Crítica de teatro

'Los criminales', una entretenida escudella mezclada

Jordi Prat i Coll realiza una adaptación libre al TNC de la obra de Ferdinand Bruckner

2 min
Una escena de la obra 'Els criminals', en el Teatre Nacional.
  • Autoría: Ferdinand Bruckner.
  • Dramaturgia y dirección: Jordi Prat i Coll. Traducción: Katia Pago.
  • Intérpretes: Luis Soler, Juan Carreras, María Rodríguez Soto, Kathy Sey, Jan D. Casablancas, Eric Balbás, Carmen Milán, Nieves Pàmies, Cristina Plazas, Carlos Rojo, María Santalusia, Marc Tarrida Aribau y Guillem Valverde

El TNC recupera (¿por qué?) una obra que se representó en el Teatro Romea en abril de 1931 del escritor austríaco Ferdinand Bruckner (1891-1958), mucho más conocido por El mal de la juventud, obra de la que Juan Carlos Martel dirigió una versión en 2021 en el Teatre Lliure y escrita el mismo año 1929.

Dicen que Los criminales habla del mal funcionamiento de la administración de Justicia, de sus errores y de las consideraciones morales del delito. Una ácida crítica, decían, de la que mucho me parece que no queda casi nada en la libérrima, confusa pero entretenida versión de Jordi Prat y Coll. Y es que este director tiene mano, ideas y talento para crear espectáculo más allá de los requisitos de la obra y envolver la producción con escenografías, acciones y músicas que hacen choque.

Una escena de 'Els criminals', en el Teatre Nacional.

En este caso, Laura Clos, Cáscara, firma tres singulares y lucidos espacios escénicos para cada uno de los tres actos y tres músicos ponen los acentos musicales a continuación. El primer acto de presentación de personajes rememora el espacio escénico del estreno en Madrid en 1934, que supuso un importante giro formal porque hasta entonces no se habían visto escenografías corpóreas de dos pisos. En este tipo de Rue del Percebe viven las familias protagonistas y se desvelan los enredos sentimentales de unos y otros. El segundo acto es un ascético y negro juzgado y el tercero un fantástico cabaret con chicas emplumadas y la sorpresa del gran Joan Carreras arrancado con una cancioncilla de burlesque. Él es el gran seductor, el gigoló saltaventanas y rompecorazones.

La simultaneidad de las acciones en la Rue del Percebe da ritmo a la función aunque no quede siempre del todo claro quién es quién y que la dicción no es siempre la deseable. El juicio, lejos de cuestionar la justicia, muestra a una audiencia suficientemente profesional conducida por un inmenso Lluís Soler. El tercer acto es estéticamente lucido, pero no aporta casi nada a la función, que cierra con guiño al nazismo y la marcianada de dos lagartos de la serie V (años ochenta). Como les decía, una lustrosa escudilla mezclada muy bien iluminada (Ganecha Gil) y lujosamente vestida (Albert Pascual).

stats