La película que puede hacer que los Oscar vuelvan a hablar coreano
El drama sobre inmigración 'Minari' triunfó en Sundance y apunta a favorita de los premios de la Academia de Hollywood
BarcelonaEn la última gala de los Globos de Oro se produjo una de aquellas situaciones que resultarían incomprensibles si no fueran los Globos de Oro. Minari, una película norteamericana dirigida en los Estados Unidos por un norteamericano, ganó el premio a la mejor película extranjera. El motivo es que en ella se habla mayoritariamente en coreano y esto la excluye automáticamente de las categorías principales de los premios y la relega al premio específico de las películas en “lenguas extranjeras”, nomenclatura particularmente extraña para un país fundado por inmigrantes que no tiene el inglés como lengua oficial –pese a los esfuerzos de Donald Trump– y que actualmente tiene 43 millones de hispanohablantes.
Ambientada en la época de Ronald Reagan, Minari pone el foco precisamente en la riqueza cultural de los Estados Unidos a través de la historia de una pareja de inmigrantes coreanos que, después de trabajar durante años en granjas de pollos de California, se trasladan con sus dos hijos a una zona rural de Arkansas para hacer realidad el sueño del padre de cultivar verduras coreanas para venderlas a la creciente colonia de inmigrantes del país. El director Lee Isaac Chung se ha basado en la historia de su propia familia –convenientemente ficcionada– para retratar las tensiones entre la cultura propia y la del país de acogida y, sobre todo, del coste personal y familiar de entregarse en cuerpo y alma al mito del sueño americano.
No es una visión tan amarga de la experiencia inmigrante como la de otras muchas películas parecidas, pero tampoco una celebración de la asimilación cultural y económica al estilo de Crazy rich Asians. Minari muestra las dificultades de los inmigrantes de primera generación, pero no las enmarca en un sistema particularmente hostil ni racista, sino en el darwinismo propio de la vida y el capitalismo. Sus únicos comentarios sociológicos son algunos apuntes sobre el diferente papel vertebrador de la religión en Corea y entre los grupos de inmigrantes.
Una hierba resistente
La hierba del título es un condimento habitual en la gastronomía coreana, una especie de perejil que crece allá donde otras plantas no arraigan y que sirve de metáfora de la resistencia de los protagonistas. La cultiva en Arkansas la abuela de la familia, que se traslada para cuidar a los nietos mientras los padres trabajan simultáneamente en una empresa avícola y en la granja familiar. Aislados de la civilización en una casa móvil vulnerable a los huracanes, con poca agua para regar y una deuda creciente con el banco, los problemas se añaden a los que ya arrastraban: la desconfianza de la madre en las promesas del marido y el trastorno cardíaco del hijo pequeño, que además no lleva bien con la abuela. “No es una abuela de verdad”, exclama, porque su idea de abuela –basada en las series de televisión– no se corresponde con aquella mujer excéntrica y a veces infantil que no sabe cocinar galletas, ve fascinada los programas de lucha libre y dice palabrotas.
La relación entre nieto y abuela, por un lado, y la de los padres, por otro, son los dos ejes emocionales de una película que tiene como gran virtud la serenidad y el amor por los personajes. Ha sabido contagiar al público norteamericano esta calidez desde el estreno en el Festival de Sundance, donde ganó el Gran Premio del Jurado y el premio del público. Minari ha sido aclamada también por la crítica, que la ha señalado como un hito en la representación cinematográfica de la comunidad asiática en los Estados Unidos. Y el oscarómetro de Variety y otras publicaciones especializadas ya dan por segura la nominación como mejor película y en otras categorías, y pone sobre la mesa la posibilidad de ver por segundo año consecutivo una película en coreano triunfando en la Academia de Hollywood.
A diferencia de Parásitos, Minari no podrá optar al Oscar a mejor película internacional porque es una producción norteamericana, pero parece que sí que podría tener algunas nominaciones interpretativas, empezando por el actor de ocho años Alan S. Kim, pero también de la veterana Yuh-Jung Youn, que interpreta a la abuela, o el habitual de Los muertos vivientes Stephen Yeun, que también ha actuado en películas de Bong Joon-ho (Okja) y Lee Chang-dong (Burning). A favor de la película también juega la simpatía recibida a raíz de la absurda exclusión de los Globos de Oro. La presión del Hollywood actual en favor de premiar la diversidad explican en parte los más de ochenta premios que ya ha ganado el film en Estados Unidos, a pesar de que no es un fenómeno exclusivamente local: en los Bafta ingleses también suma seis nominaciones. Para saber si los Oscar volverán a hablar coreano, habrá que esperar a la ceremonia del 25 de abril.