aprendí mucho, pero con el tiempo pienso que habría podido aprender igual con una relación de amistad y no confundir el encanto de este mundo teatral con el enamoramiento de una persona más adulta. En todo caso, él habría tenido que detectarlo y frenarlo”, dice.

Después de los ensayos la llevaba a casa y se fue ganando su complicidad, acentuada por el hecho que él le iba dando trabajo. Eso sí, sin perder nunca la oportunidad de recordarle que hacía teatro gracias a él. “No soportarías nunca ver a otra actriz encima del escenario”, le decía. Cuando decidió acabar con la relación, él intentó chantajearle: “¿Y ahora qué harás? ¿Quién te contratará si te vas de mi teatro?”

Maltrato psicológico

“Me estaba gestionando la carrera. «Tienes que empezar por papeles pequeños y después ya iremos viendo», me decía. Consiguió que tuviera una gran dependencia laboral y emocional de él”, explica Júlia, que considera que detrás de aquella relación hubo “maltrato psicológico” evidente y “abuso de poder”, con una posición claramente preeminente, capaz de manipularla por la diferencia de edad. Cuando tuvo fuerzas para alejarse, él jugó todas las cartas para hacerla sentir culpable. “Me decía: «Ya sabía que me dejarías y que me harías esto. Estás loca»”, explica ella. También se dirigía a sus padres y les decía: "Me han cambiado a Júlia".

En el Institut del Teatre él le tenía que impartir una asignatura, pero Júlia habló con la dirección y le cambiaron de grupo. “Se portaron muy bien”, admite. No podía verle. Le había hecho daño y, cuando sus caminos se cruzaban, ella sentía la herida. “Tres años después me lo encontré y el cuerpo me empezó a temblar”, recuerda. Júlia ha dudado de si hacer público el nombre de él, y más cuando supo que otras chicas muy jóvenes habían explicado al ARA sus para iniciar una relación con ellas.

Con el paso del tiempo, ha podido enfrentarse a aquella parte del pasado y darse cuenta que “fue una relación consentida que nadie tendría que vivir, ni en aquella edad ni en ninguna otra”. Los años también le han permitido recuperar el vínculo con antiguos amigos a quien había mentido para proteger la relación. “Pero a estas alturas es una herida todavía abierta, porque me distanció mucho de ellos y dudar de la gente que quería”, añade. También se ha podido reconciliar con ella misma. “Las muchas horas de psicóloga me han ayudado a entender y aceptar que todo aquello me pasó, y a saber gestionar la adolescencia perdida. Ahora tengo que aprender a convivir con esta herida, que intento olvidar porque me avergüenza –dice–. Por suerte, mis amigos y familiares me hicieron abrir los ojos y pude salir del agujero en el que estaba atrapada”.

Abuso y consentimiento

A raíz de la investigación sobre los abusos sexuales en el mundo de las artes escénicas, el ARA ha recogido varios testimonios de gente del sector que mantuvieron relaciones con un adulto cuando eran muy jóvenes, algunos menores, y que con el paso del tiempo comprobaron que había habido abuso y manipulación. Si tienes alguna denuncia sobre abusos y acoso puedes ponerte en contacto con el equipo de investigación aquí.

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