Saramago y el dragón de Nuno

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Una pareja se da un beso a Paseo de Gràcia.

Después de una mañana remojada pero eufórica, como dos veces. Una de pie, rodeado de escritores y políticos convocados por el Grup 62 en el Comtes de Barcelona. Todo el mundo llega empapado y feliz. El teniente de alcaldía Jordi Martí celebra la implantación santjordienca del concepto superisla y la consellera Garriga todavía recuerda el atrevimiento de prometernos al ARA, en su primera entrevista, que conseguiría 100 millones más: al final fueron 89, ni tan mal. La segunda comida, la buena, es familiar: el padre de Vero ya ha conseguido leer todas las novelas de Saramago, de quien este año es el centenario. El pequeño Nuno hace más caso a su dragón prehistórico que al libro didáctico ambientalista que le han regalado. Coquis, la octogenaria tía monja que vive en el Raval, llega una hora tarde y es recibida con más aplausos que los del paseo de Gràcia cuando ha salido el sol después del granizo. Mercè ha traído buñuelos de Llançà, mucho mejores que el pastel de Sant Jordi. Y casi todos los comensales ya habían comprado los libros los días de antes. Las tradiciones no paran de cambiar nunca, sobre todo si se mantienen. Llueva o nieve.

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