Crítica de teatro

Hagamos el amor y no la guerra, en un espectáculo muy recomendable

Rubén de Eguía protagoniza 'En mitad de tanto fuego', de Alberto Conejero, en el Teatro Akademia

2 min
Rubén de Eguía en la obra 'Me mitad de tanto fuego'.
  • Autoría: Alberto Conejero
  • Dirección: Xavier Albertí
  • Intérprete: Rubén de Eguía

Alberto Conejero no había nacido cuando se estrenó en Estados Unidos Hair, el emblemático musical antibelicista que proclamaba el famoso "hagamos el amor y no la guerra". Pero como el poeta no es ingenuo, sabe muy bien que, por muchos mensajes pacifistas bienintencionados que se hagan desde el mundo del arte, la mecánica de la guerra sigue imparable desde tiempos inmemoriales hasta nuestros días (solo hay que mirar a Ucrania). Pero hay que insistir, aunque sólo sea para creer en lo imposible. Conejero lo hace con un texto de notable vuelo poético anclado en la épica de Homer y compañía explorando la relación entre Aquiles y Patroclo en un canto entre la ingenuidad antibelicista y la exaltación pasional del amor homosexual.

¿Otro relato de la guerra de Troya? Sí y no. Sí, porque Conejero centra su mirada en la relación entre un Aquiles ausente y un Patroclo que desde el Hades relata su historia de amor y pasión hasta la muerte. Y no porque el Patroclo de Conejero, haciendo virtud de la contradicción de quien está forjado como guerrero, condena al heroísmo vacuo y vislumbra una vida tranquila sin honores ni gloria junto a su amado. Y sí también porque la guerra forma parte de esa relación que se convierte en tragedia cuando Patroclo asume la identidad de Aquiles y protagoniza una horrible carnicería antes de morir bajo la lanza de Héctor.

Xavier Albertí incide en el tratamiento minimalista de textos dramáticos que ya hizo con tanto acierto en la obra de Josep Maria Miró El cuerpo más bonito que se habrá encontrado nunca en este sitio. Es decir: despojamiento total. La palabra y el actor como único instrumento para la narración. Aunque esta vez juegue mucho con una iluminación efectista que (en la función del sábado) no acababa de estar afinada, pero que sin duda contribuye a la atmósfera y enmarca la emocionante expresividad de Rubén de Eguía. El actor encara lo tour de force con una dicción clara y un compromiso anímico absoluto por vivir el cúmulo de sentimientos. Desde la alegría y la pasión en la cueva del centauro a la súplica del regreso del hombre amado, pasando por el desbocado y sangriento fragmento de la batalla a las puertas de Troya. Muy recomendable.

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