Memoria histórica

La polémica herencia de Porcioles

Josep Lluís Martín Berbois publica una extensa biografía del alcalde franquista y destaca el catalanismo

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Porcioles en Madrid, al 1960, cuando la dictadura dio su visto bueno a la compilación del derecho civil especial de Cataluña

En 1989 Joan Brossa quiso situar en la Mina Record d'un malson. Se trata de un busto del alcalde franquista de Barcelona Josep Maria Porcioles, de mármol blanco, sobre una silla que parece extraída de una oficina de notario. Evoca la corrupción y la especulación urbanísticas. Era un encargo del Ayuntamiento de Sant Adrià de Besòs, pero, una vez entregada la obra en 1991, el consistorio no se atrevió a exponerla y la guardó en un almacén municipal. En 1995 dos regidores de Iniciativa per Catalunya, con la excusa de hacer un reportaje fotográfico, la sacaron del almacén y la instalaron en el Parque del Besòs. Las autoridades municipales no tardaron ni 24 horas en retirarla. Actualmente, se puede ver en el Museo de la Inmigración. Es una buena metáfora de la incomodidad que genera Porcioles, que gobernó Barcelona entre 1957 y 1973. Los historiadores no se ponen de acuerdo sobre su legado, pleno de claroscuros. Para algunos, es el hombre que hizo crecer Barcelona, para otros, un especulador que se enriqueció con el urbanismo desbocado que se produjo en la capital catalana con la llegada de grandes oleadas de inmigración. O las dos cosas a la vez. El historiador Josep Lluís Martín Berbois repasa su vida en Josep Maria Porcioles. Biografia d'una vida singular (Editorial Base). Martín Berbois ha tenido acceso a algunos documentos que hasta ahora eran inaccesibles, pero hay otros, en manos particulares, que continúan estando vetados.

"Franquista indiscutible, catalanista tibio, definidor de utopías intangibles para Barcelona y destructor del equilibrio urbano con la especulación dibujarían un perfil que seguramente no admite posicionamientos maniqueos, sino que reclama una visión ponderada desde el conocimiento de una realidad compleja", escribe en el prólogo el historiador Joaquim Nadal. Berbois destaca el paso de Porcioles por la Liga Regionalista de Balaguer. Cuando estalló la Guerra Civil, después de meses de detención en la prisión Modelo, huyó a Francia y, al volver, se adaptó al régimen franquista. Martín Berbois defiende que fue franquista pero también catalanista: "Apoyó manifestaciones del folclore y la cultura popular catalana, como las bailadas de sardanas (prohibidas por Franco)". Es responsable, explica el historiador, de la Carta Municipal, la compilación del derecho civil catalán, de facilitar la creación del Museu Picasso y de la actual Fundació Joan Miró o la cesión militar del castillo de Montjuïc en Barcelona. Porcioles también es el alcalde que hizo posible la ronda del Mig, la avenida Meridiana o los túneles de Vallvidrera, que algunos critican por fomentar en exceso el tránsito en la ciudad.

Los beneficios de ser alcalde

Pero Porcioles también tiene partes más oscuras. Tuvo su notaría abierta con un testaferro, según el historiador, mientras fue alcalde, y esto le ha generado muchas críticas. "El volumen de negocios aumentó mientras fue alcalde", reconoce Martín Berbois. "Sin embargo, no he encontrado nada que pruebe que fuera corrupto", añade. Sea como fuere, la herencia de este alcalde, a quien el movimiento vecinal combatió, sobre todo durante los últimos años de su mandato, es todavía visible. Están Mercabarna y Picasso, pero también es herencia suya la construcción de barriadas periféricas donde la población vivía bastante amontonada como el Turó de la Peira, Sant Roc de Badalona, la Mina de Sant Adrià, o la destrucción parcial de la arquitectura modernista de Barcelona.

"Nadie se esperaba que Franco lo hiciera alcalde de Barcelona", dice Martín Berbois. Porcioles había sido, antes de ser alcalde, presidente de la Diputació de Lleida y miembro del patronato de las Casas del Congreso. Su relación con el dictador era muy fluida: "Despachaba directamente contra él y, cuando iba a Madrid, entraba directamente en su despacho –detalla Martín Berbois–. Fue útil para blanquear la dictadura, aceptaba las órdenes del régimen, pero también echaba sus propios proyectos adelante como los Jocs Florals o la Carta Municipal".

Ciertamente, Porcioles es una figura historiográficamente compleja. Berbois destaca que hablaron bien de él Narcís Serra, Jordi Pujol y Pasqual Maragall. "Jordi Pujol le pidió asesoramiento, en 1977, cuando se redactó el Estatuto de Autonomía", dice el historiador. "Maragall le hizo una oda en su entierro [Porcioles fue enterrado en Montjuic en 1993], y esto le hizo ganarse una reprimenda de Montalbán". El artículo de Montalbán, titulado La limpieza étnica de los señoritos, es contundente. Acaba con esta frase: "Alguien dijo que la guerra civil la ganaron, finalmente, el rey y la democracia. No. La han ganado los señoritos".

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