Artes escénicas

¿Por qué no volvemos al teatro?

Las salas registran una ocupación del 58% y los productores se plantean qué hacer para atraer a más público

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La platea del Teatro Tívoli en una imagen de archivo

BarcelonaSi esta noche pretendes ir al teatro en Barcelona, no hay problema: hay entradas disponibles en todos los teatros. ¿Qué está pasando? Después de un inicio de curso que auguraba el regreso a la normalidad prepandémica, las salas están pasando por un invierno más duro de lo previsto. La ocupación media en febrero y marzo es del 55%, la cifra más baja de la última década por esta época, que tradicionalmente es temporada baja. Pero es que la temporada lleva una ocupación media del 58%. "Estamos un 8% por debajo del público de una temporada normal", dice Isabel Vidal, de la patronal Adetca.

Si bien hay espectáculos que tienen éxito, como el de La Cubana o L'oreneta, también hay muchos que no logran arrancar o que tienen menos público de lo esperado. Las compañías y salas se están inquietando. Tras los picos de la pandemia, ahora llega la guerra –que centra la preocupación y la atención mediática– y se dispara la inflación, lo que puede recortar el gasto en cultura. "Es la tormenta perfecta", lamenta Pau Roca, actor y productor de Sixto Paz, que ha estrenado en el Centre de les Arts Lliures El més bonic que podem fer, su espectáculo más emotivo sobre "una mujer anónima del siglo XX con una vida excepcional" que encima es la abuela del dramaturgo Jan Vilanova. "Hemos puesto toda la carne en el asador. Nosotros siempre hemos llenado en las salas pequeñas, y ahora no es así", admite. Pero es que "la vibración de Barcelona es muy baja", sostiene. Y como la compra teatral tiene que ver con un estado de ánimo colectivo –como ya se vio en el 2017-2018, en el que la inestabilidad política derrumbó las cifras –, todo ello hace prever un nuevo bajón.

Los programadores creen que "la pandemia ha terminado", dice Enrique Salaberría, director de la productora Smedia, del Teatro Apolo, y solo queda la incomodidad de la mascarilla. "Los restaurantes y los conciertos están llenos", añade Roca. En cambio, sí coinciden en que "han cambiado los hábitos de consumo", según Toni Casares de la Sala Beckett. Tras el covid, que ha implicado miles de cancelaciones y devoluciones, el público ha dejado de planificar, ya no hay venta anticipada de entradas, lo que impide realizar previsiones y acciones de marketing para los días más flojos. El productor del musical del Tívoli Cantando bajo la lluvia, Jordi Sellas, afirma: "Estamos sufriendo la mala temporada de preventas en Navidad y la falta de reservas de grupos".

'El més bonic que podem fer' de Sixto Paz en el Centre de les Arts Lliures.

El riesgo está proscrito

Lo que mejor funciona son las obras más evasivas. "La comedia está teniendo buena acogida. El público quiere asegurarse un rato de risas", dice Jordi Casanovas, de la productora independiente Hause & Richman. "Funcionan los espectáculos que tienen una marca: o son un título conocido, un clásico, o tienen un reclamo en el cartel", resume. Una compañía sin caras conocidas y con una obra de creación lo tiene muy complicado, como lamentaban los leridanos Íntims Produccions, que han sudado para traer público a la Beckett.

Para Casanovas, el problema de público no tiene que ver con la pandemia, sino que es más estructural: "Hay público para todos, pero las obras tardan un tiempo en encontrarlo. O tienes un impacto muy fuerte al principio o necesitas mucha continuidad. Con explotaciones tan cortas, es difícil llegar. El público quiere tener claro qué va a ver y si no recibe más satisfacción de lo que esperaba, se va muy enfadado del teatro". La clave sería ir creciendo paulatinamente, con teatros más grandes. Y también hacer más giras: la comedia dramática Terapia integral ha realizado 30 bolos por el país antes de llegar a La Villarroel bien engrasada.

"Ante todo lo que es riesgo, suelen no venir", afirma Juan Carlos Martel, director del Lliure, que lleva una ocupación del 63%. Desde un teatro público como este no se plantean cambios de rumbo en función de los resultados: "No puedes traicionarte a ti mismo. Si replanteas algo es con más calidad, no con más ligereza. Y quizá en cantidad. Se tendrán que reducir producciones", dice Martel. Para instituciones que ya estaban infradotadas, esto supone ahora estar en "economía de guerra", sostiene. Una de sus medidas para "equilibrar estructura y actividad" es cerrar el Espai Lliure como espacio de exhibición y dedicarlo a I+D.

Un problema de oferta

El director del Teatre Lliure cree que el teatro debería aspirar no a recuperar el empleo prepandémico, del 60% o el 70%, sino "aprovechar esta anomalía para construir el público del futuro". En el caso del teatro público, cree que debe desmarcarse de los resultados económicos y acentuar la "vinculación a la salud y la educación" de las personas: "Hay que resignificar el espacio público para que sea sostenible, en el sentido que nos sostenga y tenga retorno social", afirma. Desde el sector privado, la consideración es más pragmática: "¿Estamos ofreciendo lo que el público quiere o somos unos lunáticos que les estamos ofreciendo lo que se nos ocurre que les reeducará? Nosotros hacemos ocio y estamos contentos", plantea Salaberría, que destaca que los grandes musicales del año (Fama, Billy Elliot, Cantando bajo la lluvia) han durado medio año en cartel. "Se ha demostrado que hay público. Es un problema de oferta, no nos engañemos", apunta.

Lo cierto es que con un 58% de empleo, a los productores y compañías no les salen los números. Empresas pequeñas, como Sixto Paz, se plantean "si hace falta ser más conservadores" la próxima temporada y reservar energías (y presupuesto) para momentos más propicios. Pero las grandes productoras quieren mantener su ritmo para incentivar el consumo. Adetca está "trabajando por recuperar al público" con una campaña específica, anuncia Vidal, que pide "reforzar las herramientas de financiación pública y privada" del mundo teatral. "La próxima temporada será una temporada normal; es lo que tenemos que pensar", dice Sellas, entre el deseo y la realidad. "Tendremos grandes títulos", garantiza Salaberría.

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