Ricardo Bofill: “Catalunya es un país inacabado”

Ricardo Bofill es investido doctor 'honoris causa' por la UPC

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El arquitecto Ricardo Bofill, de 81 años, es investido Doctor Honoris causa por la UPF a la basília de Santa Maria del Mar de Barcelona.

BarcelonaBajo la arquitectura imponente de la iglesia de Santa Maria del Mar, “quizás el mejor espacio de Barcelona”, según diría el homenajeado, el arquitecto Ricardo Bofill (Barcelona, 1939) ha sido investido doctor honoris causa por la Universitat Politècnica de Catalunya este jueves. Con todo el ceremonial que requiere el acto y 350 personas presentes, había cierta sensación de deuda pendiente por parte de la ETSAB, la Escola d'Arquitectura de Barcelona, donde se matriculó en 1957 y de donde fue expulsado por haber creado el Sindicat Lliure Universitari. Finalmente se graduaría en Ginebra y, años después, cuando Arias Navarro le echó por tierra uno de los complejos de viviendas utópicas, Francia sería su refugio durante 30 años, además del lugar donde experimentó con la arquitectura prefabricada, igual que después lo haría con las fachadas de cristal.

En todo caso, era un deber sobre todo si tenemos en cuenta que, para Félix Solaguren-Beascoa, director de la Escola y quien ha hecho la laudatio, se trata de nuestro más grande arquitecto contemporáneo, "tan importante como Gaudí y con el mismo reconocimiento internacional”. “El interés por su labor y su persona ha sido una cosa que el establishment no ha asimilado”, ha apuntado. Entre el público, arquitectos como Oriol Bohigas, Beth Galí, Jordi Garcés, Oscar Tusquets, Carlos Ferrater y Fabrizio Barozzi, entre algunos cargos institucionales pero no de máximo rango, además de sus hijos.

Autor de un millar de edificios en todo el mundo y de grandes obras urbanísticas –aquí son famosos el edificio Walden, el TNC y la T1 del aeropuerto–, el arquitecto ha recordado sus orígenes familiares y cómo utilizó el despacho de su padre para firmar el primer diseño con solo 19 años. Después siempre lo ha guiado “el proyecto”, y en cada caso la búsqueda de nuevos lenguajes, aunque haya que irlos a buscar en el desierto. “Mi personalidad está construida a partir de las circunstancias de un nómada que va proponiendo ideas en diferentes lugares”, ha dicho. “No se puede proyectar en Pekín tal como se haría en Barcelona”, ha añadido.

Lo que para tantos arquitectos parece un objetivo, tener un sello, él lo ve como un defecto: “Yo prefiero el arte de estructurar el espacio. El estilo es la escritura, el lenguaje de los arquitectos, y no es en ningún caso un fin”. Y ha insistido: “Nunca he querido hacer el mismo proyecto”. Para él, “Gaudí es el mejor arquitecto de la historia, un genio” porque “no repetía nunca dos elementos o formas” y en cambio se declara “anticorbusiano”: “Le Corbusier odiaba la ciudad y especialmente la ciudad mediterránea”. Bofill defiende lo contrario: “Siento amor por Barcelona, una ciudad que no se parece a ninguna otra”. “Catalunya es un país inacabado, en construcción, donde la situación de la arquitectura no es óptima”, ha apuntado.

El arquitecto ha recordado que, desde el principio, uniendo a su Taller de Arquitectura (RBTA) perfiles muy diferentes, había defendido el diálogo con todas las artes, desde la filosofía hasta la pintura o la política: “Yo quería ir hacia el artista total, pero elijo la arquitectura porque trasciende la vida de uno mismo”. Con proyectos abiertos en China (la creación de una ciudad inteligente sin emisiones de carbono y con tecnología 5G), Rusia, Marruecos y el Próximo Oriente, sigue activo. Hoy “el arquitecto va por detrás la evolución social y así no podrá participar en la visión del futuro”, lamenta el hombre que ideó la utopía social de La Ciudad en el Espacio, basada en el comunitarismo, de la cual solo fue posible el Walden-7 de Sant Just Desvern. “La única utopía posible actualmente es el conocimiento”, ha sentenciado.

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