Crítica de teatro

Un comienzo excitante en el Teatre Lliure

La versión de 'La gaviota' que dirige Julio Manrique funciona como un reloj con un reparto magnífico

Cristina Genebat y David Vergaguer en 'La gavina', en el Teatre Lliure.
2 min
  • Autoría: Anton Chéjov
  • Versión: Marc Artigau, Cristina Genebat y Julio Manrique. Dirección: Julio Manrique
  • Intérpretes: Marc Bosch, Daniela Brown, Nilo Cardoner, Adeline Flaun, Cristina Genebat, Clara de Ramón, Javier Ricart, David Selvas, Andrew Tarbet y David Verdaguer

La gaviota, de Anton Chéjov. Un clásico. Un gran clásico como tarjeta de presentación de lo que el nuevo director del Lliure, Julio Manrique, quiere que sea este teatro. Josep Maria Flotats abordó la misma obra en 1997, en la primera temporada oficial del Teatre Nacional de Catalunya. El motivo radica en las palabras de Kostia sobre el teatro poco antes de mostrar su obra, posdramática adelante la lettre, y con las que Chéjov reflexiona sobre qué es y qué puede ser el arte que lleva “la vida en el escenario tal y como es”. Y para Manrique el arte del teatro debe dirigirse a los espectadores de hoy en día con los referentes que manejan. De ahí que la versión sea bastante libre, con un buen tanto por ciento de texto añadido para acercar la historia de este grupo de almas en pena a nuestros días. Es una versión perfectamente verosímil y que funciona como un reloj, con un reparto magnífico y una puesta en escena poderosa de Manrique, que pone en primer plano la fragilidad de los jóvenes protagonistas, Nina y Kostia, víctimas del desamor y del desconcierto anímico.

Manrique es fiel a su estilo con una concepción moderna del espacio –de Lluc Castells–, de la utilización dramática del espacio sonoro –Damien Bazin– y de mostrar lo que en el original sólo se insinúa o se dice, como la masturbación que Irina le hace a su amante Boris para que no le abandone o la muerte final de Kostia, en la que sustituye el disparo fuera de escena por una imagen explícita del suicidio. También opta por modelar la actitud de los personajes de acuerdo con unas formas más cercanas y alejadas de la atmósfera chekhoviana de samovar. Aquí se toma café, se toman fotos con el móvil y se fuma marihuana.

Diría que esta versión de La gaviota es menos redonda que la de Las tres hermanas que Manrique que estrenó en ese mismo espacio hace unos años. En nuestra opinión hay pequeñas pero elocuentes desviaciones sobre el realismo de la obra: Pauline (Polina en el original) debería ser mucho mayor que Irina; la gaviota muerta que Kostia ha atropellado está en el suelo mientras Boris y Nina hablan, y no es hasta el final que Boris pregunta qué es; y el nuevo final mata el efecto dramático que proponía Chéjov.

Entre los actores, Nil Cardoner clava la desesperanza de Kostia, y Daniela Brown, la ingenuidad de Nina. Irina de Cristina Genebat es puro egoísmo. David Selvas, con un papel ampliado, llena de vida al moribundo tío Sorin, mientras que David Verdaguer compone un Boris frágil y poco atractivo, y Andrew Tarbet, un doctor inglés flemático. Es seguro que la propuesta llegará más entera a quienes tengan referentes de la obra, pero eso no quiere decir que cualquiera no pueda disfrutar de este espectáculo tan excitante.

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