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Daniel Brühl: “Me saca de quicio que me hagan fotos en secreto”

“Me saca de tino que me hagan  fotos en secreto”
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8 min

Daniel Brühl (Barcelona, 1978) saltó a la fama en 2003 con la película Goodbye, Lenin! y tres años después se instaló en Barcelona para protagonizar Salvador (Puig Antich). Hijo de madre catalana y padre alemán, el actor ha estado en primera línea de Hollywood con películas como Malditos bastardos, de Quentin Tarantino (2009); 2 days in New York, de Julie Delpy (2012), y Capitán America: Civil War, de Anthony y Joe Russo (2016). Ahora debuta como director con La puerta de al lado, la historia de un actor famoso que se topa con un vecino extraño en un bar cutre y solitario de Berlín. Brühl interpreta al protagonista, que también se llama Daniel y que verá como su vida se desmonta después del encuentro con el vecino, Bruno (Peter Kurth). La película está planteada como un western moderno y explora temas como la gestión de la fama, la privacidad de los actores y la gentrificación.

¿Cómo ha sido la aventura de estrenarse como director?

— Hacía tiempo que tenía ganas de dirigir. Es muy interesante poder explicar la propia historia y no ser excluido de todo el proceso cinematográfico. He aprendido muchísimo escribiendo el guion con el guionista, pudiendo ejecutar y montar la película. Es una experiencia muy bonita que creo que tarde o temprano apetece a la mayoría de los actores.

Hace más de 25 años que hace de actor. ¿Por qué ha esperado hasta ahora para dirigir?

— Quería sentirme seguro y capaz de dirigir mi propia película. Hacía tiempo que le daba vueltas, buscaba un tema que fuera suficientemente personal para sentirme capaz. Hace dos años reapareció una idea que había tenido en Barcelona, en un restaurante que me recomendó Lluís Homar. Se llama Envalira y está en la plaza del Sol, en Gràcia. Cuando me trasladé a Barcelona en 2010 iba a menudo. Allí viví una situación que me inspiró. Había un hombre que me estaba mirando con una mirada de western de Sergio Leone. Noté inmediatamente que le caía fatal. Quizás tenía razón, porque si me observo desde fuera veo que entonces tenía una actitud muy orgullosa. De repente me sentía muy barcelonés, porque ya no estaba viviendo ni con mis padres ni en hoteles, tenía mi propio apartamento. Iba por Barcelona con una actitud de “soy de aquí”. Aquel hombre me estaba analizando mientras yo hablaba con los camareros sobre el Barça. En aquella comida me imaginé que podría ser un obrero que trabaja en las fachadas de Gràcia, que observaba mi piso durante meses y que un día me esperaba en un restaurante y teníamos un duelo.

Pero al final la película pasa en Berlín. ¿Por qué?

— En aquel momento no pude sacar adelante la película porque no tenía guion, ni estructura, ni productora. Me olvidé de la idea. Y años después, en Berlín, me acordé de aquella historia. También me di cuenta de que, al fin y al cabo, soy más berlinés que barcelonés porque he vivido mucho más tiempo en Berlín. Allí también me trasladé de un piso a otro y me encontré con la situación típica de patio berlinés en el que ves a tus vecinos. Les conocía, algunos de ellos son del este de Alemania. Me pareció que era mucho mejor añadir el tema del conflicto entre el Este y el Oeste en Berlín, que me ha marcado mucho. Convencí a un guionista y así empezó el proyecto.

Daniel Brühl

Usted interpreta al protagonista, que es un actor de éxito que se cree superior a los otros. ¿Qué parte suya hay en el personaje?

— El juego con el personaje de un actor me divirtió mucho. En la película hay muchas experiencias personales y profesionales que he tenido, pero buena parte de ella es claramente ficción. Quería darle un tono muy elevado, exagerado, para que quedara muy claro que el protagonista no soy yo ni es una versión de mí. Al principio pensaba que hacer la doble función de actor y director podría ser complicado. Necesitaba un protagonista que representara un cierto éxito y fama, y me daba más seguridad si me movía en mi mundo, por eso elegí un protagonista que fuera actor. También me interesaba todo el tema de las redes sociales, la superficialidad, la exposición, esto de demostrar en el mundo qué perfecta que es tu vida. Muchas veces si pinchas un poco te das cuenta de que en realidad hay un vacío, pero muchos actores se pierden en esta fama.

El protagonista vive en Berlín, pero viaja mucho por el mundo y se le reprocha que no conozca el barrio.

— El tema fundamental de la película es la gentrificación. Este es el punto más personal de la historia. Des de que me fui de la ciudad donde crecí, Colonia, al oeste de Alemania, siempre me he sentido extraño. Allá si estoy sentado en un bar soy yo, pero en Berlín y en Barcelona todavía me siento alguien de fuera. La gente podría decir que yo soy parte del fenómeno de la gentrificación, y en realidad esto ha tenido una gran influencia en mi vida. Después de 22 años viviendo en Berlín, todavía no puedo decir “Ich bin ein Berliner ” [Soy berlinés]. Incluso en mi casa, si me encuentro a los vecinos en el patio y algunos son del Este, vuelvo a hablar con mi acento de Colonia para parecer más simpático. Cuando estoy con ellos noto cierta incomodidad, es extraño después de décadas, pero es así. Siempre seré alguien de Colonia.

Los ataques a la privacidad son uno de los grandes temas de la película. ¿Por qué?

— A la gente le causa mucho morbo que todo lo que rodea el mundo de la interpretación salga a la luz, pero es triste que los actores se expongan y pierdan todo el misterio. Que el protagonista fuera un actor era perfecto para hacerlo víctima de ataques como el de Bruno. Yo al final he caído en las redes sociales. Las utilizo como una herramienta para promocionar mis proyectos. No sé si es imprescindible tenerlas, pero sí que ayudan. No comparto nada muy privado, a veces cosas que estoy haciendo. Solo utilizo Instagram.

A lo largo de la película los fans interrumpen a Daniel y le piden varias veces que se haga fotos con ellos. ¿Cómo gestiona usted este tipo de situaciones?

— Últimamente estoy notando una falta de respeto de la gente. Han traspasado una línea y no se dan cuenta, algunos ni te preguntan si te pueden hacer una foto. Me saca de quicio que me hagan fotos en secreto, sobre todo cuando estoy con mi familia. Hace poco estaba de vacaciones en la playa, en Ibiza, y un hombre francés se escondió el teléfono en el pecho, era muy peludo. Vi que me estaba grabando porque era muy obvio: la luz del móvil estaba encendida. Pensé que quizás haría el ridículo, pero le pregunté: “¿Qué está haciendo?” Y me respondió que estaba filmando la playa, pero claramente me grababa a mí. Al final le pedí que parara, que estaba allí con mis hijos. Se puso rojo.

Incluso enfadado, Daniel pone buena cara cuando le piden fotos. ¿Los actores siempre tienen que ser amables?

— Si alguien me pide una foto yo soy el último que dice que no. Si digo que sí me puedo liberar rápidamente de un problema y hacer feliz a la gente en diez segundos. Si digo que no la gente se queda parada, no lo entiende, entramos en conversaciones complicadas o pesadas que me pueden fastidiar el día. Tengo colegas que no soportan hacerse fotos; a mí no me importa tanto. Hay momentos en los que te hace sentir bien que la gente te reconozca. Pero espero que la gente tenga un mínimo de educación, que piense si es una situación adecuada o no antes de pedir una foto. Sí que he cambiado un poco mi vida para evitar problemas. No entraré en un bar lleno de borrachos y me pondré en medio, hay ciertas situaciones que evito. Si este es el precio que tengo que pagar por una profesión que me da tanto y que me encanta, que sea así.

¿Le preocupa la información que se pueda saber de usted a través de las redes?

— Por suerte no tengo a ningún vecino que sea cómo Bruno. De hecho, mis vecinos se partieron de risa cuando vieron la película. Ni yo soy el Daniel de la película ni ellos son los vecinos que salen. Pero he sufrido acoso, he tenido un problema con una persona en Instagram. Me enviaba muchos mensajes, contactó no sé cómo con una parte de mi familia. De repente se puso en contacto con una prima mía de Barcelona que yo no había visto en 30 años. Ella me llamó para explicarme que había recibido unos mensajes muy extraños. Aluciné, porque yo no soy Johnny Depp, imagínate lo que debe de sufrir él con todo el tema de las redes. Me sorprende, porque que una persona esté tanto tiempo tan obsesionada por descubrirlo todo es mucho trabajo. Incluso he tenido que hablar con abogados para ver cómo se tiene que actuar, pero me siento muy limitado porque legalmente tampoco se puede hacer mucha cosa.

Dos imágenes de 'La puerta de al lado'

El Daniel de la película es un actor de ‘blockbusters' que se prepara un papel para una película de superhéroes. Está preocupado porque solo le han enviado una página del guion bajo el pretexto de que es confidencial. ¿Qué mirada quiere dar sobre el mundo de Hollywood y el cine comercial?

— Me burlo de algunas cosas que he hecho, sobre todo del mundo Marvel. El protagonista es un hombre pedante que se ha olvidado de su entorno, que ya habla en inglés con acento norteamericano. Me parecía que el cine de los Estados Unidos es un contraste muy grande con un bar del este de Berlín. Desde Marvel siempre me han tratado muy bien, siempre me han dicho de qué iba la película y como era el personaje. Pero de joven, en otros proyectos, me encontré que me enviaban tres frases sin las réplicas de los otros personajes y que no sabía nada más. Me sentí muy humillado y decidí que no haría la película.

En 2016 lo vimos en ‘Capitán America: Civil War’, donde interpretaba al malvado Barón Zemo. ¿Volverá a hacer películas de superhéroes?

— Vengo del cine art house y lo considero mi casa, porque me inspiró para ser actor. Pero me siento muy vivo si puedo cambiar de un mundo al otro. Los otros proyectos que hago son aventuras que también me llenan mucho, son divertidas de hacer. De joven siempre me habían gustado los cómicos de Marvel, y cuando entré en este mundo me di cuenta de que el nivel es altísimo. Lo tienes que hacer realmente muy bien, parece más fácil de lo que es.

Diez años antes, en 2006, se hizo conocido en Cataluña con la película ‘Salvador (Puig Antich)’. ¿Qué relación tiene ahora con Barcelona?

— Es una ciudad que amo y que durante un tiempo consideré casa mía. Mi vida ha estado muy instalada en Berlín, pero después de 22 años, con mi familia nos hemos trasladado a Sóller, en Mallorca, en medio de la sierra de Tramuntana. Quiero que mis hijos no pierdan esta relación con Cataluña y España, con la naturaleza y con todo lo que viví de pequeño. Siempre he tenido dos identidades. Ahora probaremos de vivir en Sóller, en un lugar más pequeño y tranquilo que una ciudad como Barcelona. Mi hermano y mi madre viven en Barcelona, así que vendré a menudo a verlos.

¿Sus hijos hablan catalán?

— Los pobres están aprendiendo tres idiomas y todavía no saben distinguir entre el catalán y el castellano. Pero como estamos en Mallorca lo aprenderán seguro.

Duelo cinematográfico

En su último film, La puerta de al lado, Daniel Brühl interpreta a un actor de éxito que tiene que viajar a Londres para hacer un casting. En un pub de Berlín el protagonista se topa con Bruno (Peter Kurth), un vecino que lo ha estado espiando y conoce todos los secretos de su vida.

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