Artes escénicas

París y la gran fiesta del teatro

La capital francesa acoge estrenos de Bartabas, Bouffes du Nord y Philipe Decouflé en un otoño escénicamente esplendoroso

Un momento del espectáculo 'Entre-Temps'
12/11/2025
4 min

ParísMuñeca, Valentina, Olga, Alexandra, Antonina, Tamara, Loudmila, Klavdla, Zinaida. Nueve mujeres rusas que hablan de la guerra que vivieron en el espectáculo La guerra no tiene cara de mujer. De la Segunda Guerra Mundial. De todas las guerras. De cómo les afecta. De cómo las modifica. Del miedo y la resiliencia. Nueve mujeres. Nueve vidas. Y las palabras de Svetlana Aleksiévich, la periodista y escritora que en esta obra reflejó la realidad de las combatientes rusas en una serie de entrevistas. El libro, publicado en catalán en Raig Verd en 2018, tuvo una versión teatral en el teatro Taganka de Moscú. Ahora la francesa Julie Deliquet le ha convertido en un brillante y emotivo testimonio de un tema de una lamentable y eterna actualidad que ha podido verse este fin de semana en París.

Otra de las propuestas que ha llegado a la capital francesa es la de Bartabas, el paradigma del hombre que ama a los caballos. Hace cuarenta años el artista nos sorprendía en el descampado del antiguo matadero de Barcelona con el Cirque Aligre o circo de las ratas y los gansos y nos cautivó en los años del Fòrum (Tryptik en 2001 y Loungta en 2004) con la poética de sus espectáculos ecuestres con aromas orientales bajo la carpa. Es el coreógrafo de los caballos que logró que el Estado francés le construyera una maravillosa carpa de madera en Aubervilliers, casi al final de la línea 7 del metro. Allí ha estrenado una decena de espectáculos ecuestres de una abrumadora poética escénica.

Pero en Las canticas du corveau da un giro con una creación que desconcierta a su público, que le dedica un tibio aplauso. Sobre una pista casi cubierta de agua, la protagonista es la palabra. La palabra de sus escritos (editados por Gallimard) sobre los orígenes de la humanidad. Cantos en los que el hombre conoce a los animales y se hace preguntas. Un espectáculo codiciado durante la pandemia y de vocación filosófica, empapado con una orquesta de músicos de Irán con instrumentos tradicionales y coronados con espléndidas cornamentas. Pero la palabra manda en la voz de unos entregados rapsodas. Textos sin intuición dramática, sin conexión entre unos y otros. La puesta en escena conserva los rasgos poéticos de las creaciones del centauro Bartabas, que cabalga al principio embutido en una máscara de cuervo. Lo mejor, claro, allá donde sale el talento, está en las acciones entre texto y texto. Acciones brevísimas y bellísimas. De fuego y, por último, de caballos. Como las yeguas blancas montadas por esqueletos, seguro que parientes de los que cuelgan de la cúpula del bar de entrada a la carpa. Unos breves instantes de maravilla en un conjunto bastante menos encantador, a pesar de los bizcochos, el vino caliente en cada mesa y los gansos que invaden la pista mientras marchamos.

Una comedia que desborda ternura

La personalidad y el teatro de Jean-Luc Lagarce (1957-1995), que descubrimos de la mano de Oriol Broggi en la Biblioteca en 2020 con Sólo el fin del mundo, tiene paralelismos con Koltès (1948-1969). Pero mientras éste tuvo el padrinazgo de Patrice Chéreau, Lagarce creció solo. Nuevos, los héros, de Lagarce, habla de teatro. De una compañía de los años cincuenta o sesenta después del fin de una función que no ha ido del todo bien. Los actores se cambian y dejan a los personajes en los baúles para ser ellos mismos. O eso piensan. Alrededor de las nupcias de la hija mayor de los dueños con el actor protagonista estallan las miserias, pero también las alegrías del oficio. Incluso las cocidas ideológicas entre quien manda y quien sirve. Once maravillosos intérpretes casi siempre en escena sirven una comedia que desborda ternura, humor y, cómo no, amor al teatro. Bravo!

Philipe Decouflé y su compañía DCA (diversidad, compañerismo, agilidad) son bien conocidos entre nosotros. Ya que nos han visitado varias veces (Shazam! en el TNC en 2001; Solo en el Grec en 2003; Iris en el TNC en 2004; Octopus en el TNC en 2011) con espectáculos muy diversos en los que la danza se mezcla con fraseos de circo y de vídeo con un sentido lúdico muy encantador. Su nueva creación Mientras tanto explora de forma divertida el paso del tiempo (un reloj algo loco cuelga sobre la escena) y es básicamente una fuente de gozo, collage de homenaje al cine mudo, al music hall y algo de Pina Bausch por el movimiento, por la música (piano en directo, grabaciones de rock, pop y voces) y por la estructura dramática. Un primer acto bastante monocromático con guiños mágicos y una danza de brazos que se buscan y no se encuentran (magnífica la teatralidad del veterano Dominique Boivin). Y un colorido segundo acto con un grupo de personajes fantasiosos, un simpático cambio de perspectiva de lo que hemos visto en el primer acto. Un delicioso apunte final, de aquellos que sacan de la carpa con una sonrisa, donde una veintena de bailarines voluntarios se suman a la compañía hasta abrazarse juntos. Fantástico. Sí, París es una fiesta de teatro.

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