'Un menú cerrado': Masculinidades que no saben llorar
Jordi Casanovas construye una hábil comedia en La Villarroel con una buena dirección de Llàtzer Garcia
- Dirección: Lázaro García
- Intérpretes: Joan Arqué, Roger Coma, Òscar Muñoz
- Villarroel. Hasta el 29 de junio
Aunque, hoy por hoy, la mayoría de los diarios incorporan ostentosas guías gastronómicas de supuestos expertos para gourmets hambrientos y esnobs adinerados, no creo que haya ninguna oferta como la que prepara un chef estrellado en la sala Villarroel para sus amigos.
Oriol (Joan Arqué) prepara un menú de tres pasos que, rehuyendo el placer que puede proporcionar la buena cocina, pretende golpear a Eduard (Roger Coma) y Mateu (Òscar Muñoz). Quiere removerlos hasta llorar. Y es que la nueva propuesta de Jordi Casanovas nos habla de la masculinidad más atávica, pero bastante vigente en generaciones de los años 80 y 90. Es aquella masculinidad que recuerda puerilmente y nombre por nombre la alienación del Barça ganador de no sé qué copa (ni me importa) que se entiende la vida como una competición contra el mundo y que no es capaz de abrazar a un amigo que atraviesa un momento de gran dolor y decirle que lo ama o de llorar en el sepelio de la madre.
Son tres amigos, tres perfiles perdidos en el laberinto de las emociones reprimidas. La falta de afinidad con el padre de Oriol, el miedo a equivocarse y la fragilidad de Mateo o la estulticia del machista Eduardo —incapaz de emocionarse viendo Jauría (la obra de Casanovas sobre la Manada). Pero en este menú teatral el plato más elaborado es la comedia, y aquí destaca la habilidad de Casanovas en el gag y mantener la atención con giros inesperados. Lo ha entendido muy bien Lázaro García a la hora de dirigir. No renuncia a la justa exageración que arrastra la risa, modula los momentos teóricamente más dramáticos y acierta plenamente en el movimiento en torno a la magnífica cocina profesional que preside el espacio escénico (José Novoa).
Roger Coma es el Augusto de la comedia, muy bien flanqueado por un Joan Arqué que en eso de hacer de payaso blanco tiene mucha experiencia (Rumia) y el buen contra Augusto de Òscar Muñoz. Por fin, humor de casa de fondas sin elaboraciones gastronómicas, porque una tortilla de patatas es una tortilla de patatas (con cebolla o no).