Expolio franquista

Los Franco tendrán que devolver las esculturas de la catedral de Santiago

Tras un largo litigio, la justicia da la razón al Ayuntamiento de la capital gallega

Esculturas de Abraham e Isaac de la catedral de Santiago.
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BarcelonaEl Pazo de Meirás, en Galicia, es una finca muy representativa del expolio que practicó el régimen franquista y, en particular, el propio Franco. El castillo, que había sido propiedad de la escritora Emilia Pardo Bazán, fue regalado a Franco en plena guerra después de una supuesta colecta que en realidad fue una extorsión generalizada en todos los ayuntamientos de la zona. Después, Franco le llenó de obras de arte y reliquias obtenidas de forma irregular. La finca no fue recuperada por el Estado hasta 2020, pero el litigio por las reliquias se ha alargado algunos años más. En la capilla, donde se casaron dos de las limpias del dictador, estaban Abraham e Isaac, dos esculturas del siglo XII atribuidas al Maestro Mateo. Originariamente, formaban parte del conjunto escultórico del pórtico exterior de la catedral de Santiago de Compostela. Desde hacía años había un litigio abierto entre el consistorio y los herederos de Franco que se negaban a devolverlas. Finalmente, deberán hacerlo a raíz de una sentencia del Tribunal Supremo que no da por válida la anterior, según la cual los bienes no se habían identificado de forma adecuada.

La demanda del Ayuntamiento argumentaba que había comprado estas dos esculturas al conde Ximonde en 1948 y que había una escritura que lo demostraba. Sin embargo, pocos años después pasaron a manos de Franco. La mujer del dictador tenía tendencia a encapricharse de cosas bonitas y, en julio de 1954, en una visita al Ayuntamiento de Santiago, se mostró interesada por Abraham e Isaac. El entonces alcalde quiso complacerle y las envió al Pazo de Meirás sin ningún tipo de negociación ni trámite mercantil.

Los herederos del dictador aseguraron que sus abuelos siempre habían defendido que las habían comprado a un anticuario. La sentencia anterior de la Audiencia Provincial había dado la razón a la familia del dictador porque afirmaba que las estatuas reivindicadas no habían sido correctamente identificadas. Según la Audiencia Provincial, no había prueba alguna de que las estatuas que había comprado el Ayuntamiento en 1948 fueran las mismas que tenían en aquellos momentos los herederos del dictador. En la sentencia del Supremo se afirma que se cometió un "error patente y manifiesto" en la valoración de las pruebas. Este error consistió en que una de las estatuas que había comprado el consistorio sufría una fractura y, en cambio, las que tienen los Franco no. Sin embargo, en las fotografías se observa que no es así: una de ellas sufre una fractura a media pierna.

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